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CULTURAL MADRID 21-06-2003 página 40
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CULTURAL MADRID 21-06-2003 página 40

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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CONCIERTOS ACTUALIDAD Música La inocencia perdida EDUARDO HOJMAN N 1973, cuando las ominosas campanas tubulares de Mike Oldfield hicieron su aparición, muchos escuchamos su sonido con una expectativa inocente y maravillada. Oldfield que en realidad usaba muchos instrumentos tradicionales parecía estar abriendo un universo musical nuevo, atributo de superhombres que disponían de una tecnología casi mágica. El disco Tubular Bells sonaba pletórico y extraterreno, y junto con algunos ejemplos de su obra posterior, Oldfield parecía completar un rompecabezas de misterios y prodigios en el que también hacían sus aportes grupos como Yes, Genesis, Emerson, Lake Palmer y otros prohombres de lo que se dio en llamar música progresiva Dentro de ese panorama formado por estos grupos, Oldfield parecía anticipar, junto con Tangerine Dream, un paisaje futuro de música electrónica, invocando sonidos nuevos e inexistentes y virtualizando a través de innumerables y dificilísimos telemandos la interpretación física y sanguínea de los instrumentos. ¿Alguien sabía qué eran esas campanas tubulares Pocos, seguramente. Era más bonito, más fácil, más épico, creer que se trataba de alquimia musical, un producto de la imaginación del gran creador. Treinta años más tarde, Oldfield lanza una regrabación de Tubular Bells (Warner) que además viene con un olvidable DVD. Para completistas, hay una caja con todas las ediciones de esa obra (hubo tres, sin contar esta regrabación) Oldfield toca todo de nuevo, exactamente igual, con instrumentos similares y seguramente, más como, didades para grabar y mejor sonido. Hoy el futuro de esa rama de la electrónica quedó absorbido y vulgarizado por la New Age; la música de superhombres y semidioses fue brutal y saludablemente derrocada por el punk y luego reciclada acorde a los tiempos que corren y finalmente absorbida por las leyes del mercado. Esta nueva edición de Tubular Bells, cuyos sonidos ya no sorprenden a nadie y ni siquiera tienen la pátina sepia de lo anticuado, sólo puede entenderse como una parodia posmoderna, una especie de gran chiste de Oldfield. Una vez más, los sueños fastuosos del pasado se reducen a esta realidad módica del presente, los colores extrasensoriales ahora se ven por la televisión, y la invocación a la inocencia perdida que algunos oirán en los entresijos barrocos de Tubular Bells, tiene un regusto agrio. v La música de las llamas E E L 3 de diciembre de 1934 Claudel señala en su diario: Viaje a París. Ida Rubinstein, Honegger, Juana de Arco, Milhaud Nacida en una década particularmente convulsa, Juana de Arco en la hoguera constituye el fruto de un triple encuentro entre Ida Rubinstein, Arthur Honegger y Paul Claudel. Última colaboración también la más importante entre la bailarina y mecenas rusa apasionada de los misterios neomedievales y el músico suizo afincado en París, asimismo primera obra escrita en común por el compositor de El rey David y el prestigioso poeta católico, en aquel entonces embajador de Francia en Bruselas, el oratorio dramático inspirado en la pasión y muerte de la Doncella de Orleáns supone para Honegger la salvación de una profunda crisis depresiva que su anterior oratorio (Cris du monde, 1931) testimonia con evidente aspereza. El tiempo invertido Compuesta a lo largo de 1935 y estrenada en Basilea bajo la dirección de Paul Sacher el 12 de mayo de 1938, en la Juana de Arco de HoneggerClaudel (con su proverbial modestia el músico siempre consideró al escritor como co- compositor convergen demasiados chispazos de genio para que la entusiasta colaboración entre ambos no alcanzara alturas memorables. Como señala Halbreich en su monumental estudio honeggeriano, la intuición genial de Claudel ha sido la de una cro- nología al revés, a la manera de un cinematográfico flash- back, una inversión del tiempo hasta el momento cero en que el presente terrestre y el espiritual corren a encontrarse en tor no al fuego devastador. Heredero de lo místico y lo popular, de lo grandioso y lo truculento, el poema de Claudel deviene el escenario perfecto para que el talento dramático de Honegger alcance a desplegar toda su prodigiosa imaginería sonora: empleo de cantos populares, folclore imaginario (tema de Heurtebise) uso paródico del canto llano, aparición de temas cíclicos (llamada del ruiseñor) de grotescos aires jazzísticos (Moi, moi je suis le cochon! pianos que se convierten en clavecines (Juego de cartas) u ondas Martenot simbolizando el amenazante aullido de un perro en la noche convergen en esa grandiosa escena final que, con razón, permitiría afirmar a Claudel que Juana de Arco en la hoguera había nacido bajo el signo de la gracia Juan Manuel Viana Juana de Arco en la hoguera Música: A. Honegger. Dir. musical: J. Pons. Dir. escena: D. Abbado. Reparto: A. -K. Kaappola, I. Mentxaka, M. Mori, J. M. Zapata, C. Cosías, J. A. López, A. SánchezGijón, D. Grandinetti. Coro de la Generalidad Valenciana. Orq. Ciudad de Granada. 21 y 23 de junio. Palacio de Carlos V. Granada. Cartel para Juana de Arco en Granada Madrid, corte del alma L A exposición Paisajes sonoros en el Madrid del siglo XVIII. La tonadilla escénica, en el Museo de San Isidro, recoge un capítulo medular de la historia del teatro popular madrileño. La tonadilla escénica, género dramático musical barroco, representó el valor nacional frente a las importaciones extranjeras, el cotidiano frente a la fantasía literaria, el documento vivo ante el pensamiento ilustrado. En los intermedios de las comedias, las zarzuelas y en ocasiones de los autos sacramentales, se introducían estas piezas breves del teatro lírico divididas en tres partes: entable o apertura, tonadillas con letrillas a modo de estribillo y seguidillas epilogales. El cariz del género era dominantemente castizo, majos y majas goyescos y sones populares que delimitan el ámbito de lo popular frente a los usos cortesanos de los minuetos, passpied y contredanses. Junto a las se- Cofia de maja guidillas, las jotas y los fandangos engrosaban el repertorio popular formas de danza venidas de Hispanomérica, pero la tonadilla pronto se erigió en la favorita tanto por su tonalidad satírica, erótica y jocosa como por sus referencias a la geografía urbana madrileña y a las estampas, usos y costumbres del Madrid de la época. Partituras, libretos, grabados, cuadros, indumentaria de la época y una bien estructurada guía de textos así como grabaciones diversas, facilitan en la exposición el acceso a un género casi ignorado pero que apenas hace un siglo dejó de existir. Susana Zapke Paisajes sonoros en el Madrid del siglo XVIII. La tonadilla escénica Museo de San Isidro. Madrid. Hasta el 13 de julio 40 Blanco y Negro Cultural 21- 6- 2003

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