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CULTURAL MADRID 12-11-2011 página 5
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CULTURAL MADRID 12-11-2011 página 5

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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SÁBADO, 12 DE NOVIEMBRE DE 2011 abc. es ABC cultural 05 está ahí fuera, mientras nosotros (los buenos) resistimos dentro el contagio. En La serpiente y el arco iris (Emecé, 1986) el etnobotánico canadiense Wade Davis buscaba en Haití una explicación racional y farmacológica al truco de la reanimación de cuerpos muertos para someterlos a la voluntad de amos despóticos: una sustancia tóxica simulaba la muerte y otra despertaba al incauto en un estado de obediencia absoluta. Pero lo suyo no alcanza para justificar la actual fascinación de esta especie de monstruo en nuestro inconsciente colectivo y en múltiples géneros artísticos. Porque tenemos zombis en la televisión (la serie basada en la novela gráfica por entregas The Walking Dead) en el rock (la banda no- muerta The Zombeatles y la desopilante historia alternativa de los Beatles que es Paul Is Undead, de Alan Goldsher) en manuales de supervivencia; en cómics (las siempre vigentes portadas de Tales from the Crypt y esa bizarra y cercana zombificación de los héroes de la Marvel) en clásicos de la literatura (el exitoso mashup de una Jane Austen no- muerta y la transmutación undead de los shakespeareanos amantes de Verona en R y Julie, de Isaac Marion) y en películas que van de la gracia Zombieland a la desgracia 28 días después y 28 semanas después En España tenemos los casos de Apocalipsis Z, novela trilogía del pontevedrés Manel Loureiro, y las varias REC de Balagueró y Plaza. No hay que olvidar la filosofía moderna (el concepto de p- zombie) los videojuegos (Resident Evil, Dead Island y derivados) y hasta la estética y estrategia de saqueos urbanos en episodios de Los Pitufos y Los Simpson, o la Biblia (después de todo, ¿no son Jesucristo y Lázaro, técnicamente, zombis? Y, semanas atrás, la publicación de Zone One, novela de Colson Whitehead a la que se presenta como importante y seria y literaria Es decir: ahora también hay que escribir la Gran Novela Zombi Americana Hay que sumar a todo esto la cada ve más fina por delgada estampa de pálidos y verdosos presidentes, banqueros y economistas del mundo posando desde su limbo con ojos en blanco para fotos a quemarropa. Livin la vida zombi y, aún así, el misterio de tanto inusitado vigor y entusiasmo permanece. Porque convengamos el zombi no tiene la aristocrática melancolía de Drácula ni el pathos de la criatura de Frankenstein ni el abolengo faraónico de la Momia ni los blues lunáticos del Hombre Lobo. El zombi no es espécimen sino especie: puro plural sin singularidad alguna. Es torpe y lento (siempre me pregunté cómo se las arregla para alcanzar a sus víctimas con esa cadencia casi geriátrica de su andar) y más bien poco iluminado (su permanente ansia por masticar materia gris no parecen incrementar en un gramo o una neurona su más bien difusa capacidad intelectual) Aunque sí hay algo que lo distingue y enaltece: su constancia de abeja hormiga, su entusiasmo para crecer y multiplicarse hasta alcanzar el estatus de mayoría más bien poco silenciosa y por último pero no en último lugar el súbito espanto de poder reconocer entre sus filas a nuestra abuelita muerta. De ahí que el zombi sea un monstruo eminentemente visual: hay que verlo para creerlo (y temerlo) De ahí también que sus greatest hits sean eminentemente cinematográficos: White Zombie (en España, La legión de los muertos sin alma) de Victor Halperin (1934) el romanticismo gótico exportado al Caribe de Yo anduve con un zombi, del gran Jacques Tourneur; y la fundadora de toda la zombilogía moderna: La noche de los muertos vivientes, que George A. Romero estrenó en 1968 y que no hace mucho ha sido bendecida y preservada por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos como artefacto de importancia cultural Allí en glorioso blanco y negro indie se propone por primera vez pero para siempre la sociedad inseparable de los zombis como el Apocalipsis. Derrames radiactivos, virus fugitivos, antigua profecía, fenómeno cósmico, esporas extraterrestres, comida en mal estado: no importa. Lo que sí importa es que, de pronto, hay mucha gente rara caminando por ahí. Y huele mal. Romero reconoció su deuda con la novela vampírica Soy leyenda (1954) de Richard Matheson y, desde entonces, el molde se mantiene. Hay que correr, disparar a la cabeza, sobrevivir, atrincherarse en un sitio que puede ser una cabaña o un shoppingmall. Y el público como zombis acude una y otra vez a degustar esta premisa básica pero efectiva donde los contados y reconocibles individuos se enfrentan a la creciente y anónima masa. No son fáciles los zombis de llevar a la página impresa, resultan menos románticos y huelen peor que los muy higienizados vampiros de Stephenie Meyer. El casi turístico The Magic Island, de W. B. Seabrook, en 1929, es considerado texto inicial, aunque H. P. Lovecraft lo había hecho mejor en 1921 con su clásico relato Herbert West, reanimador Tras sus pasos, Stephen King revisitó el fenómeno en un puñado de cuentos, en esa eficaz reescritura gore del perfecto e incorruptible La pata de mono (1902) de W. W. Jacobs, que es la tremenda Cementerio de animales (1983) o en la no tan lograda Cell (2006) donde la pandemia se dispara a través de un señal enviada vía teléfono móvil. Max Hijo de Mel Brooks ha explotado la franchise en Guerra Mundial Z (Almuzara, 2006) y Zombie: guía de supervivencia (Berenice, 2008) pero también hay que citar la original y lograda aproximación a los desaparecidos como entes retornables en Chicos que vuelven (2011) de la argentina Mariana Enríquez; y Jonathan Maberry publicó, en 2008 el ensayo Zombie CSU: The Forensics of the Living Dead, para después pasarse a la novela con títulos como Patient Zero (de 2009, donde los zombis brotan como cepa de un atentado musulmán- fundamentalista) Dead of Night (2011) y Rot Run y Dust Decay (2010- 2011) díptico juvenil que alguien definió como El zombi entre el centeno Todo lo anterior que quede claro es una selección parcial y personal. Imposible paladear tanta carne podrida. Puesto a elegir una entrada reciente, me quedo con Feed (Minotauro) candidata al Premio Hugo 2011. La novela, de Mira Grant alias de Seanan McGuire constituye la primera entrega de The Newflesh Trilogy Un molde que se mantiene De los Pitufos a los Simpson scribo esto durante los primeros latidos de la noche de Halloween y, en la calle, comienzo a oír los gruñidos de niños disfrazados. Me asomo a la ventana y ahí vienen: arrastrando los pies, los brazos extendidos, el rostro desencajado. Y me digo que uno de los motivos posibles para la popularidad de los zombis en estos tiempos donde ese famélico y voraz de los pequeños bien puede confundirse con un desesperado y hambriento de los mayores tal vez tenga que ver con lo decididamente económico de su look: alcanza con ropa vieja y rota, harina o talco en el rostro, un poco de ketchup o tinta roja, y allá vamos. Además, el zombi desde sus orígenes afrocaribeños tiene una clara raíz tercermundista. Así, el zombi como signo de los tiempos en el que se funden ritos del pasado con pánicos epidémicos del presente y terrores futuristas por el fin de todas las cosas y la paranoica imposición de un nuevo orden laboral esclavizante. Porque, a la hora de la verdad, el peligro (la invasión de zombis) E Cineastas como George A. Romero (bajo estas líneas) creador de La noche de los muertos vivientes y John Landis (en la imagen inferior) que dirigió el vídeo de Thriller de Michael Jackson, han contribuido al éxito de la temática zombi. A la izquierda, una escena de la serie de televisión The Walking Dead

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