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CULTURAL MADRID 02-07-2011 página 8
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CULTURAL MADRID 02-07-2011 página 8

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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Opinión 08 n cinco días solo se ven de Tokio algunos de los grandes manhattan que contiene. Un noche, Víctor Ugarte nos descubrió el Miles, un bar de copas y jazz en el corazón de Ginza. La conversación giró en torno a la mala traducción que García Márquez hizo con sus putas tristes a partir de una excelente novela de Kawabata. La gran epifanía de esa noche felizmente interminable la provocó Ryukichi Terao, profesor de la Universidad de Tokio, el único traductor vivo que puede hacerlo de una y otra manera: japonés- español y español- japonés. Cuarenta años de gran sabiduría. Ryu nos descubrió el secreto del Miles. Se llama así por el trompetista y, además y para colmo, lo regenta Hide Ono, la oveja negra de la familia Ono, el menor de los hermanos de Yoko, la millonarísima (tenemos fotografías con él, para quien dude) Vuelvo a Ryu. Algunos de sus trabajos: los ensayos de Literaturas al margen (Ediciones Mucuglifo) y las traducciones de Idéntico al ser humano, de Kobo Abe (Candaya) y La gata, Shozo y sus dos mujeres, de Junichiro Tanizaki (Siruela) Terao es un gran conocedor de Tokio, de la literatura española e hispanoamericana, y desde luego de la japonesa. No tiene pelos en la lengua y dice, tras pensarlas, cuantas inconveniencias coinciden con su verdad. Es, sorprendentemente, un yucateca en Tokio, porque habla como un mexicano del Caribe que vivió en Caracas y Bogotá y al que se ha pegado en el alma el tono caribe- venezolano. ide Ono nos miraba desde la barra con una sonrisa oriental y condescendiente. Gritábamos a destajo los españoles, menos Carlos Abella, que invitó a una ronda y es de verdad un diplomático occidental. Le hablé a Ryu de Sayonara, Mio, la novela de Takuji Ichikawa que acaba de publicar Alfaguara. Está bien me dijo, pero tengo que mirar la traducción española añadió sin concesiones. Después nos enredamos en Kenzaburo Oé y en la traducción que prepara de Adiós, mis libros para Seix Barral. Como no tiene pelos en la lengua, me confesó que las traducciones españolas de Oé son todas de muy bajo nivel. No son del japonés, sino del inglés me dijo, y eso, en lugar de una, implica dos traiciones. Sonaba la música de El Padrino, y entre tragos me empeñé en decir que era de Cavalleria rusticana, hasta desviar mi verbo florido a Lampedusa. Abella me miraba asombrado, porque ya entrado en alcoholes yo discuto en alta voz conmigo mismo, como si me estuviera peleando en un ring con mi propia sombra. En la madrugada llegaron un par de bellas japonesas, solitarias y sonrientes, que se unieron a nosotros para hablar y libar del whisky japonés que ha asustado a los mismos escoceses, al arrebatarles E A LA INTEMPERIE J. J. ARMAS MARCELO TOKIO EN CINCO DÍAS Entonces, como regalo para los visitantes, se movió todo. La tierra tembló. Fueron dos segundos. El primero de los segundos pasó rápido, pero el segundo segundo duró un segundo infinito y ya inolvidable el gran premio mundial. Gran whisky el Yamazaki, para hablar en alta voz de literaturas. La fotografía de Víctor Ugarte con Vargas Llosa y Kenzaburo Oé en el Instituto Cervantes es de las que marcan época: las excelencias de Oriente y Occidente bajo Cervantes. Una maravilla única, solo posible de momento en Tokio. ¿Y de la radiactividad? Exageraciones de Occidente, según he podido constatar. Perdonamos la ignorancia me repitieron algunos japoneses distinguidos. Otra noche, visitamos Las Mazmorras (lo escribo en español, porque en español está) un antro magnífico digno del mejor Kubrick. Allí, ordenados y esperando turno, descansan todos los artefactos sexuales que imaginarse puedan sobre el planeta. Nuestra conversación esa noche, con Jorge Eduardo Benavides inspirado como jamás, giró sobre el erotismo, la pornografía literaria, los grabados eróticos de Japón y los secretos de algunos famosos occidentales en Tokio. abíamos cenado cangrejo de todo tipo (con pasta y en pizza incluso) en el Crabber House de Aoyama y sentíamos intensamente que por lo menos esa noche éramos parte de los propietarios del mundo. Así volábamos por Tokio, como Mary Poppins, pero sin paraguas. Hablamos de la mañana que habíamos pasado en Jimbocho, en el barrio universitario de Tokio, entrando y saliendo de librerías de viejo llenas de libros que, en el fondo, eran joyas de la corona del tiempo, casi todos en japonés, algunos en chino y coreano. Esta temporada hace un calor infernal en Tokio, no digamos Kioto (parecía que estábamos en medio del Sáhara) y la cosa del calor solo está empezando. Íbamos y veníamos por las avenidas de Tokio como si nos hubieran regalado la ciudad tan hermosa durante cinco días para nosotros solos: limpieza extrema, respeto a los viejos, delicadeza en el trato humano, cuidado máximo de las formas. No pudimos asistir a la sesión de kabuki del Cervantes, ni Benavides ni yo, porque estábamos hablando con traductores e hispanistas en el quinto piso del Cervantes a esa misma hora. Y entonces, como regalo para los visitantes, se movió todo. Lo que nosotros llamamos terremoto, los japoneses lo llaman temblor. Y la tierra tembló. Se está moviendo dijo una japonesita, mientras corría a abrir una puerta para salir disparados todos si la cosa iba a más. Fueron dos segundos. El primero de los segundos pasó rápido, pero el segundo segundo duró un segundo infinito y ya inolvidable. No fue a más la cosa. Y esa madrugada me encerré con Sayonara, Mio, una novela sentimental que ha tenido un éxito tremendo en Japón y en todos los países donde ha salido traducida a otras lenguas. Hay que leerla. Trata de la familia, del vacío, de la muerte y, por tanto, de su contrario (o no tanto) la vida. H H En pequeñas dosis Censura a las telenovelas Los culebrones tienen su hueco en nuestro corazoncito, y en nuestra cultura. Que se lo digan a Vargas Llosa. Y va Evo Morales y proclama que fomentan los cuernos Esto sí que es un culebrón sin pies ni cabeza MIL VISITANTES lleva recaudados la Bienal de Venecia (a la izquierda, el Pabellón de EE. UU. El poder de convocatoria de esta cita está a buen recaudo a pesar de ser la peor de los últimos tiempos 50 Ya basta con indignarse Pues no, nosotros seguimos indignados al ver cómo las editoriales estiran sus éxitos. El boom Hessel (a la izquierda) tiene su continuación en ¡Comprometeos! ¿Y después qué vendrá, Aliviaos

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