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CULTURAL MADRID 13-01-2007 página 21
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  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ARTE Y LECCIÓN ELEGÍAS TEOGNIS DE MÉGARA SELECCIÓN Y TRADUCCIÓN DE JUAN MANUEL RODRÍGUEZ TOBAL EDICIÓN BILINGÜE CASA DEL TRADUCTOR CENTRO HISPÁNICO DE TRADUCCIÓN LITERARIA TARAZONA, 2006 137 PÁGINAS, 13 EUROS JAIME SILES Las ruinas y trozos de basas, capiteles y columnas de la lírica griega constituyen pese a su estado fragmentario los cimientos de casi todas las líneas maestras por las que ha transitado y transita la mejor poesía universal. Los poetas trágicos lo supieron muy pronto al incorporar a la estructura de la tragedia ática construcciones tomadas de esta lírica cuya dicción parece negar la idea de progreso en el arte. Browning lo intuyó al hacer de los primeros versos del Agamenón de Esquilo el paradigma de su monólogo dramático. Catulo, en el carmen VIII, lo había hecho antes, como Ezra Pound, en Personae, y Borges, en el Poema conjetural de El otro, el mismo, lo harían después. La lírica griega arcaica es un museo real e imaginario, en el que está mejor dicho y, además, mucho antes lo que casi todos los poetas del mundo iban a intentar decir mucho peor después. Por eso, en contra de lo que pensaba Valéry, y aunque en la ciencia sí hay progreso, ni en el arte ni en la lírica lo hay. De ahí lo íntimos y próximos que nos resultan un cuadro o un texto, aunque no pertenezcan a nuestra experiencia de la historia o de la realidad. Y ello, porque aun siendo ambos, el texto y el cuadro, fruto de un tiempo histórico concreto hay en ellos algo la emoción estética que les añade un componente transhistórico y transtemporal. ENORME INTERÉS MORAL. Ése es el efecto que nos producen las elegías de Teognis, nacido hacia el 570 a. C. la de un ideario de enorme interés moral, que Immisch estudió en relación con el declive del pensamiento aristocrático desplazado por el progresivo avance de lo popular, y que Robin analizó como una crítica a la mitología y la religión tradicionales. La edición veneciana de 1495, hecha por Aldo El Viejo, puso a Teog- nis en circulación entre los poetas y filósofos del Renacimiento, como las de Bekker, Welcker, Boissonade y Bergk lo darían a conocer a los de después. Leído como poeta gnómico, sus sentencias fueron traducidas en 1802 por Enrique de Ataíde, junto con otras de Focílides y de Pitágoras consideradas filosofía moral Las versiones de Rodríguez Adrados y de Ferraté nos permitieron volver a ver Teognis como poeta, y eso es lo que Juan Manuel Rodríguez Tobal se propone y consigue aquí: que un poeta de corpus como éste, del que nos quedan sólo unos mil cuatrocientos versos, resulte inteligible para el lector de la postmodernidad, que, como el propio Teognis en la suya, asiste a una crisis y cambio de valores que permiten establecer ciertas similitudes entre aquella época y la nuestra: las mismas que el joven Alberti descubría en Lope, y las mismas que, en todo interregno histórico, se suelen producir. Teognis definió sus versos como arte y lección y eso es lo que es este conjunto de máximas que repudian la fuerza del dinero y del poder, que elogian la virtud y celebran la CIMIENTOS DE LA POESÍA UNIVERSAL. VERSOS COMO LOS DEL GRIEGO TEOGNIS DE MÉGARA, NACIDO EN EL 570 ANTES DE CRISTO, SON LA SÓLIDA ARQUITECTURA SOBRE LA QUE SE LEVANTA LA MEJOR POESÍA DE TODOS LOS TIEMPOS. ARRIBA, EL PARTENÓN, TEMPLO CONSTRUIDO ENTRE EL 448 Y EL 438 A. C. amistad, que recuerdan la contingencia de la naturaleza humana y aluden al encadenamiento que a veces se ve obligada a sufrir la lengua. El símil del pulpo en vez del del león puede servir de indicio del profundo cambio producido en el seno de la sociedad, del mismo modo que algunas expresiones, como las de los versos 815816, que también se encuentran en Esquilo, se inscriben en la tradición órfico- pitagórica. TONO ADMONITORIO. El uso del relativo totalizador y el del imperativo forman parte de los requisitos de la máxima, a cuyo tono admonitorio sirven y se prestan, y que, tan bien como las palabras, ha sabido mantener Rodríguez Tobal en su versión, a la que sólo se le podría hacer una leve crítica, que no es un reproche: la de haber comprimido el verso castellano más aún de lo que el griego ya lo está, al haber prescindido de la traducción de las partículas modalizadoras que colorean el fondo y el perfil de la frase. En cambio, el ritmo está pero que muy logrado, y la rima que acerca la máxima a la copla también. Teognis que continúa, con desviaciones, a Hesíodo y a Solón anuncia no sólo lugares comunes del estoicismo y ese sentido del orden que Horacio hará suyo, sino también el tema de la muerte por agua que tanto interesó al Eliot de Waste Land. La lectura de Teognis resulta tan complaciente como edificante porque es la materia misma del lirismo lo que en ella, y en máximo grado, está. EN LA LÍRICA GRIEGA ARCAICA ESTÁ MEJOR DICHO Y, ADEMÁS, MUCHO ANTES LO QUE CASI TODOS LOS POETAS DEL MUNDO IBAN A INTENTAR DECIR MUCHO PEOR DESPUÉS ABCD 21

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