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CULTURAL MADRID 03-12-2011 página 9
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CULTURAL MADRID 03-12-2011 página 9

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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Entre el dolor y el gore La Historia cultural del dolor de Javier Moscoso, solo puede ser calificada de excelente. Un recorrido por suplicios y torturas, santos e incluso personajes literarios Por Eugenio Trías el de quien lo observa, analiza y trata de comprender. O la diferencia entre el alarido de dolor y la impávida apatía estoica o cristiana ante su desgarradora naturaleza. En la experiencia sufriente son varios los personajes del drama. Está el sujeto que padece, ya sea una mártir cristiana, o Don Quijote molido a palos, o los santos estigmatizados, o las vírgenes santas (Rosa de Lima, Teresa de Jesús) que desean sufrir los mismos suplicios que padeció Jesús. Pero también importa el verdugo. Y el espectador que goza del espectáculo. El dolor, dice Javier Moscoso, igual que el ser aristotélico, se dice de muchos modos. Está el océano inmenso, ominoso que nos avergüenza como humanos de los suplicios y las torturas. Por ejemplo, la que describe con detallismo Michel Foucault al inicio de Vigilar y castigar, perpetrada contra un presunto regicida. Torturas comunes a todas las sociedades, pero entonadas por pautas culturales de épocas y latitudes. Está el dolor natural, condena de hombres (trabajo) y mujeres (parto doloroso) más toda la plaga de enfermedades físicamente dolorosas que se arrastran como jinetes del Apocalipsis. Dolores agudos como los que se testifican en la odontología, en la obstetricia, en la cirugía. Narcóticos avezados por una cultura paliativa tan antigua como lo es el dolor agudo, crónico; sobrevenido, intermitente; intratable, insoportable. Pacientes que llegan borrachos a la sala de operaciones, usos opiáceos que mitigan los peores dolores o que dulcifican en la inconsciencia la agonía. Y una gran revolución, en el siglo de las grandes transformaciones, el siglo romántico y tecnológico, entre Napoleón y la torre Eiffel: a mediados del siglo XIX se generaliza el uso de la anestesia. El cuerpo de dolor se sume en la estupefaciente inconsciencia. Las pequeñas percepciones leibnizeanas no muerden en la conciencia que sufre. Se abre un capítulo nuevo y revolucionario en la experiencia del dolor físico. El sacamuelas dará paso al dentista; PASIÓN DE CRISTO Santa Águeda (arriba) y otras vírgenes tienen su espacio en esta obra. A la izquierda, El martirio de Tárbula SÁBADO, 3 DE DICIEMBRE DE 2011 abc. es ABC cultural 09 arl Marx distinguía entre el método de investigación y el método de exposición. Se refería a una distinción esencial que presidió la epistemología con la que abordó la inmensa investigación inacabada que culminó en El Capital. La investigación culmina cuando se ha formado un concepto concreto (concreto de pensamiento lo llama Marx) que procede entonces a lo más importante: su exposición. Allí se advierten sus articulaciones naturales, sus estadios, sus ritmos, sus secuencias. Ha sido un acierto grande de Javier Moscoso, en su interesante Historia cultural del dolor, darle una forma híbrida, a mitad de camino entre las partes naturales del concepto expuesto (para el caso, la investigación de la Historia cultural del dolor físico) y la forma ensayística. Eso da a este trabajo, que podría ser árido y áspero, en gran medida por la naturaleza gore del tema elegido, una atractiva fascinación. Se evita el morbo que puede suscitar con un hábil distanciamiento en el que prima, dentro de la experiencia del dolor físico, los modos en que esta se escenifica, el papel que juega en el sufrimiento la modulación de la palabra y del silencio, el ethos de quien lo experimenta, pero también K Jinetes del Apocalipsis MOLIDO A PALOS El dolor está omnipresente en el Quijote (sobre estas líneas) cuyo protagonista siempre acaba por los suelos la comadrona, al ginecólogo; el sanador, al cirujano. Experimentos intermedios, en el tránsito entre el Siglo de las Luces y el Siglo de la Burguesía, inciden en su poderoso influjo en la cultura del dolor: desde los experimentos mesméricos que dejan huella en la lengua inglesa (con significación de algo hipnótico y preternatural, efecto de un magnetismo animal y sobrehumano) hasta el hipnotismo que adquiere estatus médico con Charcot y con Freud. Se cumple en este libro algo de lo que hemos tardado en darnos cuenta. En la segunda mitad del siglo XX se produce una auténtica mutación en el campo de las ciencias históricas, especialmente en Gran Bretaña y en Francia. Me refiero a esos nuevos paradigmas por los que circula una ciencia histórica que asume, superando, los dogmas decimonónicos y de la primera mitad del siglo XX: que la ciencia histórica entra en el ámbito de la ciencia en virtud de los logros del materialismo histórico y de todas sus ramificaciones, las que privilegian, como determinaciones de última instancia, los Modos de Producción. La nueva Historia, la Historia de las mentalidades, y la Historia heredada de las investigaciones de Friedrich Nietzsche en su Genealogía de la moral, parecen dejar en un subterráneo plano invisible a las Fuerzas Productivas y a los Modos Productivos. La Historia más fecunda circula por otros derroteros. Y aquí aparece uno de los más conspicuos renovadores, desde la filosofía y la ciencia histórica, que asume y prosigue la herencia de Nietzsche, discípulo confeso de la Genealogía de la moral. Me refiero a Michel Foucault y a su método arqueológico. La arqueología como condición de posibilidad que explora el a priori de nuestras ideas y creencias plasmadas en emociones e instituciones. Un método que desplegó en obras que resultaron paradigmas de investigación. Aún recuerdo la emoción y la excitación intelectual que esos primeros libros de Michel Foucault, en la segunda mitad de La herencia de Nietzsche Inmenso océano SADISMO No se olvida Moscoso de citar a Leopold von Sacher- Masoch (arriba) el gran inspirador del masoquismo

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