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CULTURAL MADRID 20-03-2004 página 20
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CULTURAL MADRID 20-03-2004 página 20

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ENSAYO Libros Una patria cívica REPUBLICANISM Maurizio Viroli Hill and Wang. Nueva York, 2003 144 páginas, 20 dólares UEVO libro de Viroli, el autor del notable Por amor a la patria, un texto que reclama un significado fuerte y político del patriotismo, término secuestrado por el nacionalismo. Viroli es también autor, entre otros libros, del estimulante Diálogo en torno a la república, con Norberto Bobbio. En este breve texto que comento, Viroli se hace eco del Republicanismo de Philip Pettit que cayó en gracia, a pesar de su estilo plúmbeo y sus propuestas poco originales, en ciertos sectores de la izquierda política. Hecho curioso porque el de Pettit es un libro revisionista que se aparta de los presupuestos más radicales y polémicos del republicanismo clásico. Debe ser por ese tono templado por lo que todavía alienta la retórica política nacional, aunque el común de la ciudadanía no sepa cuál es la fuente de las llamadas al bien común y, en tiempos electorales, a una patria cívica (en boca de todos los partidos, incluido el PNV) de contornos desdibujados. Pero vayamos por partes. N Rousseau, Montesquieu, Locke Viroli afirma que el republicanismo no es una teoría de la participación democrática sino de la libertad política. Por ello, el autogobierno, esto es, la intensidad en la participación, no es el valor más elevado sino quien gobierna (un gobierno limitado y mixto) y el que lo haga en pos del bien común. Así quedan separados de un lado Rousseau (inspirador de la democracia participativa, ahora reclamada por Chantal Mouffe) y Montesquieu y Locke de otro. La alusión a John Locke sería anatema para el republicanismo clásico que se opone frontalmente, a mi juicio, al liberalismo, del que aquél es la figura más señera. Pero Viroli defiende la tesis de que el republicanismo no es una alternativa al liberalismo. Lejos de eso: éste se deriva de aquél porque toma algunos de sus principios, como la defensa de un gobierno limitado frente al absoluto (Montesquieu) y la libertad como garantía de que no habrá interferencia por parte del poder arbitrario (de nuevo Montesquieu y Locke) Viroli cita en esta libertad garantizada a Constant y a Berlin, tendiendo un puente hacia el liberalismo de la libertad como no interferencia en los asuntos privados. Pero en dicha operación y, sobre todo, al apoyarse en Berlin, desdibuja el contenido del republicanismo (el hombre como ciudadano, la participación como forma primordial de autorrealización, la primacía del espacio público) y lo funde con lo que Pocock llama el paradigma del Viroli cita en esta libertad garantizada a Constant y a Berlin, tendiendo un puente hacia el liberalismo como no interferencia en los asuntos privados comercio (el hombre como individuo, la política como distracción innecesaria, la primacía del espacio privado) En su proyecto de fusión, Viroli va todavía más allá del revisionismo de Pettit: Desde una perspectiva teórica, el liberalismo puede ser considerado como un republicanismo empobrecido e incoherente, pero no una alternativa al republicanismo (pág. 61) Pasión artificial Dejando de lado el autogobierno y la intensidad participativa y ensalzada la libertad de raíz pettitiana como no dependencia (de un emperador, de un déspota, de un cónyuge maltratador) cabe preguntarse: ¿qué queda en todo esto de específicamente republicano? Quizá el patriotismo. En esto Viroli sigue siendo claro. Frente al sentimiento natural que imbuye al nacionalismo, el patriotismo es una pasión artificial que necesita ser estimulada por las leyes (Maquiavelo, dice Viroli, y yo añado a Tocqueville) Frente al patriotismo constitucional habermasiano abstracto y universalista, Viroli defiende un patriotismo particularista como una institución moral y política relacionada con la sabiduría de la ley y del gobierno no con el afecto a la tierra, a la tradición o a la costumbre, enseñas del nacionalismo. En España, la reivindicación de un patriotismo particularista es privativa del nacionalismo periférico y ahora soberanista. El patriotismo español sigue siendo vergonzante, incluso por parte de la derecha gobernante. Se ve que, por desgracia, no nos hemos desembarazado de la memoria del franquismo, que actúa como padre castrador aunque esté muerto y enterrado hace decenios. ¿No fue designio de la Transición cerrar heridas y con ello olvidar la Historia? Pues resulta que España es aquí cosa antigua y mal vista, mientras que las jóvenes naciones independentistas (de momento el País Vasco y Cataluña) son el futuro prometedor. El resultado es que hasta Imaz, ahora, habla de patria cívica Y así, tal como relataba Viroli en Por amor a la patria, el nacionalismo, el independentismo, que es el que va ganando terreno en la retórica y en la política, sigue su incesante secuestro del lenguaje republicano. Sólo desde algunas regiones se puede ser nacionalista, sólo sus habitantes pueden ser miembros y tener orgullosamente una patria. Estupendo efecto no anticipado de la Transición y el Estado de las Autonomías. Mientras, en Francia, el gobierno de Chirac no se amilana ante los embates del particularismo, en su caso religioso el musulmán que tanto teme Giovanni Sartori y recuerda la primacía de la Igualdad republicana y laica frente a la Diferencia religiosa; el valor del bien común frente a los políticamente correctos derechos del multiculturalismo. Sin vergüenza, saben mucho de cómo hacer una patria cívica a través de leyes que cambien las costumbres y ayuden a gestar ciudadanos. Es decir, siendo republicanos. Helena Béjar 20 Blanco y Negro Cultural 20- 3- 2004 V. Rubio

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