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CULTURAL MADRID 24-09-2011 página 5
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CULTURAL MADRID 24-09-2011 página 5

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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SÁBADO, 24 DE SEPTIEMBRE DE 2011 abc. es ABC cultural 05 sobre un mundo que se desplazaba lentamente. La mira descansaba ante él. Bill se encajó los auriculares sobre las orejas y se conectó al sistema. Ahora volaban a siete mil pies. A lo lejos, Bill podía ver el objetivo en el suelo, tres círculos concéntricos, y en el centro un pequeño edificio blanco que era el blanco: su primera misión de ensayo sobre su primer blanco. La voz del instructor sonó alta y clara en sus oídos: Toma el mando de la misión Bill sintió pavor. Clavó los ojos en la mira y halló el blanco. Comprobó altitud y deriva y a través del micrófono comunicó sus instrucciones al piloto. Estaba asombrado de saber qué hacer y que funcionase. Sintió que era mucho lo que dependía de su primera misión. Tenía el rostro tenso y los labios apretados mientras accionaba los botones de ajuste. Oyó al instructor que le decía: Relájate, vas a estallar en llamas Tenía el blanco delante y aproximándose cuando accionó el disparador. Se llevó el micrófono a los labios y por vez primera en un avión en movimiento gritó: Bombas fuera El instructor echó un vistazo a través de la mira justo antes del lanzamiento y asintió Al regresar de su primera misión de ensayo, Bill descendió del avión sintiéndose mucho más viejo que cuando subió a él. El paracaídas rebotaba contra él sin pudor. No había lanzado ni una sola bomba aún, pero había hallado un blanco en tierra a través Vas a estallar en llamas de la retícula de una mira. Era su primera mini graduación y se sentía muy satisfecho con ella. Tan satisfecho se sentía que él y otro cadete bajaron al pueblo esa noche en autobús. Él y su compañero recorrieron la calle y contemplaron los escaparates. Compraron algunas postales, que escribieron y echaron al correo. En una esquina había un pequeño local donde servían cerveza y se podía bailar, una barra, una pequeña pista de baile, una gramola y algunas mesas. Pasaron al interior y pidieron cerveza y se sentaron. Era un lugar de lo más alegre. Pasado un rato bailaron con unas chicas y charlaron con ellas. Se olvidaron de la hora. Fue el primer roce de Bill con la ley castrense. La noche siguiente Bill y su amigo hicieron ronda durante tres horas, cien yardas de ida y cien yardas de vuelta. Sus paracaídas daban bandazos y rozaban la blanda carne a sus espaldas. Arriba y abajo estuvieron marchando durante tres horas. Y Bill oyó de nuevo en sus oídos la voz del capitán: Así aprenderá a acordarse de echarle un vistazo al reloj y cuando Bill contestó de forma poco convincente: Lo hice, señor, pero mi reloj debe de haberse estropeado la respuesta fue tajante: No hay relojes estropeados que valgan en las Fuerzas Aéreas. Ni excusas que valgan y continuó el capitán: Esto no es una guardería. Va a ser usted un oficial. Tendrá que controlarse a sí mismo. Esa es su responsabilidad. Lo que haga usted con su tiempo libre es asunto suyo pero debe cumplir las normas Y añadió: Y se lo advierto. No vuelva a recurrir a la historia esa del reloj estropeado jamás. Con ella no es que vaya a sacar lo mejor de mí ni de nadie. Tres horas de ronda El vigésimo tercer día, Bill lanzó sus primeras bombas de ejercicio. Estas son exactas a una bomba real de cien libras. Son proyectiles de metal y están rellenos de arena. Ahora, Bill realizaba todos los días misiones de bombardeo reales sobre el blanco y los depósitos de bombas se abrían cuando realizaba el acercamiento al blanco. Antes del despegue, inspeccionaba las bombas de ejercicio pintadas de azul que ocupaban los bastidores y ya en vuelo retiraba los percutores de seguridad. Ahora Billy tenía algo tangible que arrojar sobre el blanco. Conforme realizaba la aproximación, se abría el depósito de bombas; localizaba el blanco, realizaba las correcciones necesarias, y fijaba la mira, y entonces la bomba se deslizaba con un chirrido metálico al tiempo que era liberada. Por un instante, era como si permaneciese suspendida en el aire debajo del avión, en deriva horizontal, y luego, muy despacio, cabeceaba e iniciaba el descenso, dibujando un arco hacia el objetivo. La bomba explotaba y un destello y una humareda marcaban el punto de impacto. Bill se estaba convirtiendo en bombardero pero también en soldado. Sus andares habían cambiado, también la pose. Su pasado como civil se le antojaba a años luz. Deriva horizontal Fue Roosevelt (sobre estas líneas) quien convenció a Steinbeck (en la imagen superior) de que escribiera Bombas fuera Arriba, algunas de las fotografías que tomaron John Swope y el propio Steinbeck en esta misión

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