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CULTURAL MADRID 07-07-2005 página 14
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  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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L. JUAN LARREA, EL POLIZÓN DEL 27 LARREA EN PERÚ EN 1930 (A LA IZQUIERDA) EL AUTOR DE ORBE Y GERARDO DIEGO POSAN ABAJO CON SUS MUJERES EN EL PIRINEO (1934) Sin solución J. M. Cartas autógrafas de Neruda, Huidobro, Vallejo, Juan Ramón, Einstein, Buñuel, Eluard; obras de Calder, Picasso y Lipchitz; decenas de libros dedicados, archivos de la Junta de Cultura Española, de la revista España Peregrina, de Cuadernos Americanos. El legado de Juan Larrea contiene originales, manuscritos, dibujos, correspondencia... Y una rocambolesca historia que, veinticinco años después de su muerte, sigue sin resolverse. Larrea muere en un hospital de la ciudad argentina de Córdoba el 9 de julio de 1980. En circunstancias todavía no suficientemente aclaradas, el entonces fiscal de la cámara de apelaciones de la Corte Suprema de Argentina, Felipe Daniel Obarrio, con quien Larrea tenía relación, retiró los archivos del escritor y los trasladó a su domicilio. El nieto de Larrea, Vicente Luy Larrea, que vivía con él, era entonces menor de edad. Los otros dos herederos, Juan Jaime Larrea, hijo del escritor y residente en Nueva York, y María Cruz Gimeno, que vivía en España y a la que el poeta reconoció como hija años antes de su muerte, comenzaron una serie de batallas legales para recuperar el archivo. En 1991 regresa a España, de la mano del editor Alejandro Finisterre, en aquel momento apoderado de los dos hijos del escritor. Lejos de arreglarse, los problemas se complican, con cruces de demandas. Durante este tiempo, el archivo Larrea ha permanecido en poder de Finisterre, en espera de que las cuestiones sucesorias se resolvieran. Quiere que alguna institución se haga cargo del mismo: Acabo de cumplir 86 años, hace 25 que murió Larrea, y no puedo seguir encarando la responsabilidad, honrosa pero abrumadora a mi edad, de sostener yo solo este patrimonio, expuesto a cualquier lamentable contingencia dice Finisterre. Varias entidades se han interesado en adquirirlo en donación o en compra pero la no resuelta sucesión impide que se pueda transmitir legalmente. Como la solución no se vislumbra cercana, quiero que alguna institución se encargue del archivo hasta que se solucionen los problemas sucesorios, de modo que este valioso patrimonio pueda ser conservado adecuadamente; disfrutado y estudiado por todos s con Picasso, a quien ya conocía, y tiene ocasión de asistir a la creación del Guernica, al que dedicará un libro, precisamente con ese título, que se publicará en Estados Unidos en 1947 y en España, tras treinta años de espera, a finales de 1977. La guerra frustra también los dos proyectos editoriales en los que trabajaba: Versión Celeste y Orbe, que se publicarán años más tarde, el primero en 1970 y el segundo, póstumamente, en 1990, con prólogo, selección y notas de Pere Gimferrer, quien dice: Larrea es un autor que siempre me ha interesado, al principio a través de su poesía que es lo primero que leí excelente tanto en francés como en español, y recuerdo incluso haber utilizado un verso suyo para un artículo que titulé Manos de eclipse: arbusto a más alzar, manos de eclipse Después conocí su prosa, o la parte de su prosa a la que he tenido acceso, porque escribió muchísimo. Respecto de Orbe, es el nombre que Larrea dio a su diario entre 1926 y 1934, una obra extremadamente singular y extensa, de la que hubo que hacer una selección puesto que el original mecanográfico que copió César Vallejo tenía más de mil quinientas páginas LA AMÉRICA ESPAÑOLA. En 1939, finalizada la guerra, Larrea es secretario de la Junta de Cultura Española que, desde París, facilita la salida de intelectuales españoles al exilio en América. Y a su llegada a México, en noviembre, crea la revista España Peregrina que actúa como vínculo de relación entre el exilio re- TERMINADO EL BACHILLERATO, EN 1911 LARREA SE MATRICULA EN LA UNIVERSIDAD DE DEUSTO, DONDE CURSA LA CARRERA DE LETRAS. CONOCE A GERARDO DIEGO, A QUIEN LE UNIRÁ NO SÓLO UNA FRATERNA AMISTAD DURANTE TODA SU VIDA, SINO UNA RELACIÓN POÉTICA. EMPIEZA A ESCRIBIR VERSOS Y ENTRA EN CONTACTO CON EL ULTRAÍSMO Y CON HUIDOBRO y cuando escribe sobre Vallejo o Darío aporta de ellos una visión un tanto mesiánica, los valora como voceros de esta empresa mística, y de salvación. No deja de ser una visión un tanto providencialista de la Historia, en la que él mismo se ve imbuido IDEALISTA. A partir de 1950, Larrea disfruta de becas que le permiten dedicarse a la investigación, primero en Nueva York, donde vivirá hasta 1956, y después en Córdoba, Argentina, donde se dedicará a la docencia. Austero, sobrio, idealista, situado cerca del misticismo, polémico, su labor en la Universidad fue en ocasiones contestada, y su sistema científico, cuestionado. Creo que Larrea se sitúa premeditadamente en los márgenes manifiesta José Paulino En el año 26, mientras en España se fragua la generación del 27, él se marcha a París, y empieza a escribir en francés. Es también un extremado, un idealista que pasa por fases de depresión, y que busca la inspiración en lo espiritual, y eso tiene que ver con su concepción de la poesía, muy hermética y que, además, abandona en 1932. Si a esto se suma el exilio, entenderemos que haya sido prácticamente un desaparecido En 1977, cuando llegó a Madrid a presentar su Guernica, José Hierro le dio la bienvenida refiriéndose a él como el menos nostálgico de los exiliados. Y él mismo, hablando de su vinculación con el 27, declaró con una sonrisa medio irónica que siempre se había sentido un polizón, mientras miraba la hora, distraído, en el tercero de sus relojes. s publicano, heredera de algún modo de Hora de España, y en la que Larrea firma con frecuencia. A menudo reflexiona sobre la guerra, y su visión trascendente afirma José Paulino Interpreta que el sacrificio de España va a hacer nacer un tiempo nuevo que es el tiempo de América, y que los intelectuales republicanos son en realidad peregrinos que cruzan el mar para sumarse a ese nuevo tiempo En esa época promueve también la creación, junto a León Felipe y Silva Herzog, de Cuadernos Americanos, de la que sería secretario y codirector hasta 1949. Blas Matamoro, escritor y crítico literario, recuerda: Él pensaba, y así se extrae de su obra, que la América española estaba destinada a salvar el mundo, a redimirlo, ABCD 14

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