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CULTURAL MADRID 27-12-2008 página 18
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  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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L. POESÍA ENSAYO Luz y canto INSTRUCCIONES PARA AMANECER MIGUEL VEYRAT CALIMA. PALMA DE MALLORCA, 2008 125 PÁGINAS, 14 EUROS UN PROCESO DE CONOCIMIENTO NOS OFRECE EL POETA VALENCIANO MIGUEL VEYRAT EN SU ÚLTIMA ENTREGA VIDA MUNDANA EN LA ALEMANIA NAZI EL PECADO DE LOS DIOSES. LA ALTA SOCIEDAD Y EL NAZISMO FABRICE D ALMEIDA TRADUCCIÓN DE NÚRIA PETIT Y NAOMÍ RUIZ DE LA PRADA TAURUS. MADRID, 2008 463 PÁGINAS, 19,50 EUROS LUIS GARCÍA JAMBRINA La poesía de Miguel Veyrat (Valencia, 1938) ha discurrido siempre por escondidas sendas, al margen de las modas y las poéticas de su generación. Con la publicación, en 1993, de Elogio del incendiario, del que acaba de aparecer una reedición bajo el título de El Incendiario (La Lucerna, 2007) comienza lo que podríamos llamar su etapa de plena madurez, que se continúa con Conocimiento de la llama (1995) La voz de los poetas (2002) y Babel bajo la luna (2005) y culmina ahora con Instrucciones para amanecer. Dividido en ocho secciones, nos ofrece un proceso de conocimiento, desde la bruma y las sombras de la noche hacia la luz y el canto del amanecer; de hecho, también se observa una marcada progresión en la presentación tipográfica de los poemas y en su desarrollo. La primera, Materia de bruma está compuesta por poemas breves y sin título o anclaje; en ellos vemos al yo lírico sumido en la incertidumbre A menudo la niebla me habita En la titulada En el jardín de Uruk los poemas son más extensos y aparecen encabezados por signos ortográficos, a modo de título entre otras cosas, se subraya la importancia del ritmo en la configuración de su canto. En Guarida de Estrellas el canto ya aparece presentido, si bien aún está lejos ¡No te tardes canto! Tú eres el viento el dolor la muerte nos habla de la necesidad de morir o de perder la identidad convencional para poder renacer y alcanzar el conocimiento y la salvación por medio de la poesía. La sección quinta, Una playa de tiempo da un paso más en ese sentido: Pero el canto es existencia: Y el poema una travesía de la muerte del poeta sólo el lenguaje sobrevive Aquí, los poemas, por cierto, llevan ya títulos convencionales. La titulada Hojas de fuego proclama ya la naturaleza y trascendencia del canto: También porque el canto es más viejo que el pensamiento y aún más viejo que el ser del hombre: Nace en el ascenso que caza al nombre y lo congela entre las fuentes del ser En Fuga al silencio se hace presente la verdad del canto la voz en fuga hacia otras voces su vuelo hacia las fuentes del ser. Por último, en Al maestro de música: Instrucciones para amanecer los poemas se llenan de referencias intertextuales y el yo lírico alcanza la plenitud. Según apunta el propio autor, los dos poemas finales, Canto a Robert Lowell y Respuestas a la tribu otorgan su sentido al conjunto del libro. Es la luz hecha canto. EDUARDO GONZÁLEZ CALLEJA LAS ÉLITES REPLETAS DE AMBICIÓN Y CINISMO FUERON PIEZA CLAVE EN EL NAZISMO. A LA DERECHA, HITLER Y SU PLANA MAYOR EN EL TEATRO DE LA ÓPERA DE BERLÍN EN 1935 La cultura y la sociedad del Tercer Reich se han estudiado desde los paradigmas antropológicos de la raza, la sangre o la violencia, pero no de forma suficiente desde el elitismo que caracterizó su devenir histórico. D Almeida aborda un tema apasionante: la actitud del gran mundo ante el régimen totalitario, interpretada en clave de tentación y depredación. El tema no es baladí: el cambio que propiciaron los nazis se convirtió en una norma tan profundamente interiorizada entre la población alemana que fue capaz de definir nuevas reglas de comportamiento para la competición social y la afirmación del éxito personal. CARGOS Y PREBENDAS. Hasta ahora se había prestado escasa atención a las aristocracias en este proceso de cambio político, ya que la vida mundana y las sociabilidades elitistas quedaban ocultas por los fenómenos más espectaculares, y quizás más decisivos, de la movilización de las masas y los usos de la fuerza por parte del Estado totalitario. Existió un agudo contraste entre una sociedad acostumbrada a las más altas cotas de cultura y la omnipresencia de la violencia nazi que derivó en genocidio. Según D Almeida, hubo cuatro motivos esenciales para la adhesión de la alta sociedad al nazismo: el interés material, la pasión ideológica, las emociones y la memoria colectivas y las afinidades personales. Este último factor resulta muy relevante, ya que la alianza elitista que apoyó el ascenso de Hitler al poder no se mantuvo sólo por la codicia o la sintonía doctrinal, sino también por los vínculos generados durante una larga etapa de convivencia y solidaridad como grupo dirigente. Para analizar esta vida mundana que acciona entre bastidores, donde la élite se reparte cargos, prebendas y propiedades incautadas, el autor repasa de forma cronológica el acceso al gran mundo de los nazis tras la Gran Guerra. El largo camino hacia la respetabilidad como condición previa a la conquista del Estado derivó en la creación de espacios concéntricos de poder: desde las 200- 250 personas del círculo íntimo a los 600- 800 allegados que daban tono a las fiestas nazis, y los tres o cuatro millones de privilegiados que, con todo, permanecieron alejados de estos fastos mundanos. D Almeida aborda también el estudio de los mecanismos básicos de control de ese mundo selecto, comenzando por el sistema de donaciones e intercambios que permitió la manipulación de la buena sociedad mediante la imposición de la lógica burocrática al servicio de la relación cortesana. El mercadeo de insignias y condecoraciones fue un buen ejemplo de ello. Pero el lado oscuro del régimen se manifestó en una amplia gama de coacciones impuestas por la ideología, pero también por razones de provecho individual. Estas actuaciones punitivas oscilaron entre el vacío (con el ejemplo paradigmático de la caída en desgracia del compositor Richard Strauss) y la segregación, el acoso, la expulsión o el expolio, que se cobraron su principal víctima en la alta sociedad judía. Como señaló Pierre Bourdieu, las élites de sangre, dinero y cultura trataron de definir y preservar unas normas de distinción y buen gusto que fueron la base del capital simbólico de esta casta (no clase) social. La vida ostentosa de la élite nazi y la creación de rasgos de excelencia y distinción estuvieron presentes a lo largo de la evolución del régimen, si bien con lecturas contradictorias. Bienes simbólicos de lujo y estatus como el automóvil, entendido como paradigma de la modernidad utilita- EXISTIÓ UN CONTRASTE ENTRE UNA SOCIEDAD ACOSTUMBRADA A LAS MÁS ALTAS COTAS DE CULTURA Y LA OMNIPRESENCIA DE LA VIOLENCIA NAZI QUE DERIVÓ EN GENOCIDIO ria, tenían su contrapunto en la imposición de una moda femenina de corte tradicionalista y folklórico. ACTITUDES PROMISCUAS. La afición a la vida campestre contrastaba con el confort particular que brotaba de los amplios salones dotados de un escaso mobiliario, a mitad de camino entre la modernidad funcional de los años veinte y la rusticidad popular. Los placeres audiovisuales (el auge del cine en paralelo al declive del cabaret, la arianización de la música en abierta hostilidad a ritmos degenerados como el jazz o el swing) buscaban trascender las escasas posibilidades de dar rienda suelta a pasiones más inconfesables como la gula o la lujuria. Junto con un empobrecimiento generalizado de la COLECCIÓN ABC gastronomía nacional, el sexo dejó de contemplarse como un espacio de libertad. Pero, cuestionando el tópico impuesto por la Escuela de Frankfurt de la vinculación del nazismo con el sadomasoquismo o la homosexualidad, D Almeida describe el régimen como una etapa de orden moral tras la desenfrenada ambigüedad sexual que caracterizó la República de Weimar. Ello no impidió, sino que incluso justificó, actitudes promiscuas. Sin embargo, las mentalidades y muchas de las costumbres en común de las élites siguieron mostrando pautas tradicionales. Esta persistencia del universo simbólico del Antiguo Régimen, que Arno Mayer estudió, se pudo percibir en el mantenimiento de las costumbres nobiliarias que impregnaron la ABCD 18

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