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CULTURAL MADRID 21-06-2003 página 31
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CULTURAL MADRID 21-06-2003 página 31

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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PINTURA Arte Medio Ruano entre artistas C. González- Ruano: A vueltas con la pintura Fundación Cultural Mapfre Vida. Madrid Avenida del General Perón, 40 Comisario: Pablo Jiménez Burillo Hasta el 7 de septiembre Dubonnet (1914) de Sonia Delaunay ÓNDE vi yo, hace años, al paso de un autobús, la mismísima luna de la tienda de Wladislaw Jahl que aún conservaba su rótulo biselado en caracteres romanos: W. J. MUEBLE MODERNO? ¿Sería un sueño, un sueño entre Ventas y Alcalá, o de Alcalá a Goya? Parece cosa entrevista, o entreleída en un artículo de Ruano, y que guardase por tanto esa magia viva de lo que es siempre actual aunque hubiera sido visto por el escritor, ya en su momento, como pasado. Porque Ruano es fundamentalmente un a medias un entremitades como Retrato a medias se titulaba, hace veinte años, la primera exposición que Mapfre le dedicó al tiempo que Quico Rivas publicaba en Trieste su Poesía; y como su prosa una de las grandes es una prosa de entre tiempos. Si se asoman aquí, verán al menos medio César, sobre todo el César acotado en moderno que fue un poco, o dos pocos, como decía Eugenio Montes, haciendo el Baudelaire de las chocolaterías y que no quiso seguir siendo luego, cuando también media España aguardaba diariamente el consuelo melancólico del tiempo que pasaba y que todavía pasa por sus artículos. Porque César González- Ruano, una vez que hubo logrado, quizá durante los años treinta, su verdadera creación, ese personaje suyo que escribía ya por sí mismo aunque nunca para sí mismo (como viene a decir su hermoso y medioverdadero epitafio de los veinticinco años) fue dos mitades, la intimidad y el mundo, Baudelaire y el Caballero de Santiago, el placer y la culpa, la extravagancia linajuda y la laboralidad escribiente, no dispuestas, sin embargo, a la mezcla, sino más bien a padecer y gozar de su escisión. Pero no hay duda de que, entre lo moderno histórico, estar, lo que se dice estar y aunque fuera juvenilmente, estuvo, sobre todo entre los ultraístas de los que arranca la primera vanguardia española, cuando el mundo reía hacia adelante entre puertas giratorias como la de Guezala y verbenas como la de Sáenz de Tejada y cafés como los de Barradas o Ucelay o Torres- García, que aquí se ven. Ruano dio a aquel movimiento, el V que diría Cansinos, Via. P ducto, ese poema dadaísta y desbocado con su aurora cubista donde cantan los patos al que puso viñeta Jahl. Así que toda la mitad aquella se ve aquí, bien que a través de una lente de monóculo que la marchita. Y se ve lo de después más sombrío, el surrealismo de Cocteau y de Óscar Domínguez. El de Dalí, quizá el personaje artístico que más admiró de entre todos. Y se ven las cosas de los incluidos en su Ficha impresionista de veinte artistas españoles en París y otros parisinos, Flores, Bores, De la Serna, Fenosa... y las de algunos que ilustraron su Vía Áurea, Pruna, Sisquella, o un Miró casi desconocido. No se ve la otra mitad, porque no es para verse, el escritor de las mañanas trabajando y nada más que trabajar, con la re- ¿D No hay duda de que, entre lo moderno histórico, estar, lo que se dice estar y aunque fuera juvenilmente, González- Ruano estuvo, sobre todo entre los ultraístas de los que arranca la primera vanguardia española saca a cuestas en El Chiringuito de Sitges, de vuelta a España, olvidando tan largas eran las noches y tan laborioso el tajo los personajes y los hechos de los trozos de novela enviados el día anterior a su editor de Barcelona. Para entonces, pues, Ruano ya había tenido comercio con pintores en París son raros y bonitos los Grau Sala y sobre todo unos Clavé como nabis y del comercio con pinturas, algunas auténticas, vivió mal que bien en la ciudad ocupada. Manolo Viola, surrealista, quedó en algo, no todo, de su Manuel de Montparnasse. Antes, en Roma, cuando ya había oído el cornetín monárquico, conoció a García Condoy y también Italia, por entonces, fue su ventura. Pero no estuvo de Dios que encontrara después, ni en Positano, ni en Sitges, ni en Cuenca, lo que él llamaba un retiro Es muy caro llevar una existencia pobre, y a los escritores, evidentemente, se nos paga también la presencia, y en cambio, se nos financia con mucha dificultad la ausencia escribió inconfundiblemente. Así que todo se ve desde aquí... a medias, entre su ausencia y su presencia, como él quiso. Porque César GonzálezRuano lo vio todo como sorprendiendo en las cosas vistas, en las pinturas vistas, su propio naufragio o vejera prematura, y su propio instante de vida que la historia, también la del arte, les arrebata. Y lo otro, la otra mitad suya, se debió quedar fuera del mundo, del arte, de las caretas de los personajes, como un secreto sin escribir. Enrique Andrés Ruiz 31 Blanco y Negro Cultural 21- 6- 2003

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