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CULTURAL MADRID 21-06-2003 página 38
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CULTURAL MADRID 21-06-2003 página 38

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ACTUALIDAD Música dibujos animados titulado Cat O Nine Tails (Gato de nueve colas) Varios compactos recientes recogen amplias muestras del arte musical de Stalling. Si escuchamos estas composiciones sin las imágenes a las que con tanta fuerza las tenemos asociadas, nos encontraremos con una música de asombrosa originalidad y vitalidad, una música que es toda velocidad y transformación y que suele exigir de sus interpretes un alto grado de virtuosismo, una música orquestada con enorme ingenio en la que los humores y los estilos se suceden en las yuxtaposiciones más delirantes, una música, en fin, que usa libremente la cita y la parodia y que se alimenta sin complejo alguno de las fuentes más diversas: los excesos teatrales de Liszt y Rossini, el jazz (sobre todo el jazz de big band) el sarcasmo de Stravinsky los encendidos violines de Strauss o de Korngold, las marchas militares tipo Barras y estrellas Tin Pan Alley y las canciones populares, el country, la escala de tonos debussiana y sobre todo las canciones del momento, que proporcionan a Stalling ocasión para juegos de palabras y bromas internas que en muchos de los casos sólo el mismo debía comprender. Así, por ejemplo, cuando Silvestre pone a Piolín entre dos rebanadas de pan para devorarlo, la melodía que resuena es, por lo general, A Cup of Coffee, A Sandwich and You (Una taza de café, un sandwich y tú) una canción romántica de la época que llegaría a convertirse, en los dibujos animados de la Warner, en un sinónimo de ¡te voy a comer! el más grande. Suya es también la música de las Fantasías animadas de ayer y hoy La música siempre jugó un papel fundamental en el cine de animación de la era dorada. Especialmente la música clásica, y esto, creo yo, por dos razones: primero, porque proporcionaba abundante material libre de derechos de autor, y segundo, porque permitía obtener un efecto cómico asegurado, al unir la música más seria y profunda con el menos serio y profundo de los géneros cinematográficos, el que trata de patos que hablan y ratones que golpean con enormes martillos a gatos indefensos. Así, por ejemplo, el Cat Concerto (1947) de Scott Bradley, otro de los grandes compositores de la era clásica, en la que Jerry interpreta al piano una ingeniosa versión de la segunda rapsodia húngara de Liszt (que es, junto con la obertura de Guillermo Tell y El vuelo del moscardón uno de los favoritos de los compositores de la animación) o La ballena que quería cantar en el Met incluida en Make Mine Music (1946) de Disney, en la que el cetáceo del título tiene la voz de Nelson Eddy, el Andrea Boccelli de la época. Hay una tercera razón: por un genuino amor a la música y a sus cualidades más líricas y expresivas, tal como hallamos, por ejemplo, en la tan denostada Fantasía (1940) de la cual existe una secuela deplorable, Fantasia 2000, en la que hay un ballet de ballenas azules digitales y Steve Martin aparece vestido de esmoquin e intenta ganarse a la audiencia haciendo chistes bobos. De las tiras a la animación o último en música y dibujos animados es, al parecer, un proyecto del director musical Kent Nagano para hacer una versión animada de la La idea tiene sentido si pensamos que la ópera está basada en unas tiras cómicas de un periódico de la época. Fue la criada del compositor, Marie Stejskalová, la que le descubrió la Zorrita astuta al compositor y le sugirió que escribiera una ópera cuyos personajes fueran animales. Los dibujos de Geoff Dunbar combinan animales naturalistas a la Beatrix Potter (Dunbar es el autor de la versión animada de Peter Rabbit) con fondos austeros y expresionistas al estilo de la animación checa. La secuencia de las gallinas, cuando la zorrita empieza a predicar la revolución y a acusar al gallo de ser un explotador reaccionario, es desternillante, y hay algunas delicadas sinestesias entre las melodías de Janácek y los reflejos del agua, y un precioso vals de insectos que parece haber sido compuesto originalmente para dibujos animados. Por lo demás, la imaginación visual de Geoff Dunbar no puede competir con la del compositor, y uno siente, al ver esta Zorrita astuta, que los colores y las imágenes entran más por los oídos que por los ojos. Lo mejor es la dirección de Nagano y la sonoridad cristalina de la orquesta, la Deutsche Symphonie- Orchester de Berlín. La partitura se ve reducida a una versión (en inglés) de una hora de longitud, con lo cual algunas de las páginas musicales más bellas desaparecen, y los cantantes utilizan micrófonos para lograr una entonación naturalista y en algunas ocasiones casi hablada. El sonido final, pues, no es excesivamente operístico, y el resultado seguramente sólo gustará a aquellos que ya pensaban por anticipado que este proyecto tan valiente y tan original les iba a encantar. A. I. Mezcla posmoderna Mezcla perfecta de lo sublime y lo ridículo, impúdicamente hedonista, en una palabra ¡posmoderna! Fantasía es ante todo una obra lírica, como lo demuestra, por ejemplo, la delicada secuencia del Cascanueces de Chaikovsky, y abre las puertas de una posibilidad nueva, la de los dibujos animados como poesía, que Disney seguiría explorando, por ejemplo, en la canción de las gotas de agua de Bambi (1942) ¡Ah, qué placer siento al imaginar la ira y la furia de los puristas al leer estas líneas! En 1976, Bruno Bozzetto intentó, con su magnífica Allegro non troppo, una anti- Fantasía, en la que se hacen referencias al nacimiento del militarismo (Danza eslava n 7, de Dvorak) aparecen visiones de un futuro tecnológico apocalíptico (El pájaro de fuego) y se hace una parodia de la secuencia stravinskyana de la película anterior, haciendo surgir la historia de la vida en la tierra de una lata de Coca Cola (sobre el Bolero de Ravel) Mal rollo crítica política, el digesto del perfecto intelectual concienciado. ¿Qué quieren ustedes? Todavía hay gente que considera moralmente edificante tener úlcera y estéticamente correcto horrorizarse de los lánguidos pegasos que atraviesan los cielos color zarzamora de los crepúsculos arcádicos de la Sexta sinfonía de Beethoven, en la Fantasía original. La Tocata y Fuga en Re menor de Bach explora L astuta Zorrita Cajas de ritmos Nada hoy es comparable a tal explosión de creatividad. La música de los anime o mangas, que representan la última ola en el mundo de la animación, suele estar realizada a toda prisa con un par de teclados y una caja de ritmos, y las típicas canciones, como el tema de Sailor Moon, por ejemplo, suenan como canciones escolares japonesas con ritmo de rock (hay algo implícitamente cursi y vagamente paramilitar en todo lo que tiene que ver en Japón con la infancia: vean, por ejemplo, la marcha- canción final de Doraemon, con sus ecos ilusionados de realismo socialista. También hay excepciones: Jo Isaishi, el compositor habitual de Hayao Miyazaki, ha proporcionado bandas sonoras delicadas y complejas para películas tan complejas y delicadas como Mi vecino Totoro, La princesa Mononoke o El viaje de Chihiro. Ghost in the Shell, de Mamoru Oshi, contiene, por ejemplo, un asombroso ejemplo de música unida a imágenes animadas en la secuencia del viaje por los canales de la ciudad, mientras que la banda sonora original de Metropolis (de Toshiyuki Honda) se basa en un remake muy ingenioso de una vieja g rabación de Louis Ar Knee Drops (de 1928, el año del primer cartoon sonoro) que aparece transformada, japonesizada, dulcificada, y que es un elemento integral de la poética del filme. v otra vía importante de la animación: la psicotrópica, que llevará directamente al episodio de los elefantes rosas de Dumbo (1941) y también, claro está, al Yellow Submarine (1968) con música de los Beatles, de George Dunning. Pero más interesante es la música escrita originalmente para las películas de animación. Un libro reciente, The Cartoon Music Book (Chicago Review Press, 2002) revisa el tema y reúne ensayos y entrevistas a algunos de los más destacados compositores para cartoons, tales como Mark Mothersbaugh (Los Rugrats) Alf Clausen (Los Simpson) o el saxofonista y compositor John Zorn, gran admirador de Carl Stalling (a quien no duda en comparar con Igor Stravinsky) y autor de un cuarteto de cuerda sobre temas de 38 Blanco y Negro Cultural 21- 6- 2003

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