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CULTURAL MADRID 08-05-2010 página 10
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CULTURAL MADRID 08-05-2010 página 10

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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MIkEL CASAL a la intemperie j. j. armas marcelo Lisboa H ay que viajar a Lisboa con frecuencia. Nuestros dos países, acostados en la misma piedra ibérica, se ignoran gozosamente. Error histórico descomunal. A Felipe II (cuentan) le recomendó el Emperador Carlos que pusiera en Lisboa la capital del Imperio si quería mantenerlo. Si quieres perderlo, ponla en Madrid. Voilà. En Lisboa celebran el centenario de Fernando Pessoa, el hombre del desasosiego que buscaba palabras caminando por Lisboa para convertirlas en pensamientos, versos y poemas. Ada Amorossa no me habría mirado jamás (ya tengo para esas mujeres bellas la edad de la invisibilidad) pero hablé en la Casa Pessoa, gracias a mi amiga Inés Pedrosa, y la todavía joven y hermosísima Ada, de Goa, piel de aceite negra, ojos agrisados en ese mismo negro, gacela en la selva del mundo, manos perfectas y dedos acogedores que acarician levemente con las uñas, piernas exactas, descubrió mi sentido del humor y le gustó. Y se convirtió en mi Beatriz por Lisboa. Caminamos, cogidos de la mano, eduardo lourenço, un ensayista que lo sabe todo de Portugal y esPaña, se ríe de mis bromas sobre la vanidad de los escritores. en cuando oigo que un escritor habla desde su humilde oPinión, salgo corriendo digo Liberdade abajo hasta Comercio, bebimos ron Cacique en la Rua Augusta, comimos sardinas en Casa Martinho, nos dimos un salto hasta A Brasileira, nos miramos a los ojos: entonces, para salir del paso, le hablé de Pessoa y de mí mismo, ¡qué distancias! Se sonreía cuando le hablaba de mis hazañas bélicas mientras comíamos frente por frente de la casa de Pessoa, en Trempe. La Rua Coelho da Rocha, en Campo de Ourique, será cerrada para celebrar el centenario del poeta el 13 de junio próximo. Le he prometido a Ada Amorossa volver a explicarle el caso clínico de mi actual impotencia, que a ella le maravilla. Como le maravilla la voz de Paco Paz, pariente de Octavio Paz (el novio de mi agente, Anne- Marie Valat) que recita poemas de Ladera este o Libertad bajo palabra, mientras Carlos da Veiga, mi editor de Teorema, y mi amigo Almeida Faria se ríen a carcajadas cuando cito al poeta Padrón, a quien en Lisboa llaman O cretinho. Hablamos de Dublinesca, de Vila- Matas; de Martínez de Pisón, de la Monja Alférez, de cómo los portugueses se interesan por la literatura española y cómo nosotros no nos interesamos nada por la portuguesa. Los ojos de Ada Amorossa crecen con curiosidad mientras los escritores hablamos. Me acaricia con sus uñas, leve, serena, amorosamente: es un cachorro de tigresa único en el mundo. Sus dientes blancos y su cabello negro, al aire: una delicia para un fotógrafo de la memoria. En el Instituto Cervantes, Eduardo Lourenço, un ensayista que lo sabe todo de Portugal y España, se ríe de mis bromas sobre la vanidad de los escritores. En cuando oigo que un escritor habla desde su humilde opinión, salgo corriendo digo. El más vanidoso es quien más lo disimula, añado, aunque al final la cola de pavo real limpia su camino de polvo y paja y es evidente su vicio. En la Feria del Libro, llego hasta Leia (hoy, por eso de las lenguas abiertas, Leya) a buscar la caseta de Teorema, a ver mis libros a la venta (firmo dos o tres, ni soy galáctico ni soy mediático) y, cuesta abajo, camino de la mano de la joven Ada. Le digo que soy un viejo verde, impotente por una herida en combate y una intervención quirúrgica mal hecha. Ella, me dice, romperá esta tarde ese conjuro negativo que me impide la poética erótica de la horizontal desde hace bastante tiempo. No dejes nunca el sexo y él te recompensará dice Ada Amorossa y yo tiemblo de felicidad literaria en Lisboa. Pessoa me ayuda en su casa. Observo su habitación con tremendo respeto, sus trajes, sus zapatos, sus objetos personales, sus pocos pero buenos libros. Almeida Faria lo repite: que soy el más latinoamericano de los novelistas españoles y el más español de los latinoamericanos. Yo repito: soy español canario, mitad venezolano, mitad cubano. Ada toma notas para mi curación inmediata. Cuatro días en Lisboa son suficientes para quitarle a cualquiera las impotencias con las que la vida nos acongojona de vez en cuando. Pessoa, cánticos, centenario: Lisboa. Espetos de sardinas en los barrios para celebrar al poeta. Volveré. n aBCD 10

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