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CULTURAL MADRID 03-12-2011 página 13
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CULTURAL MADRID 03-12-2011 página 13

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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SÁBADO, 3 DE DICIEMBRE DE 2011 abc. es ABC cultural 13 mos cosas como por qué ha ocurrido así lo que ha ocurrido o qué demonios he hecho para llegar hasta esta situación sin darme cuenta En estos cuentos quedan muchas cosas por decir, en los márgenes. ¿Es mejor insinuar y sugerir que explicar? Lo de la insinuación y la sugerencia es uno de esos tópicos del cuento, como el que dice que no puede sobrar ni faltar nada, con los que me cuesta estar siempre de acuerdo porque parece que fuera algo absolutamente premeditado. Como si al insinuar o sugerir lo que estuviera haciendo fuera intentar ligar con el lector o hacerme el interesante. No es que sea más importante lo que no se narra que lo que se narra, sino que a veces hay cosas que no se quieren o no se saben contar. O no se deben contar. Cada noche más que un cuento, es una poética del cuento. Es una de las dos poéticas posibles del libro. Si No temas, Jack parece advertir que no hay necesidad de narrar o que no tiene sentido hacerlo, Cada noche sería una poética casi de lo contrario: da igual que no vayamos a lograrlo, que no ganemos nada con contar determinadas historias o que lo hagamos de una manera particular, porque lo que nos interesa es continuar absortos, encerrados en nosotros mismos contándonos historias. LEER ENTRE LÍNEAS Paul Viejo (a la izquierda) encadena en sus relatos un homenaje tras otro, lo mismo a Nabokov (en la imagen superior) que a R. E. M. (sobre estas líneas, uno de los discos del grupo) ¿Por qué el subtítulo, Una autobiografía confusa Quizá, más que por qué para qué para que no se me olvide. Para recordar que en este libro no traté nunca de inventar historias, de lanzarme a la imaginación, sino de dejar apuntadas ciertas cosas que he vivido y no he logrado entender del todo, algunos secretos que cuesta seguir conservando, algunas cosas que dije o que me dijeron y que me marcaron. Sus relatos están plagados de homenajes. Los hay a Virginia Woolf, Nabokov o Hemingway, pero también a Elvis, R. E. M. o Lucian Freud. Aunque tampoco es únicamente por homenajear ciertas maestrías sino, de nuevo, por recordar. Pensamos que una autobiografía son solo hechos vividos y narrados, pero también son las sensaciones que hemos tenido, las cosas que no hemos hecho. De la misma manera que en la mayoría de los cuentos he querido que se vieran algunos de los hilos que yo, como autor, movía, los pespuntes de la escritura, también he querido que las cosas que me acompañaron mientras se creaba el libro quedasen ahí, apuntadas de alguna manera. Además de escritor, usted es traductor. ¿Qué le ha enseñado la traducción? No solo la traducción, sino también el hecho de residir desde hace años en Italia y, por tanto, enfrentarme a diario a lenguas que no son ni serán nunca la mía, paradójicamente, me ha enseñado que es en el idioma materno en el que más problemas se puede encontrar uno. Pensamos que será nuestro refugio y, sin embargo, para mí como escritor es un territorio hostil, el lugar donde más me puedo equivocar, en el que más du- das tengo continuamente o menos creencias firmes, porque la libertad que proporciona conocerlo bien es la que permite perderse en nuevas combinaciones, en búsquedas insólitas. Los autores que han vivido o disfrutado esa tensión suelen ser los que más me interesan: Carlo Emilio Gadda, Andréi Biely, Nabokov. Traducir a Chéjov, además, me permitió otra cosa que me encanta. ¿Quién dijo que Chéjov no era retórico? Lo era cuando tenía que serlo o cuando quería serlo, y eso me da mucha tranquilidad en mi escritura, porque descubrí que en sus cuentos no todo es lenguaje desnudo. La aparente sencillez se ha utilizado demasiadas veces para justificar una sencillez sin apariencias. Si tuviera que elegir el cuento perfecto, ¿cuál escogería? Un cuento perfecto es aquel que no llego a comprender del todo, por mucho que lo intente y que lo lea, y que por tanto sigue en mi cabeza después de leído, obligándome a hacerme preguntas. Pienso en cuentos como Linda boquita y verdes mis ojos de Salinger; La isla en medio del Atlántico de Gianni Celati; Emma Zunz de Borges; Amor de Clarice Lispector, o casi cualquiera de Fleur Jaeggy. Cuentos perfectos, si acaso, porque se reservan alguna imperfección. ANTONIO FONTANA

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