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CULTURAL MADRID 11-02-2012 página 25
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CULTURAL MADRID 11-02-2012 página 25

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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SÁBADO, 11 DE FEBRERO DE 2012 abc. es ABC cultural 25 En primera persona Huellas de una vida Jeanette Winterson (en la imagen inferior) ha ido dejando rastros de su biografía en casi todos los libros que ha escrito. Quizá por eso ha confesado que su literatura no es un método: soy yo El dedo del Maligno Su adopción sobrevuela Fruta prohibida su primera novela (a la izquierda, la edición original) Cuando mi madre se enfadaba conmigo, decía: El demonio nos llevó a la cuna equivocada Una infancia diferente Vivía en una casa sobre la pendiente del acantilado Yo vine a la vida inclinada, y así es como he vivido desde entonces recuerda la autora en otra de sus novelas, La niña del faro duras postizas una, mate, para ponerse a diario, y otra, perlada, para las grandes ocasiones dejaba fuera toda la noche a su hija si se portaba mal y no permitía que se leyera en casa, ya que tenía muy claro que los escritores eran bohemios obsesionados con el sexo, que rompían las reglas y no salían a trabajar Lo más prohibido de todo para la inflexible y panfletaria a su manera señora Winterson eran las novelas, ya que sabía que en todo tipo de material impreso no controlado se aviva la sedición y la controversia El problema con un libro es que nunca sabes qué contiene hasta que es demasiado tarde aseguraba. Una madre nada normal que precisamente fue la que le haría a su hija adoptiva, cuando esta le confesó a los dieciséis años que se había enamorado de una chica y que tan solo quería ser feliz, la pregunta del título del libro: ¿Para qué ser feliz si puedes ser normal? Seguidamente, la echó de casa. Pasados los años, cuando ya era una escritora famosa, Jeanette Winterson emprendió la búsqueda de su madre biológica. Le alegró saber que seguía viva, que era una mujer alegre y comprensiva con sus inequívocas tendencias sexuales. Pero nada era ya fácil y enseguida surgieron los reproches: ¡Por lo menos la señora Winterson estuvo ahí! ¿Dónde estabas tú? Jeanette no soportaba que nadie criticara a aquella estrambótica mujer que cuidó de ella era un monstruo, pero era mi monstruo Una ambigüedad ante la desvalida y perturbada señora Winterson con la que a fin de cuentas había crecido y se había formado, para bien o mal que ya nunca le abandonaría. MERCEDES MONMANY Y o había nacido dos veces: con mi madre perdida y con mi nueva madre, la señora Winterson. Esa doble identidad, en sí misma, es una especie de esquizofrenia dice la escritora británica Jeanette Winterson (Manchester, 1959) en su espléndido libro ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? lo más parecido que ha escrito a unas memorias desde Fruta prohibida, la sorprendente y escandalosa ficción autobiográfica que la lanzó a la fama a los veinticuatro años. Aquel libro estaba protagonizado por una rebelde niña llamada Jeanette, y narraba el exótico destino que le depararon unos papeles de adopción cumplimentados en 1960 en su ciudad de nacimiento, Manchester, la primera urbe industrial del mundo, cuyos telares y molinos transformaron las fortunas de Gran Bretaña. También fue siempre la más radical: Engels estuvo allí, en el por entonces centro del capitalismo mundial, inspirándose para su Manifiesto Comunista, como recuerda Jeanette Winterson en el capítulo Mi consejo para todos: vale la pena nacer donde enlaza magistralmente ambiente y entorno biológico con crecimiento y maduración de la personalidad. MI MADRE, MI MONSTRUO ¿POR QUÉ SER FELIZ CUANDO PUEDES SER NORMAL? JEANETTE WINTERSON Trad. de Álvaro Abella Villar Lumen. Barcelona, 2012 245 páginas, 20,90 euros ¿Dónde estabas tú? Terapia privada Jeanette fue adoptada por una pareja de la clase obrera, con escasos recursos económicos y mucha disciplina, de ese duro y muy curtido sur del norte de Inglaterra Sus nuevos padres pertenecían a una rara secta de evangelistas pentecostales la Iglesia de Elm, fundada por un galés, George Jeffreys, en Irlanda, en 1915 y soñaban para ella un futuro de misionera. De los dos, la más estrafalaria, sin lugar a dudas, era su madre, la apocalíptica y depresiva señora Winterson, que, poco a poco, se convierte en el personaje central de estas memorias. Unas memorias con mucho de dolorosa terapia privada a pesar de sus numerosos pasajes cómicos que avanzan por fragmentos, por dentelladas de recuerdos de su etapa de formación. La señora Winterson veía demonios acechando por todas partes, llenaba las paredes de su hogar con papelitos que contenían frases de la Biblia, guardaba un revólver en el cajón de los trapos y, como único espejismo de un lujo que nunca llegaría, coleccionaba, compradas con sus exiguos ahorros, porcelanas Royal Albert. Aparte de eso, tenía dos juegos de denta-

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