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CULTURAL MADRID 15-10-2011 página 26
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CULTURAL MADRID 15-10-2011 página 26

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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Arte 26 UN DOLOR AGUDO o crueldad, la pasión y la locura... Todo cede entre sus manos para ser combinado con su revés. El día de la inauguración, una amiga común le señalaba con buen ojo la curiosa, inesperada deriva españolista de su virado al negro (el Barroco, las vánitas, la visión luctuosa del mundo que se pudre) y él se sorprendía de encontrarse acompañando, de golpe, a Ribera, Goya e incluso Picasso. Lo cierto es que Zamora, a pesar de su juventud, alcanza una voz muy honda aquí, dando un salto cualitativo en cuanto a sus asuntos, pero también a la forma de tratarlos. De hecho, sus dibujos, vídeos, fotografías e instalaciones conforman tanto obras aisladas convincentes como un conjunto cerrado, lleno de pasión familiar y coherencia molecular. Como decimos, su personal universo se entenebrece aunque, al tiempo, qué paradoja, todo es más claro; porque al apostar por el lado oscuro de la fuerza, las lecturas aparecen ya encaminadas en muchos de los casos. Y sin embargo, recorriendo la exposición, magistralmente montada, el espectador se verá vapuleado por sentimientos contradictorios. Por ejemplo, el escalofrío que producen algunos de sus dibujos, fotografiados, desenfocados y ampliados a gran tamaño se da la mano con el aspecto cómico de una cucaracha disecada que, patas arriba en un rincón, proyecta una sombra viva, con las extremidades moviéndose todavía. ¿Es solo un chiste visual? Probablemente aislada pudiera llegar a serlo, pero en la trama de guiños que unas piezas lanzan sobre otras hay que reconocer a un artista precozmente maduro que domina su repertorio de manera envidiable. Es, sin duda, la más completa y lograda de sus individuales. Y en vivo o indirectamente creo haber seguido todas las suyas, pues este joven artista se me hace imprescindible para entender esa generación a la que pertenece y que con tan alto nivel representa. ÓSCAR ALONSO MOLINA JUAN ZAMORA REPLAY (DESDE LO MUERTO) Galería Todo está claro C alaveras y cuencas vacías, cadáveres medio deshechos; un agujero negro girando incesantemente mientras el contraluz de un buitre reproduce el mismo movimiento planeando sobre nuestras cabezas desde una pantalla en el techo. Todo realizado en riguroso blanco y negro, con el espanto saltándonos a la cara, pero sin poder bajar los ojos. No cabe duda de que Juan Zamora (Madrid, 1982) uno de los nombres más exitosos de su generación, abandona el territorio engañosamente dulzón en el cual se ha manejado en los últimos tiempos, para regresar a la poética de lo terrible, lo turbador y lo incómodo con que se dio a conocer. Es sorprendente con qué ligereza ha impreso este giro, consiguiendo, no obstante, ser él mismo una vez más. La verdad en que en muy pocos años Zamora ha consolidado ya una carrera ejemplar, seduciendo a porciones La cabeza de un burro (2011) de Juan Zamora DESDE LA SOMBRA La primera revisión de la escultura de Rui Chafes en España se celebra con una rotunda muestra en la Fundación Luis Seoane de La Coruña amplísimas de público. Desde el principio marcó las pautas de su trabajo y en ellas se ha mantenido coherentemente, dándoles, eso sí, oportunidad a todas de desarrollarse de manera generosa. La primera, su voluntario sometimiento a los medios mínimos, aún en lo sofisticado del soporte tecnológico de que echa mano con frecuencia para sus piezas. Segunda, la ambivalencia premeditada de los componentes iconográficos, por lo demás, muy singulares, y que en esta ocasión alcanza su mayor desarrollo. La última, el uso del dibujo como eje vertebral y el infantil muy especialmente como medio desde el que decir lo más tierno y lo más estúpido, cosas bellas y grandes incorrecciones, obscenidades Entre tierno y estúpido Moriarty. Madrid. C Libertad, 22. http: www. galeriamoriarty. com Hasta el 12 de noviembre stamos narcotizados por el directo (en el que se entrecruzan la pulsión voyeurística y la estrategia de la vigilancia planetaria) esa iluminación que no quiere que nada quede en sombra. Nuestra adicción a la violencia catódica nos ha inmunizado contra el sufrimiento. Tristes epígonos de Bartleby, apenas somos capaces de soportar la fugacidad, esa experiencia que, como advierte E Alberto Ruiz de Samaniego, está extrañamente sedimentada en la obra de Rui Chafes, que introduce una gélida ternura en sus intensas lecciones de tinieblas que van más allá de lo anecdótico para proponer una suerte de retorno de la contemplación interior que defendiera Novalis. Las rotundas esculturas de Chafes pueden ponerse en relación con la idea de la destinerrancia la posibilidad que tiene un gesto de no llegar nunca a su destino como con-

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