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CULTURAL MADRID 21-06-2003 página 33
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CULTURAL MADRID 21-06-2003 página 33

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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FOTOGRAFÍA Arte Imagen viva de la gente sin importancia Brassaï- París. Colom- Barcelona Fundación Foto Colectania. Barcelona. C Julián Romea, 6 Hasta el 30 de septiembre YULA Halász, Brasso (Hungría, 1899- París, 1984) llamado Brassaï, es uno de los importantes fotógrafos húngaros que, a partir de la Primera Guerra Mundial, fueron llegando a París. Brassaï, procedente de Berlín, lo hizo, como publicista, en 1924. Pronto, de la ciudad del Sena le interesó la noche y la vida especial que en ella desarrollan los personajes que la viven, a los que aplicó enseguida el objetivo fotográfico. No eran fotos de espectáculo, ni folclóricas, sino que recogían a las personas y su entorno en sus vivencias. La edición de aquellas imágenes fotográficas no se hizo esperar y fueron aceptadas porque se observó que su realismo venía puesto de manifiesto gracias, no a la panorámica del objetivo, sino a la concentración del ojo visualizador en una parte muy concreta de la foto, aquella que le había impulsado a provocar el clic. En el fondo, esas fotos eran como una especie de escritura en blanco y negro de lo que Brassaï observaba en la realidad. Así, fueron publicándose muchas de ellas, aunque acompañadas con relatos de escritor. Pero la plena toma de conciencia de ello quedó aun más de manifiesto cuando, años más tarde, en 1956, con motivo de una edición del relato que sobre el barrio parisino de Clichy había escrito su amigo Henry Miller, al ser documentado e ilustrado con fotos, Brassaï procedió a establecer, en encuadre sobre la fotografía, aquel punto que la justificaba, aislándolo y, así, ampliándolo visualmente sin cambiar el tamaño, por supuesto quedaba ordenado el caos de la panorámica mecánica que había captado el objetivo. Brassaï, por ese procedimiento, había descubierto en los muros de París un lenguaje a base de graffiti, elaborado según la textura de los muros y un complemento manual con yeso que, a partir del informalismo, se entendió como el ejemplo máximo de un arte que desde G la realidad gestual hablaba a la conciencia del observador. La fase previa a todo ello son esas fotos que nos muestran cómo los individuos pequeñamente históricos son los que constituyen la base de todo lo que se da y subsiste. Se podría decir que las almas y sus pasiones van por delante y luego, gra, cias al arte, sabemos de qué va la cosa. Si no fuera así, ¿cómo los grandes sabrían que lo son? En una órbita similar, pero en otro contexto, se expone la obra de Joan Colom (Barcelona, 1921) Entrados ya en los años 50, Colom, que se ha dado cuenta de la riqueza vivencial de la calle que nada tiene que ver con lo que predican las tesis sociales decide recoger aquella verdad humana. Con toda su virulencia real encuentra las motivaciones por las que, en un determinado momento y en un determinado sector social, la realidad de la vida es actuante y se produce: en el Raval, de Barcelona. Entre el camuflaje y la realidad Lo que en torno a finales de los 50 y principios de los 60 Colom recoge le acredita internacionalmente como el fotógrafo de la vida que transcurre entre el camuflaje y la realidad de las necesidades de subsistencia hormonal, pero también de figuración social. Los que van detrás de las mujeres de virtud distraída implican, para ellas, la posibilidad de una vida social más adecuada y conforme al estatus que se dice que tiene que constituir la vida social, pero claro, que se quiere como muy bien adivinó Camilo José Cela mostrar como un folclore curioso que enriquece tanto el léxico como la iconografía. Fue el propio Cela el que, al recoger las fotografías de Colom en el libro Izas, rabizas y colipoterras (1964) les puso el texto que creyó concorde con ello. El escándalo oficial fue mayúsculo, pero, al pasar el tiempo, el libro se convirtió en un best seller. Colom solo sabía que él había hecho fotos. Por ello, en 2002, se le ha dado el Premio Nacional de Fotografía. Conchita y un marinero en un café, Brassai La obra de Brassaï era una escritura en blanco y negro de la realidad de una época en la que Colom también se da cuenta de la riqueza vivencial de la calle Arnau Puig Nada humano me es ajeno Eduardo Cortils Galería Begoña Malone. Madrid. C Pelayo, 50 De 1.850 a 2.700 euros. Hasta el 26 de julio P OETA y manipulador de imág enes reniega de la consideración de fotógrafo Eduardo Cortils (San Pedro del Pinatar, Murcia, 1963) completó su formación autodidacta durante una estancia como artista invitado en la CEPA Gallery de Buffalo (Nueva York) En ésta, la que es su primera exposición individual en una galería madrileña, propone un melancólico recorrido por lo que considera el primer instrumento de comunicación del ser humano: la sonrisa. A partir de instantáneas, documentos, objetos y materiales encontrados, Cortils realiza un extenso conjunto de montajes fotográficos digitalizados, sobre metacrilato o aluminio, reunidos bajo el título de Nacimiento de la sonrisa (2002- 2003) en homenaje a uno de los poemas de los Cuadernos Voronezh, del escritor ruso Osip Mandelstam. Los protagonistas de estos collages infográficos proceden, principalmente, de Ghana, Marruecos y Afganistán, lugares a los que ha viajado Cortils, pero de los que no se ha traído ni una sola instantánea: no quiere hacer del otro un objeto de consumo, sino ilustrar sus impre- 3 v (2003) siones con imágenes halladas en la Prensa, en archivos. En un texto titulado Lago Sagrado Bosumtwi. Viaje a la enfermedad sin retorno, el artista describía a los componentes de la etnia Ashanti, de Ghana, como hombres- profundo respeto a la vista de las escenas que forman esta suerte de estudio etnológico, parece evidente que Cortils asumió este comportamiento como propio. De cada una de las más de cuarenta imágenes de la serie entre piezas individuales, dípticos y trípticos se ha realizado una única copia: los retratados niños, jóvenes monjes, presos, Señores de la Guerra etc. son demasiado preciados como para, a través de su repetición, convertirlos en meros objetos de consumo. Las siluetas se pierden o asoman entre fondos negros, irreconocibles y descontextualizadores; el espectador se encuentra así, cara a cara, con personajes desubicados, con todas las connotaciones que esto pueda tener. Sobreimpresa, en cirílico y, en ocasiones, también en castellano, se lee la frase que da título a la exposición. Cada pieza está identificada alfabética y numéricamente en el caso de las series de lo que resulta un lenguaje universal y, al mismo tiempo, exclusivo del conjunto. Del compromiso de la denuncia y la sensibilidad estética de quien es artista y poeta, se produce el hermoso nacimiento de una sonrisa. M. G. Y. 33 Blanco y Negro Cultural 21- 6- 2003

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