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CULTURAL MADRID 18-07-2009 página 30
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CULTURAL MADRID 18-07-2009 página 30

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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A. FOTOGRAFÍA NOTABLE CALIDAD LA DE LAS PIEZAS ESCOGIDAS PARA ESTA INUSUAL COLECTIVA. LOS DIÁLOGOS QUE SE ESTABLECEN ENTRE ELLAS DAN LUGAR A DESTELLOS INESPERADOS que se convirtió, el pequeño papel casi abstracto trae a la cabeza los registros que justo una década más tarde harían célebre a alguien como David Salle, con su recurrencia a las superposiciones y transparencias figurales o a la imagen de grisalla latente, coincidiendo incluso en la estructura compartimentada del plano de representación, y hasta en la gama de color característica. Su bienvenida es simétrica al secreto que asiste a las fotografías de Nobuyoshi Araki (Tokio, 1941) que el espectador tendrá que ir a buscar a la oficina de la galería; allí se profesa el culto a las posturas como diría Georges Vigarello, que, con sus inevitables connotaciones mundanas, implica siempre peligro EJEMPLOS DE CALIDAD. Tras estas pequeñas sorpresas, llegan nuevos ejemplos de calidad, aunque mucho más previsibles. David Levinthal (San Francisco, 1949) y Thomas Ruff (Zell am Harmersbach, 1958) instauran su particular velo en la erótica del desnudamiento por medio de la cita a la mecánica óptica y los medios audiovisuales: el desenfoque del efecto flou, en uno; la codificación propia de los canales de pago, en el segundo. Tras el mínimo distanciamiento, en ambos casos laten las imágenes extraídas de la industria pornográfica, volcadas, paradójicamente, hacia una completa exterioridad. Es en el género pornográfico donde fantasmáticamente se vuelve accesible el cuerpo a través de su traducción en postura, fetiche, detalle hiperreal, siempre desplazamientos indefinidos de lo que se aspira a tocar, lamer, ver de cerca, oler, saborear... Llegado a este punto, caben dos momentos radicales: o la sublimación aséptica, estilizada, puramente icónica de los estereotipos de Julian Opie (Londres, 1958) para quien todo está al borde de la señalética y la neutralidad del lenguaje; o el empecinamiento carnal de Andrés Serrano (Nueva York, 1950) con su insistencia en la procacidad, lo escatológico y aquello que nuestro tiempo considera perversiones, desvíos, bizarrías, indecencias... Sí, el cuerpo es siempre un escándalo; literalmente: una piedra en la que tropezamos a cada paso. No podemos escapar de sus pliegues y su opacidad esencial sino arrancándonos del nuestro propio. Mientras, el velo convierte por unos instantes su atroz destino mortal en un juego de artificio donde algo se sacrifica a cambio de obtener recompensas. Una mirada lúbrica, por ejemplo. LÍNEAS INSINUANTES. A LA IZQUIERDA, S T (JULIUS OF CALIFORNIA) (1971) LACA SOBRE PAPEL DE REVISTA, DE ROBERT MAPPLETHORPE IMÁGENES AL DESNUDO DESNUDOS COLECTIVA GALERÍA JAVIER LÓPEZ. MADRID C JOSÉ MARAÑÓN, 4 HASTA EL 29 DE JULIO ÓSCAR ALONSO MOLINA Frente a la más elemental pulsión erótica que por definición emana de las partes descubiertas de todo cuerpo humano, tenemos ese otro más complejo efecto estroboscópico del velo que, con su latencia, con ese estar y no estar ahí, dispone delante de nuestros ojos, a nuestro alcance y dominio, lo prohibido o cuanto no debería ser rozado por la mirada. Para las artes visuales occidentales, además, el triunfo absoluto de la posición escópica, que rígidamente las organiza desde antiguo, se vuelve, gracias al velo con su esencia traslúcida, tan material como evanescente, literalmente palpable. Hay es cierto como en Bataille, un punto de no retorno del desnudamiento a la vestidura: La desnudez es la negación del ser encerrado en sí mismo Obscenidad quiere decir equilibrio, salida de una condición de los cuerpos correspondiente a la posesión de sí, al dominio del propio yo entendido como individualidad duradera y estable Pero como bien señaló en su momento Mario Perniola buceando precisamente entre vestidos y desnudos, entre nosotros, sólo con la Reforma, el problema de la imagen de la muerte se presenta como solución al problema de la muerte de la imagen TONO SELECTO. Bastará para darle la razón con echar un vistazo al grupo de desnudos que ha seleccionado la galería Javier López en la muestra encargada de cerrar su programación por esta temporada. Se ha reunido aquí a seis artistas de renombre internacional, viniendo a conformar una pequeña exposición de tono selecto que, aun partiendo en principio de la elemental tesis resumida en el título, Desnudos, termina por superar airosamente ese tipo de huecas colectivas veraniegas con que a menudo los espacios comerciales privados rellenan sin grandes riesgos ni interés, ni energía, en la mayoría de los casos las difíciles últimas semanas antes de irnos todos de vacaciones. Y lo consigue, sobre todo, por la notable calidad de las piezas escogidas algo siempre determinante, pero más si cabe en el tan reducido espacio de la galería en cuestión y porque, al cabo, los diálogos que establecen entre ellas dan lugar a destellos inesperados, alguna reflexión de calado, y no pocas gratificaciones. La pequeña laca sobre papel de revista que nos recibe nada más entrar, firmada por Mapplethorpe (Nueva York, 1946- Boston, 1989) anuncia el juego de liaisons dangereuses presente en todo el recorrido. Pictórico y fragmentario, como nunca más lo será el fotógrafo ultraclasicista en ABCD 30

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