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CULTURAL MADRID 12-02-2011 página 15
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CULTURAL MADRID 12-02-2011 página 15

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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SÁBADO, 12 DE FEBRERO DE 2011 abc. es ABC cultural 15 ientras leía la excelente novela Todo lo que se llevó el diablo, de Javier Pérez Andújar, no podía dejar de recordar otro libro, El queso y los gusanos, de Carlo Ginzburg, así que no me sorprendió encontrarlo en la autobibliografía que añade el autor: ahí está, en la página 298 (aunque con una errata en el apellido del italiano) el mismo libro que leí hace ya veinte años en inglés y volví a leer el año pasado en una reedición reciente en español, en la editorial Península. La presencia de esta obra me hace creer que mi lectura de la novela de Pérez Andújar quizá no sea (tan) disparatada. La novela trata de las Misiones Pedagógicas de la II República, de lo que aconteció en un pueblo de Zamora que visitaron y de cómo se recupera en la actualidad la memoria (perdida) de todo aquello (y explica lo que sucede ahora) Cierto. Y, sin embargo, creo que las Misiones Pedagógicas son solo la ocasión para exponer otro asunto: el de la cultura popular, un concepto intrincado y difícil de manejar donde los haya. En cierto modo, el verdadero protagonista de la primera novela de Pérez Andújar, Los príncipes valientes, también era la cultura popular. Pocos libros me han ayudado tanto a comprender (o a complicar, que viene a ser lo mismo) el concepto de cultura popular como el análisis que Ginzburg hace de la visión del mundo de aquel molinero del siglo XVI, Menocchio, acusado de herejía. Lo que nos cuenta Ginzburg es cómo lee (desde dónde lee y qué hace con lo que lee) Menocchio los libros de la cultura oficial o alta cultura que se ponen a su alcance y por qué los malinterpreta (o los lee con un sentido opuesto al que tienen en la alta cultura) u lectura, más que herética, es subversiva, porque el molinero lee a partir del materialismo de la cultura popular medieval. ¿Cómo podía Menocchio sacar conclusiones tan alejadas de lo que le decían (a otros) los libros que había leído? Porque él leía desde otro sitio. A él no le decían lo mismo que a aquellos para quienes habían sido escritos. En este sentido, el libro de Ginzburg, también se enfrenta al mismo problema que el de Pérez Andújar: las Misiones Pedagógicas, la relación (o colisión) entre la cultura de las clases dominantes y la cultura popular. En el fondo, la pregunta no es cómo leemos, sino qué hacemos con lo que leemos. Por muy fascinante que sea la recreación narrativa de la España de 1935 (y lo es de verdad, con Azaña como el capitán Nemo de la República a mí me apasiona aún más la reflexión narrativa acerca de la cultura popular que lleva a cabo Pérez Andújar. Flaco favor sería, en mi opinión, M LECTURAS Y RELECTURAS RAFAEL REIG EL HUMO ROSADO Creo que las Misiones Pedagógicas, en Todo se lo llevó el diablo de Pérez Andújar, son solo la ocasión para exponer el asunto, intrincado y difícil de manejar, de la cultura popular limitarse a leerla como ¡otra maldita novela sobre la Guerra Civil! (que diría mi amigo Isaac Rosa) Así, por poner un ejemplo, los misioneros pedagógicos, van a una aldea perdida a representar El caballero de Olmedo, pero resulta que allí hay un guarda forestal que todo el pueblo (su mujer la primera) considera que ya lleva muerto dos años, aunque él se niegue a aceptarlo: si no pones de tu parte, no podremos darte sepultura le regaña su mujer. Ese público, ¿cómo verá la obra del caballero que presencia su propio entierro, basada en una leyenda que para ellos no es tal, sino realidad? Es una escena a la altura de Cien años de soledad, una novela que está tan cerca de la cultura popular que el propio García Márquez afirma: Más en serio que en broma, he dicho que Cien años de soledad es un vallenato de 400 páginas Javier Pérez Andújar no sé si canta vallenatos; en su novela recurre tanto al cuento popular, con una visión parecida a la de Vladimir Propp, como a la novela de quiosco o el tebeo y, por supuesto, al romancero. or otra parte, aunque no faltan elementos carnavalescos, creo que lo que mejor ha recogido de Mijail Bajtín (La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: el contexto de François Rabelais) es su concepción de la novela como galería de voces (polifonía) y la ambivalencia, el desafío al discurso unívoco. He escrito antes que se trata de una reflexión narrativa, porque un novelista, en una novela, no piensa, cuenta. Tener opiniones es de señoritos afirma un personaje que es afilador: Es a los ricos a los que les gusta opinar; pero la gente trabajadora no pierde el tiempo dando opiniones. O hace las cosas, o no las hace. Hechos, no palabras Este afilador, creo, define el programa literario de Pérez Andújar: convertir las palabras en hechos. Como diría Pessoa: ¿Sentir? ¡Qué sienta quien lee! A mí, al leerla, esta novela me ha hecho sentir, pero también pensar mucho. No conozco demasiado al autor (una sola vez tomé con Juan Cerezo una cerveza con él y su mujer, Laura) pero tengo ganas de discutir con él el final de la novela, tan inesperado y tan bajtiniano (ambivalente) es de los que pulsan la tecla de auto- reverse y te obligan a rebobinar y volver a leer desde el principio. Aun sin conocerle, me atrevo a afirmar que no le disgustaría que, como conclusión de su novela, un lector (éste por ejemplo) sacara la de aquellos versos de César Vallejo que él también se sabrá de memoria, seguro: Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él, de frente o transmitido por incesantes briznas, por el humo rosado de amargas contraseñas sin fortuna P S La historia de la ardilla suicida Cattelan firma la pieza de la ardilla suicida que tanto ha dado que hablar (con sorna casi siempre) esta semana. Cattelan provoca como nadie y sus precios de mercado son, más que provocativos, prohibitivos Coleccionistas de verdad La coleccionista Patrizia Sandretto es la dueña y señora del cadáver de esta ardilla, así como de una colección de arte contemporáneo que ya quisiéramos. Aviso para navegantes: La señora Sandretto visitará ARCO Preparados, listos... El grito de ya resonará la próxima semana, pero estamos que nos come la impaciencia porque la trigésima edición de ARCO empiece. Los tiempos son malos, pero les deseamos toda la buena suerte

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