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CULTURAL MADRID 08-09-2007 página 35
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CULTURAL MADRID 08-09-2007 página 35

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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LA HORA DE JOHN BOCK FRÁNCFORT REÚNE UNA VEZ MÁS EL TRABAJO FÍLMICO Y VIDEOGRÁFICO DEL ALEMÁN JOHN BOCK. SU KUNSTHALLE LO EXHIBE EN UN MONTAJE QUE SE CONVIERTE, SIN LUGAR A DUDAS, EN EL PLATO MÁS SUCULENTO DE TODA LA MUESTRA pio y bien dispuesto como una sala de espera. Es pura contradicción palabra que por otra parte no sorprende demasiado aplicada a Bock, tan predispuesto al disparate y precisamente por ello, por esa no adecuación entre el contenido y la forma del trabajo en sí y la manera de exponerlo, es lo que queda al final de esta exposición que se centra en las películas y vídeos de un artista bien conocido del panorama internacional. A ello, a la solución expositiva, habrá que dedicar mayormente esta reseña, pero antes, para que se pueda comprender esa contradicción entre contenido y montaje, habrá que detenerse en el contenido. EXCESO PARODIADO. Los trabajos de Bock están dominados por lo excesivamente teatral, por su propia centralidad que se traduce en la omnipresencia de los personajes que él mismo interpreta por lo performativo y la puesta en escena de unas acciones que requieren de toda una parafernalia también excesiva que queda, en la mayoría de los casos. como la obra en sí y en la que se incluyen pantallas o proyecciones con la grabación documental de lo ocurrido. Bock, en esa cultura del exceso parodiado, es heredero descafeinado del accionismo vienés, ha versioneado a Beuys y se podría rastrear una clara línea que desciende de Paul McCarthy y sus acciones llenas de ketchup y otros elementos en estado líquido viscoso. HABÍA UNA VEZ UN CIRCO. Junto a todo esto, también le es característico lo que él mismo denomina como conferencias gran parte de sus performances y acciones realizadas en esos escenarios que participan de las diferentes acepciones de la palabra circo. Estas conferencias son como parodias grotescas y absurdas del formato académico en cuanto a su presentación como tal, pero abordan temas complejos como, por ejemplo, los que unen arte y teoría económica. Ahora, en Fráncfort, se ha optado por el cada vez más relevante papel que toma lo cinematográfico en su producción artística, partiendo de lo que los organizadores consideran como DOS EN LA CARRETERA. EN LA OTRA PÁGINA, PALMS (2007) SOBRE ESTAS LÍNEAS, DANDY (2006) JOHN BOCK FILMS SCHIRN KUNSTHALLE. FRÁNCFORT C RÖMERBERG, S N HASTA EL 23 DE SEPTIEMBRE JUAN ANTONIO ÁLVAREZ REYES Al entrar en la sala de exposiciones, donde en principio se va ver una muestra de vídeo, una señorita conduce al público a una sala de espera. Empieza así la función. Uno puede esperar casi cualquier cosa de John Bock y, puesto que la experiencia es un grado y ya han sido numerosos los encuentros con el artista y su obra de Documenta a la Bienal de Venecia, pasando por Manifesta o su individual en Montevideo, por citar algunos sabe que suele montar el circo allá donde va con sus performances, conferencias e instalaciones caóticas con restos de sus acciones. Por esto mismo, lo que no cabía encontrar era algo tan pulcro, lim- su primer vídeo autónomo hasta su último encargo de este mismo año. Son apenas siete años de producción, pero en Bock se puede apreciar de sopetón la evolución que el vídeo ha tenido en estos cuarenta de existencia: de documento a obra autónoma con tendencia al ensayo cinematográfico. Esta no es, pese a lo que digan los organizadores, la primera muestra centrada en la producción audiovisual de Bock. Ya el pasado año Montevideo montó una individual del artista de este tipo en el edificio histórico que posee la institución holandesa en Ámsterdam. Convendría, entonces, comparar las formas de exhibición, puesto que el contenido era similar, aunque no igual. COMO EN CASA. En Ámsterdam, las proyecciones estaban como en casa cada una de ellas en una habitación, con sillones, sillas y sofás al modo casual. Junto a ellas en el pasillo, por ejemplo una serie de televisores donde visionar algunas de sus performances filmadas, que completaban una selección aún mayor que ahora. Nada de caja negra, ese simple opuesto del cubo blanco que crea un espacio otro ausente de referentes y donde la mirada del espectador está completamente dirigida hacia un determinado foco de atención. Nada de sala de cine, donde el público sólo puede sentarse y recibir todo aquello que se le impone visualmente y que impide una mínima circulación- merodeo del visitante. Ese estilo casual tan propio de Ámsterdam ha sido desechado para la más formal Fráncfort. En la Schirn Kunsthalle se ha optado por un novedoso montaje, que es en sí mismo toda la muestra y una instalación. Ya se ha dicho que el aire era el de una sala de espera, quizás la de un consultorio médico, formalizado en un largo pasillo con las típicas sillas y un sinfín de puertas numeradas. Si se quiere ver la muestra, hay que ir abriéndolas y entrando en las diversas estancias dispuestas como cajas negras. Hasta aquí sólo tenemos una determinada escenografía que ayuda a huir de la estética del minicine. Pero lo realmente importante y que requeriría una inmediata extensión a toda cita que incluya vídeo o cine de exposición es la experiencia de la duración. Para experimentarla se ha dispuesto sobre cada puerta un contador que nos indica el tiempo transcurrido de la proyección, lo que da una información fundamental al espectador, que dispone ya de una herramienta clave en esa búsqueda de una adecuada recepción de los trabajos artísticos participados por la duración en su visualización. EL ESTILO CASUAL HA SIDO DESECHADO EN ESTA NUEVA TADO PUES POR UN NOVEDOSO MONTAJE, QUE ES EN SÍ MISMO UNA INSTALACIÓN CITA, MÁS FORMAL. SE HA OP- ABCD 35

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