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CULTURAL MADRID 12-03-2011 página 29
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CULTURAL MADRID 12-03-2011 página 29

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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SÁBADO, 12 DE MARZO DE 2011 abc. es ABC cultural 29 De arriba abajo, Final de la sesión (1886) Retrato de la baronesa N. Rothschild (1866) El bardo negro (1888) y Sarah Bernhardt (1895) A la izquierda, Pollice Verso (1872) resultados, como para indicar encuadres y composiciones a los propios fotógrafos y, cómo no, también para difundir su obra, lo que logró con éxito, sobre todo en EE. UU. Y es que la suya es una obra tan fotográfica que cabría decir que pintaba con una cámara en los ojos, tal era su obsesión por el detalle y la precisión, capaces de dotar de verosimilitud histórica a sus composiciones, incluso las más pervertidas o ridículas, como para hacer asequible y humana la Historia, incluidos los grandes relatos, llenos de sensualidad y erotismo, de la certeza de los detalles a la expresión de crueldades sin fin. Viajero infatigable, lo hizo a Egipto, Italia, Londres e incluso a España, al menos en dos ocasiones (1873 y 1883) apasionándole Velázquez, a pesar de que sus pinturas estuvieran en las antípodas. Aunque siempre tuvo relación con escultores especialmente con A. Bartholdi y preparaba bocetos de bulto para sus obras, su dedicación a la misma fue tardía, pero cuando lo hizo a partir de 1878, entraron de inmediato en el ámbito de la polémica. Eran los años sobre los debates en torno a la policromía de la arquitectura (Hittorf) y la escultura griegas, acentuados por el reciente descubrimiento de las tanagras de Beocia. Y así incorporó el color, de manera sensual y erótica, tan clásica como anticlásica, tan erudita como popular, en obras como Tanagra (1898) Jugadora de bolas (1901) Jugadora de aro (1890) o Corinto (1903) que también pintó en su taller, autorretratándose, confundiendo escultura y pintura, fotografía y erudición, verismo y seducción (Pigmalión y Galatea, de 1892, o Pintora de cerámica en la Antigüedad, de 1893) como muy posteriormente han hecho algunos hiperrealistas o Jeff Koons en sus autorretratos con Cicciolina. Fascinante, intensa y para pensar de otra forma el arte del siglo XIX, moderno por antimoderno y... ¿Posmoderno? Gérôme. DELFÍN RODRÍGUEZ JEAN- LEÓN GÉRÔME (18241904) Museo Thyssen- Amor por Velázquez rocedente del Musée d Orsay y del Getty Museum de Los Ángeles, recala en el Museo Thyssen una versión abreviada de la exposición, con casi sesenta obras, de Jean- Léon Gérôme (1824- 1904) pintor y escultor tan desconcertante y extraviado en su época que ha acabado por representarla de forma inquietante. Y es que Gérôme ilustró hasta los años setenta del siglo pasado la encarnación misma de lo antimoderno, escribiendo con su pintura a veces pareciera que con intención kitsch y con su escultura policromada a medio camino entre la erudición arqueológica depositada en las tanagras helenísticas, el bibelot y los muñecos de feria un relato aparentemente periférico, marginal, reaccionario, menor e irritante. Y, sin embargo, se trata de una narración tan atada a su tiempo que obliga a entender su obra como moderna, aunque su modernidad sea otra, no la triunfal, a la que despreció de Manet a los impresionistas y que conduce a las vanguardias, sino la propia de la cultura de su tiem- P po, atenta a la vez a la tradición elitista, institucional, erudita y académica, y a la cultura popular y de masas. Pintura la suya que, vista desde el tiempo, pareciera de feria o de teatro ambulante, ¿de cine? a pesar de su grandilocuencia e incluso de su monumentalidad, con una técnica tan puntillosa en palabras de Baudelaire, que se tiene la impresión de estar ante una ilustración anecdótica o una caricatura extremada, una radicalización absurda de la tradición de Ingres e incluso de la de su maestro Paul Delaroche, en cuyo estudio compartió amistad con pintores que acabarían siendo, como ha estudiado Helena Pérez, fotógrafos extraordinarios, tal es el caso de Gustave Le Gray, Charles Nègre o Henri Le Secq. Apasionado por Daguerre y por el barón Gros, usó el daguerrotipo, el calotipo y la foto para muchas de sus obras, confundiendo así las supuestas certezas de la imagen fotográfica y la precisión de la pintura. Y, al revés, como denunciara Zola, daba la impresión de que pin- De teatro, de feria taba para que sus obras fueran reproducidas por la fotografía, como lo fueron, de hecho, por Le Gray o Richebourg. La exactitud, la verdad y la objetividad que todos estaban dispuestos a otorgarle era para Gérôme la mejor garantía para mostrar sus cualidades excepcionales como pintor exacto, se diría que casi erudito, minucioso y puntilloso en la representación de sus cuadros etnográficos y de Historia, de la antigüedad clásica a Oriente, de la Francia de Luis XIV a la contemporánea. Théophile Gautier, casi siempre aliado, escribió de La muerte de César (1859- 1867) que jamás una escena histórica pareció tan real Zola, sin embargo, fue especialmente cruel aunque no el único y así, en 1876, señalaba: El Sr. Gérôme trabaja para la casa Goupil, pinta un cuadro para que sea reproducido mediante la foto y el grabado y se vendan así millones de ejemplares La observación estaba cargada de artillería pesada, ya que el artista había contraído matrimonio con Marie, una hija de Goupil, en 1863. Pero Gérôme usaba el nuevo medio tanto para servirse de sus Bornemisza. Madrid. Paseo del Prado, 8. Comisario: Guillermo Solana. Catálogo: 35 euros. Http: www. museothyssen. org. Hasta el 22 de mayo

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