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CULTURAL MADRID 26-04-2008 página 19
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CULTURAL MADRID 26-04-2008 página 19

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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LA LLAVE DE CRISTAL FERNANDO MARTÍNEZ LAÍNEZ A vueltas con Jack L real a partir de la materia inmóvil de su cadáver y el modo en que éste afecta a un vívido y gran personaje inventado. Así, una tan cerebral como apasionada lección de anatomía impartida por un narrador que merecíamos conocer y admirar. EL OTRO MUNDO. La publicación de Thomson en nuestro idioma injustamente escasa y esporádica es una excelente noticia. Y más vale tarde que nunca es bueno que se retome con esta novela, que por momentos captura los sombríos destellos de Patricia Highsmith y John Banville pero también el romanticismo maldito de Jean Rhys (no en vano, una de las autoras favoritas de Thomson) y esa sobrenatural ambigüedad de Henry James a la hora de tratar las apariciones de otro mundo en el nuestro. Muerte de una asesina es, también, la reafirmación de un talento sin límites ni fronteras que consigue hacer suyo cualquier tema. Thomson ya lo probó con dos primeras novelas de pueblo chico por las que la crítica lo comparó un tanto fácilmente con David Lynch (Dreams of Leaving, de 1987, y The Five Gates of Hell, de 1991) una formidable saga romántica histórica con discípulo de Gustave Eiffel en el México de finales del siglo XIX (Air Fire, 1993) un misterio de resonancias kafkianas donde alguien es cegado por una bala pero está convencido de seguir viendo (The Insult, 1996) un policial ultraviolento que gira alrededor del lanzamiento de una gaseosa (Soft! 1998) la humillante odisea sexual de un hombre secuestrado por tres mujeres dispuestas a todo (El libro de la revelación, 1999; Ediciones B, 2003) y una inteligente vuelta de tuerca orwelliana sobre la literatura juvenil con un joven héroe que se despierta en un Reino Unido donde la población se distribuye en cuatro áreas, de acuerdo a sus personalidades o humores (Divided Kingdom, 2005) ESPECTRO FUMADOR. Más allá de tramas aparentemente irreconciliables, en todas ellas como en Muerte de una asesina, y según escribe Thomson en el dossier de Prensa acaba imponiéndose la visión, frontal o sesgada, de un mismo paisaje: la sangre caliente del amor y del mal como fuerzas que mueven y conmueven al mundo. Y, por eso, gracias a esas fuerzas, el espectro fumador de Myra Hindley vuelve. Esa mujer a la que Billy Tyler acusa en las últimas páginas con un Hiciste algo en lo que la gente no soportaba pensar. Les obligaste a imaginárselo. Se lo restregaste por las narices recordándoles una verdad que ellos habían pasado por alto o que habían ocultado, o sobre la que se habían mentido a sí mismos Esa es también, pienso, la misión de la verdadera literatura. Misión cumplida entonces. THOMSON CAPTURA LOS SOMBRÍOS DESTELLOS DE BANVILLE Y HIGHSMITH PERO TAMBIÉN EL ROMANTICISMO MALDITO DE JEAN RHYS Y LA SOBRENATURAL AMBIGÜEDAD DE HENRY JAMES a macabra saga de Jack el Destripador ha ido creciendo hasta convertirse en un subgénero del imaginario criminal. Entre las sombras (Nowtilus) de Enrique HernándezMontaño, supone un aporte novelado más a la amplia bibliografía del asesino anónimo más famoso de todos los tiempos. Un filón argumental. Los hechos son: cinco prostitutas del miserable barrio de Whitechapel degolladas y salvajemente mutiladas. Hubo, y hay, asesinos en serie cuyas víctimas superan con mucho esa marca, por no hablar de criminales masivos a impulsos de doctrina, ambición, raza o credo político, pero ninguno ha eclipsado la sórdida aureola y celebridad del carnicero londinense. Varios factores podrían explicarlo. El Destripador es un modelo de asesino en serie que ha encajado en la mitología popular, se burló de la policía y los periódicos, actuó en una zona urbana muy reducida y representa el mal en estado puro. Sus crímenes tienen rasgos casi fantasmales, ligados a fuerzas desconocidas. Si todo crimen es hijo de su tiempo y ambiente, los asesinatos del Destripador lo son en alto grado. Jack y Dickens son quizá los dos personajes que más han contribuido a dejar al descubierto las pústulas del Londres victoriano, el pozo negro de la fanfarria imperial y la revolución industrial, con sus calles hacinadas de gentes destruidas, mendigos, maleantes y niños muertos de hambre. En este escenario, el Destripador parece venir a rematar las miserias que otros, antes que él, fomentaron o contemplaron con indiferencia. En la novela de Hernández- Montaño, escrita con soltura de cómic y aire de relato juvenil, la intriga se decanta por la existencia de una conjura masónica desde las altas esferas en torno al príncipe Albert, duque de Clarence y Avondale, nieto de la emperatriz Victoria y segundo en la línea sucesoria al trono de Gran Bretaña, a quien se ha señalado como asesino desde diversas fuentes, entre ellas el médico de la familia real, William Gull. La revelación, de haberse conocido en su tiempo, hubiera puesto en peligro la estabilidad de la corona más apuntalada de Europa. Perturbado, sifilítico y frecuentador de prostíbulos masculinos, la vida conocida del duque de Clarence da pie para cualquier aberración o delirio criminal. Pero a falta de pruebas definitivas, el fantasma de Jack seguirá deambulando, sembrando terrores atávicos, por las callejuelas de cualquier gran ciudad donde los pobres y sufrientes de este mundo mueran a diario olvidados y sin cobijo. ABCD 19

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