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CULTURAL MADRID 04-08-2007 página 14
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CULTURAL MADRID 04-08-2007 página 14

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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L. NARRATIVA LA LLAVE DE CRISTAL El espejo y la máscara LA METAFÍSICA Y EL MONO CARLOS EUGENIO LÓPEZ LENGUA DE TRAPO. MADRID, 2007 745 PÁGINAS, 29,80 EUROS LA INDEPENDENCIA DE GRECIA SIRVE DE MARCO A UNA HISTORIA CONTADA CON BASTANTES DOSIS DE HUMOR FERNANDO MARTÍNEZ LAÍNEZ Crimen a la francesa JUAN ÁNGEL JURISTO D ieciocho relatos cortos publicados entre 1980 y 2006 componen La feria del crimen (Lengua de Trapo, 2007; selección, prólogo y traducción de José Luis SánchezSilva) Obra que ofrece una panorámica del genéro negro francés en el mencionado periodo, y baraja una serie de nombres importantes en ese campo. Aunque no haya tenido muchos autores originales de primera fila, Francia, dotada de la cualidad de asimilar y reinterpretar cuanto toca, ha sido una gran plataforma de lanzamiento y revalorización de la novela negra, hasta el extremo de haber bautizado el género en la famosa Série Noire de Gallimard y haberlo vinculado a su cultura casi como algo propio, a pesar de ser un producto de genuina estirpe norteamericana. La ficción policíaca ha ocupado siempre sitio preferente en las letras francesas, como es fácil de comprobar viendo el lugar bien señalado que merecen estas obras en las librerías y bibliotecas del país vecino. La influencia norteamericana, por otra parte, no ha impedido la existencia de una escuela de novela negra de inquietud y sello netamente franceses (con el nombre propio de polar) sin la irregularidad y dispersión que caracterizan el género en España o Italia, por ejemplo, y con figuras tan señeras como Malet, Le Breton, Giovanni o Manchette, todos beneficiarios de la sombra remota del gigante Simenon, auténtico heredero literario de Balzac. Bajo la influencia de Mayo del 68 y el nouveau roman, la novela negra francesa se renueva entre los años 70 y 90 del pasado siglo, en lo que se conoce como neo- polar. Se trataba de cimentar una literatura de urgencia, de militancia social directa, inclinada en lo político y social al gauchismo pero que se fue vaciando de contenido a medida que el movimiento contestatario iba recogiendo velas hasta quedar convertido en una cáscara huera. El mayor error estuvo en reducir la novela criminal a un alegato izquierdista. Una vía empedrada de buenas intenciones y conciencia humanitaria, y al tiempo plagada de tópicos y generalizaciones, con un discurso narrativo que parecía haberse olvidado de construir una intriga. Los cuentos recogidos en el libro que nos ocupa tienen calidad literaria muy desigual y marcan un punto de inflexión en el post- neopolar. Una especie de tierra de nadie con claros signos de estancamiento, en la que todo parece estar a la espera de nuevas ondas, sembrada de inquietud y desconcierto. Esta última novela de Carlos Eugenio López mantiene un extremo valor por varias razones. Desde luego, porque no es fácil encontrar en nuestra narrativa semejantes planteamientos, propios de alguien que imagina la literatura en términos literarios, ¿en cuáles si no? y porque con ellos ha construido una obra de largo aliento, de esas en la que subyace un trabajo que se nota gozoso, lo que no deja de ser un peligro porque tiene el riesgo de caer en la grafomanía, y que, además, se complace en mostrarnos los resultados, nada desdeñables por cierto. Ello sucede porque esta novela está construida con arreglo a la tradición, es decir, se alimenta de los gestos y las estructuras que hemos recibido del pasado pero interviene con una mirada irónica, disolvente, capaz de apropiarse de las estructuras tradicionales pero para darles la vuelta. En este sentido, cabe decir que la narración entra de lleno en un enfoque postmoderno, en lo que este movimiento ha trascendido en nuestro tiempo, es decir, el gesto definitivo de John Barth, de William Gaddis, de Robert Coover, de Thomas Pynchon; una literatura que se alimenta de los guiños del pasado, disolviéndolos, es cierto, pero también contando con ellos como algo esencial. En esta novela hay una mirada irónica ante el ejemplo de la épica a favor de la picaresca del XVIII, una tradición que parte del Barroco pero que adquiere un aire definitivo en la pluma de Voltaire, de Fielding o del despertar de lo burlesco en el Till Eulenspiegel alemán. Que se nos cuente una historia acaecida cuando la independencia de Grecia no es baladí, nos lo dice todo sobre el sentido de lo histórico que se tiene hoy día, donde la esencia pasa a ser mero accidente. De ahí los sinsentidos magníficos que hay en el libro y que se resuelven de la única manera que cabe, a través del humor. ¿Cómo si no resolver la gracia del apellido del profesor catalán Jordi Papa i Rucha... y tantos otros? El glosario y la lista de términos griegos y de personajes no hacen más que confirmar lo dicho. Pisando víboras EL SEÑOR DE LOS JARDINES NEGROS ANDRÉ- MARCEL ADAMEK TRAD. DE BLANCA GAGO DOMÍNGUEZ BASSARAI. VITORIA, 2007 109 PÁGINAS, 12 EUROS EL MUNDO RURAL Y SUS SOMBRAS, SUS OSCURAS LEYENDAS Y SUS PREJUICIOS MIGUEL SÁNCHEZ- OSTIZ No hace falta bucear mucho en la biografía del escritor belga AndréMarcel Adamek para darse cuenta de que en El señor de los jardines negros sabe de qué habla: del idílico mundo rural y de sus sombras, que son muchas. Sobre ese conocimiento privilegiado ha construido una novela atractiva y mucho menos previsible de lo que a primera vista puede parecer: la instalación de unos citadinos en un caserío aislado. Adamek describe una tierra abrupta ¿las Ardenas belgas? sobre la que golpean con violencia las tormentas y las leyendas oscuras, habitada por gente que dedica todas sus fuerzas a la supervivencia, sólidamente anclada en sus prejuicios, proclive a los misterios, agitada por pasiones intensas, con sus taras, sus miedos, sus usos más o menos indescifrables para quien no es de la comunidad. El mito del retiro (de un escritor encima: tal vez el menos capacitado para entender nada de lo que le rodea, si es que logra verlo) en el mundo rural más cerrado, cuando se ignora que este es hosco y soporta más mal que bien la presencia de extranjeros, de gente que no es como ellos, es un motivo que dio páginas memorables en la literatura de Marcel Pagnol; pero los territorios ingratos de El señor de los jardines negros no están en la Provenza. Adamek habla de una geografía septentrional y de sus habitantes, de sus temores oscuros la decadencia imparable de su mundo de su irrefrenable tendencia a espiar la vida del vecino, de la ambigüedad de la expresión de sentimientos profundos, del desvalimiento. Con ese material ya muy frecuentado con distinta fortuna por muchos escritores, André- Marcel Adamek ha escrito una novela breve e intensa, sólida. Como vive en la tierra de la que habla, sabe que las mentiras encierran verdades y que lo que en un lugar está mal visto, en otro es lo correcto y, sobre todo, que no hay que cargar la mano sobre el vecindario enigmático del lugar en el que vives. El santo Job ha vuelto JOB JOSEPH ROTH TRADUCCIÓN DE BERTA VIAS MAHOU ACANTILADO. BARCELONA, 2007 218 PÁGINAS, 16 EUROS EL MODELO BÍBLICO DE LA PACIENCIA, REESCRITO EN CLAVE MODERNA PABLO D ORS Al leer la biografía de Joseph Roth (1894- 1939) tiene uno la impresión de que este hombre quiso vivirlo todo en pocos años, a sabiendas de que el alcohol y la mala vida le arrancarían pronto de este mundo. Al leer su bibliografía se comprende que este gran periodista y novelista austriaco buscó decirse de forma compulsiva y feroz. Quien fuera corresponsal de Der Friede y Der Neue Tag no se reduce, ciertamente, a La marcha Radetzky o a La leyenda del santo bebedor. También parió El profeta mudo, Crónicas berlinesas o Job, una novela que retoma en clave moderna el modelo bíblico de la paciencia. El libro de Job trata de un hombre inmensamente rico y pío a quien Dios decide probar en el sufrimiento por instigación de Satán. Se trata de la historia de un santo que, en medio de la adversidad, se mantiene firme en su fe, desmontando así la terrible idea del vínculo entre desgracia e iniquidad moral. Roth decidió abordar en clave secular ese problema del posible parentesco entre pecado y sufrimiento; y lo hizo en el periódico de referencia de la República de Weimar, donde lo publicó en diversas entregas a lo largo de 1930. Ahora bien, el devoto y mediocre maestro que es el protagonista, Mendel Singer, no es exactamente como el auténtico Job: Mendel carece de bienes y de reputación, lo que no obsta para que Dios le castigue con la epilepsia de Menuchim, su hijo. En efecto, pese a la buena profecía de un rabino, los Singer son víctimas de una cadena de desgracias que culminan con el oscurecimiento del corazón de Déborah, la esposa, quien no se cansa de reprochar a su marido su falta de coraje y ambición. En la excelente traducción a la que Berta Vias Mahou nos tiene acostumbrados, Job termina por reivindicar la fe del justo y la misericordia divina, pues como su referente veterotestamentario ahora sí el propio Mendel muere próspero. Una obra de arte sencilla, mordaz y penetrante. Una reflexión narrativa sobre la tentación de las apariencias y el desmoronamiento de las propias convicciones. ABCD 14

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