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CULTURAL MADRID 11-03-2017 página 7
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CULTURAL MADRID 11-03-2017 página 7

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ABC cultural SÁBADO, 11 DE MARZO DE 2017 abc. es cultura- cultural cultural. asp 07 La proyección de Bonne, con forma de corazón, parece apropiada para este mapa de la felicidad dialización como una idea de la humanidad en conjunto. La selección de temas respondería así a mensajes y sesgos explícitos, como cambiar el foco, ampliar el campo, modificar la escala, pensar globalmente, proponer El Mundo como topónimo, despertar en suma al ciudadano del mundo. Todo mapa del mundo es, en realidad, global; la cuestión estriba más bien en situar su centro. Reparto espacial El mapa descentrado sería en este caso el procedimiento de mostrarlo. Sin embargo, algunas de las proyecciones usadas, por ejemplo la de Lambert o la de Fuller, no acaban de evitar que el eje gráfico de las figuras siga pasando por Europa occidental. Además, al representar los datos por países, se falsea el efecto óptico de su reparto espacial sobre el terreno en dependencia de la dimensiones de las naciones, pues no será igual determinado tema figurado con un color sobre toda Rusia o sobre Panamá, sobre Estados Unidos o Trinidad y Tobago, sobre media Asia o el mosaico de América Central. Así se pasa de grandes espacios uniformes en países extensos a mosaicos abigarrados en agrupaciones de naciones pequeñas que no responden a repartos territoriales o regionales reales. No es lo mismo Siberia que Moscú. En cuanto al enfoque del atlas, sus mapas históricos resueltos con los procedimientos gráficos de siempre dan grandes saltos, destacando los referidos al islam, a las lenguas precolombinas o a la conversión de Europa en centro del mundo. Aunque la primera mundialización pertenece obviamente a la época de los descubrimientos, aquí se expone bajo los títulos de Europa gran depredadora y ¡Europa es muy contagiosa! de modo que se llega a decir que sin exportación de epidemias no habría habido conquista de América por los españoles. No hay razón aparente para que se destaquen en tal conjunto mapas de las novelas de Verne y las historietas de Tintín y Corto Maltés, aunque se ofrecen como expresiones de sus escenarios globales. Hay que advertir, respecto a Verne, que hay en su mapa ausencias notables de sus viajes extraordinarios y algunas equivocaciones en los itinerarios dibujados. Hay, sin duda, mapas interesantes, como los de la energía, el comercio o internet, pero otros asuntos que tienen también aquí su cabida (cánones de la belleza corporal, el fútbol, etcétera) me parecen muy secundarios. Un libro chocante En fin, este atlas trata de ser chocante. Según se dice en sus páginas de texto, intenta descolocar las percepciones desorientar las certezas y jugar al aguafiestas Personalmente, a mí todo esto me resulta ya poco seductor y escasamente simpático. Estas últimas advertencias están en la conclusión del atlas; opino que, en todo caso, deberían pasarse a su prólogo. Atlas global Ch. Grataloup y G. Fumey Sesenta mapas inéditos. Editorial Cátedra, 2016. 150 pág. 25 euros logo las ponen los buscadores: nosotros les enviamos palabras y ellos nos devuelven contextos. Para Groys, un buscador de internet es una máquina filosófica que funciona a partir de palabras liberadas del yugo de la sintaxis, es decir, mediante la radical disolución de las jerarquías del lenguaje en la igualdad absoluta de todas las palabras. En una pregunta a un buscador, todos los términos tienen la misma importancia, como la tienen todas sus combinaciones. Así que, para los creyentes en Google, la información es una suma de contextos, es de- cir, de espacios potenciales de significado a los que habría que saber dar sentido (o quitárselo) Umberto Eco, a quien le gustaba decir que en internet se puede aprender de todo menos la forma de aprender en internet, hablaba de buscar, filtrar, seleccionar y aceptar o rechazar, es decir, de ejercer el sutil arte de decidir qué vale la pena recordar y qué no. No parece tarea fácil para el flâneur digital, despreocupado y feliz con la sobreabundancia de pasajes y escaparates electrónicos que jalonan su deriva a través de distintas capas de realidad. En el caso de internet, Roland Barthes la llamaría mejor efecto realidad, una suerte de espejismo cuya materia prima no es lo verdadero sino lo verosímil. Los señores de la Red, que conocen el entramado de accesos, experiencias, identidades, afectos, deseos y fantasmagorías de nuestra vida digital, saben que la verosimilitud es el secreto para que no nos sintamos extraños ni desorientados, y nos la inyectan a través de la retórica del tiempo real, la alta definición y la redundancia informativa. Un coctel que a menudo es narcótico. Las mutantes imágenes abs- tractas que una pantalla muestra en Ripple, instalación del artista Daniel Canogar, están generadas en tiempo real a partir del flujo ininterrumpido de información suministrado por los vídeos de noticias más vistos de la Red. El inicial estado de alerta y atención que el espectador adopta ante la saturación informativa pronto deja a paso a una especie de claudicación en la que renuncia a asimilar lo que contempla y se deja hipnotizar por su fulgor incomprensible. El aturdimiento suele ser una buena estrategia para evitar que nos preguntemos de dónde procede la abundancia, quién está detrás de ella, a qué obedece, cuáles son sus intenciones. En el caso de internet, resolver esa pregunta sería una de las misiones de su cartografía. Como en aquellos lúcidos diagramas de Mark Lombardi que le costaron la vida. Quizás haya quien piense que la cartografía ha quedado para vestir metáforas, pero ante la terra incógnita de internet hoy la necesitamos más que nunca. Se trata de descubrir quiénes son los dragones y dónde yacen escondidos. Y de aprender a mapear para no ser, obscenamente, mapeados.

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