CULTURAL MADRID 25-04-2009 página 30
- EdiciónCULTURAL, MADRID
- Página30
- Fecha de publicación25/04/2009
- ID0005463863
Ver también:
A. ARTE FOTOS: ANNA GRAU TEHCHING HSIEH: EL AISLAMIENTO ES MI VENENO EL MOMA DE NUEVA YORK RECUPERA EN UN CICLO DOCUMENTAL LAS GRANDES PERFORMANCES QUE ALLÍ SE HAN DESARROLLADO. COMIENZA LA SERIE CON EL TAIWANÉS TEHCHING HSIEH, QUE PASÓ UN AÑO ENCERRADO, VOLUNTARIAMENTE, EN UNA CELDA ANNA GRAU No hace mucho, Nueva York despertó en mitad de la noche llamando a uno de los artistas guardianes de su juventud. Después de muchos años de semiolvido y deserción, hubo un estallido de exposiciones en el MoMA y el Guggenheim sobre Tehching Hsieh, a quien Marina Abramovic aclamó como el maestro de la performance Fue en 1974 cuando Hsieh, nacido en 1950 en Taiwán, que se había metido a marinero con el claro propósito de emigrar, saltó de su barco a un muelle de Delaware, echó a andar, paró un taxi y se hizo llevar hasta Nueva York. No tenía papeles, ni dinero; no hablaba inglés (idioma que aún se le resiste) y decir que su arte provocaba era decir poco. Su primera gran performance empezó el 30 de septiembre de 1978 y acabó el 29 de septiembre de 1979. Durante todo ese tiempo, Tehching Hsieh que aún tenía la ¿coquetería? de hacerse llamar Sam Hsieh permaneció encerrado y aislado de todo contacto humano, sin libros, ni radio, ni teléfono, ni siquiera una hoja de papel, en una jaula fabricada por él mismo que ahora se expone en el MoMA. Es la primera vez que exhibo esta jaula en treinta años nos comenta ABCD 30 en su loft de Brooklyn donde nos recibe al lado de su jovencísima esposa china, Qinqin Li. Esos treinta años le preocupan: No quiero que la gente vea esto con perspectiva histórica, no quiero que nadie redescubra mi obra 30 años después... Hace tres décadas yo no era famoso y mucha gente no se enteró de lo que hice. La obra hay que verla en tiempo presente. Lo que cuenta es el impacto que tiene ahora EL GESTO PERFECTO. En los setenta y los ochenta, el público estaba más habituado a este tipo de performances, al arte concebido no como una factoría de objetos, sino de gestos, de los que a veces puede quedar incluso un testimonio desgarradoramente cutre. Entre lo pobre que Sam Tehching Hsieh era en los setenta y los gustos antiglamour de la época, los testimonios de la aventura de la jaula son un puñado de carteles ciclostilados que parecen octavillas del partido comunista albanés. También queda la carta escrita a máquina del notario que dio fe del encierro y sellado de la jaula... Y, por supuesto, la jaula misma. La jaula es lo que el público quiere ver primero, lo que da mayor morbo. Espíritus de curiosidad más atlética