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CULTURAL MADRID 24-12-2016 página 6
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CULTURAL MADRID 24-12-2016 página 6

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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Portada 06 Una virgen de Bill Viola para Londres Este otoño, Bill Viola entregaba a la Catedral de San Pablo el segundo de los vídeos, fruto de un encargo, con los que ya, de forma permanente, celebra en este templo el sentido de la vida MARINA VALCÁRCEL U no se acerca hasta los dos grandes ventanales blancos a los lados del altar mayor de la catedral de San Pablo, en Londres, por los que se cuela la luz. No hay vidrieras. Ni colores. Se camina despacio, sobrecogidos por la pompa y lo mastodóntico de la catedral de Wren, algo desubicados, quizás, por el recuerdo de San Pedro en ese baldaquino, en sus columnas salomónicas, en las dimensiones y los mármoles. Pero allí hay una electricidad distinta a la romana. Nelson está enterrado bajo nuestros pies, también Wellington. Hay banderas de campañas antiguas, memoriales y, sobre todo, arte contemporáneo, abrumadoras piezas de nuestros días que hablan de conflictos actuales y vienen de otros lugares del mundo: una Virgen María en un campo de refugiados del grafitero CBloxx; dos gigantescas cruces blancas del indio Gerry Judah colgando de la nave central... Lenguajes distintos en cruce poderoso entre el barroco y lo ultracontemporáneo. Pensamos en nuestro país. Buscamos algo más de rabia, de reto y superación. Burgos, León, Toledo: sus coros, sus rejas. Bill Viola empezó a trabajar en las iglesias góticas para reflejar su sonido. El silencio opaco que trepaba por sus columnas hasta el cielo... En esta divagación, llegamos hasta el ábside, bordeamos una maternidad de Henry Moore y nos encontramos en el lado izquierdo del altar mayor. Allí, donde nuestro registro cultural nos susurra que debíamos encontrar un retablo barroco, localizamos una monja masculinizada, vestida con alzacuellos, sotana y pelo corto que apunta con un mando a distancia hacia tres pantallas de plasma. Empieza entonces una experiencia sobrecogedora para un cristiano de 2016 en una catedral anglicana reconstruida en Londres tras el incendio de 1666. El tríptico contemporáneo se ilumina: surge una mujer de piel oscura, pelo rapado y raza indefinida. Tiene un traje azafrán y todo su colorido recuerda a uno de esos monjes budistas del paisaje camboyano. La mujer tiene un seno descubierto y amamanta un bebé. Detrás, el horizonte de Los Ángeles muda de luces, de los rosas de la mañana a la caída de la noche, en un tiempo que se hace muy largo mientras ella no aparta su mirada de la nuestra. La escena es emocionalmente poderosa, entre la tecnología más avanzada y la pureza del milagro de mantener una vida a través del calor y la leche de una madre. La comunión entre arte y religión El de Bill Viola en San Pablo es el último eslabón de una cadena en la que creadores contemporáneos han hecho su irrupción en los grandes templos. En España quedan en el recuerdo la capilla que Miquel Barceló diseñó para la catedral de Palma, así como las diferentes ediciones que tuvieron programas como Peregrinatio que utilizó como escenarios las ermitas de Sagunto, o los montajes específicos para la catedral de Burgos y en la que participaron Miquel Navarro, Carmen Calvo o Stephan Balkenhol. En Cuenca tuvo lugar hasta noviembre el capítulo más reciente con Ai Weiwei (en la imagen) como protagonista, no exento de controversia debido a su coste en una Autonomía que es un erial para el arte de hoy Fragmento de vida La pantalla se fragmenta entonces en otras muchas escenas que, a modo de predela de retablo barroco, recorren la vida de la Virgen: la visitación a su prima santa Isabel, unos peces muertos en la orilla, un carnero que llora en blanco y negro, unas zarzas llenas de espinas. Siete minutos rodados entre el Zion National Park de Utah y el desierto que rodea el Salton Sea de California. La escena final es, sin embargo, de belleza clásica. Una Pietà miguelangelesca con una virgen, esta vez blanca, que sujeta el cuerpo marmóreo de su hijo, recién descendido de la Cruz, entre sus rodillas. La Virgen no llora, sólo nos mira atravesada de tristeza, incapaz de entender la realidad física de lo que está delante de ella. Entonces recorre con la vista el cuerpo de su hijo, levanta su mano muerta y la besa. La escena se para y se funde en negro. Tratamos de recordar ese nivel de contención en otros ejemplos de la pintura o el cine. También buscamos entre nuestros recuerdos literarios hasta encontrar aquella frase de Colm Tóibín cuando escribía El testamento de María: Viví en el epicentro del dolor de María. No quisiera volver nunca Pero la mirada de esa virgen de Viola no se asemeja a nada. Estamos demasiado condicionados por la imagen fija de los cuadros, o por la imagen en movimiento del cine. En estas tomas que, como en toda la obra de Viola, carecen de discurso narrativo: la cámara lenta, tan extrema, redobla la oportunidad de mirar y sentir la expresión. Bill Viola (Nueva York, 1951) ha tardado 13 años en rematar estas dos obras para la catedral de San Pablo. En mayo de 2014, para el lado derecho del ábside, llegó el primer vídeo, Mártires, y, en septiembre de 2016, se instaló Mary. Los dos vídeos son un préstamo permanente de la Tate y en ambos ha colaborado su mujer, Kira Perov. El artista reconoce haber estado mucho tiempo bloqueado por la figura de María y confiesa: Casi nos mata El tema de ambas piezas fue sugerido por la propia catedral: Hasta mediados del siglo XX hubo en su lugar otras pinturas basadas en María y los mártires. Me insinuaron que no era necesario que fueran estos temas pero, en realidad, lo que estaban haciendo era lanzarme un reto, ya que el asunto fundamental de ambos es por qué o por quién estarías dispuesto a dar tu vida. Y esta es una pregunta demoledora explica el artista. Cadena lógica Viola cree que existe una cadena universal entre los seres humanos: sus padres siguen viviendo dentro de él y él seguirá viviendo en su hijo tras su muerte. Desde joven, siente cerca el budismo y su visión del mundo, la idea del eterno retorno, un principio bastante más complejo que el ciclo vida- muerteresurrección de los cristianos. En estos trabajos de Viola en Londres reina el silencio. Es como si cada uno de los cuatro elementos que inundan a sus personajes se emitiera desde el ruido del fondo del universo. El silencio en sus vídeos equivale a las zonas en blanco que dejan

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