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CULTURAL MADRID 21-06-2003 página 16
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  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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POESÍA Libros El bebedor de posos 101 poemas HAFEZ SHIRAZÍ Edición de Clara Janés y Ahmad Taherí Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Madrid, 2003 256 páginas, 15, 99 euros estos poemas; aunque ciertamente no escatima autocríticas No digáis que domina los temas este Hafez, nosotros lo vimos y es un gran ignorante, damos fe Hacia el camino de la taberna, no orientéis las riendas, amigos, Hafez siguió este camino y se convirtió en mendigo etc... lo habitual es que su autor muestre una cierta arrogancia irónica, si no provocadora. Termina su poema llamado ¡Rompamos el techo del cielo! de este modo: En Shiraz no cultivan el arte de cantar ni la elocuencia, ven Hafez, y que nos arrojen a otra tierra Sí se cultivaban en la ciudad (famosa en el mundo islámico medieval, precisamente, por los versos de Hafez y de Saadi) ambas artes, como en su fértil valle se cultivan aún los viñedos. De hecho no es raro que el vino sea uno de los temas preferidos del poeta: Ven, y esparzamos las flores y echemos vino en la copa, propongamos un mapa nuevo, rompamos el techo del cielo Pero el poeta, en primer lugar, y en el mismo lugar del sufí, es una víctima del amor, de ese otro vino que eleva al cielo alma y a la belleza los ojos: Di al cielo: no presumas de tal grandeza, que el amor un grano de cebada dan por la Luna, y por las Pléyades, dos Vivió tiempos de cambio, y vio caer a los grandes y a los reinos cambiar de manos. Sobrevivió sin grandes dificultades, pero su filosofía es, en tal sentido, de una claridad meridiana: Falaz, el universo un engaño relata. Encinta está la noche, ¿qué dará a luz el alba? Así, se conoce a sí mismo y no cree los engaños del Yo del ídolo. Sabe arrepentirse de sus excesos y arrepentirse, también, de sus arrepentimientos. Su modernidad es ésa: contiene su propia contradicción. Es la expresión de la duda y hace del canto un noble vaso para la sangre de nuestra pequeñez. Pero frente a las palabras su genio se le aparece sin disimulo, vencedor de cualquier reproche: Dijo la razón: desde el trono divino llegaba un rugido al amanecer, parece que los seres celestiales aprenden de memoria los versos de Hafez Su tumba, en Shiraz, ha sido cuidada durante siglos y hoy se encuentra rodeada por hermosos jardines, cipreses y fuentes; quizás, después de todo, sí tenga fundamento leer sus versos, magistrales, vivísimos, deliciosos y sabios, como oráculos: De mis ojos, en las faldas, arroyos han manado. Acaso junto a mí planten así un ciprés muy alto N ACIDO en la ciudad de Shiraz, hoy capital de la provincia de Fars (y capital de Irán entre 1750 y 1794) Shams ud- Din Mohamad Hafez (1324- 1389) es, sin duda alguna, uno de los poetas más brillantes y originales de toda la literatura persa. Pero es, además, un poeta moderno (como lo son aún los autores del Cantar de los Cantares o del Eclesiastés) y su obra, todavía viva, continúa sorprendiéndonos por su inteligencia, su liberalidad y su visión del mundo. Clara Janés, cotraductora de estos poemas (junto a Ahmad Taherí) cuenta en su prólogo que los poemas de Hafez son en la actualidad leídos para consultar el futuro. Ciertamente su ambigüedad controlada, su capacidad metafórica y, sobre todo, su facilidad para pasar de lo humano a lo trascendente (para volcar literalmente lo uno en lo otro) dan a sus poemas un tono entre moralizante y oracular. Pero que nadie se llame a engaño: Hafez es un moralista escéptico, irónico, casi inmoral, y fatalmente optimista por cierto. Existe la opinión de que Hafez pudo haber sido un derviche de los llamados malamatie monjes mendicantes deseosos de recibir reproches y hasta de llegar a ser rechazados. No se deduce eso de muchos de La vida es vino No se trata de un vino simbólico, que sí, pero primeramente de ese vino real de las tabernas que el poeta frecuenta sin vergüenza ninguna: No por mi pie fui a parar de la mezquita a la taberna: consecuencia de mi sino desde el primer día ha sido Para Hafez la vida es vino, inteligencia y juego Tengas o no, no sufras y sé alegre, pensamiento, la existencia es el final de cuanta perfección ha sido pero no hay que olvidar que hablamos de un poeta fundamentalmente místico, uno al que ni le turba cargar contra la hipocresía de sus iguales Ebrios de amor, los sufíes todos juegan con la mirada, sólo Hafez, de corazón doliente, tiene la mala fama ni le preocupan las observancias superfluas El fuego del falso ascetismo quemará la cosecha de la fe. ¡Quítate este hábito de lana y vete, Hafez! pero que sabe elevar su pensamiento hacia lo inefable hasta dar cuenta de ello: En la taberna de los magos veo la luz de Dios. ¡Oh maravilla! ver semejante luz donde la veo. ¿Quién sirve los posos en esta bodega, oh Dios? Pues en su puerta veo la alquibla de las peticiones y el mihrab de los rezos E. Santos Juan Carlos Suñén Versos y prosas La llama del brezo JUAN MANUEL GONZÁLEZ I Premio de Poesía Ateneo de Sevilla Prólogo de Luis Antonio de Villena Algaida. Sevilla, 2003 100 páginas, 10 euros nido el I Premio de Poesía Ateneo de Sevilla, es su séptimo poemario, después de Líneas minerales (1984) De ritos y solsticios (1986) De sombras y transfiguraciones (1987) En el filo de la sangre (1996, Accésit del Premio Gil de Biedma) Madrigal de ausencia (1997, Premio Ángel Riesco) y Luces inciertas (1999, Premio Rafael Alberti) Como señala Luis Antonio de Villena en su breve prólogo, este nuevo libro es la historia lírica de un viaje a Irlanda y de un amor irlandés De ahí la identidad entre la amada y las tierras irlandesas. Por otra parte, los veintiséis poemas que lo componen configuran un mundo a la vez real y mágico, histórico y mítico, donde el brezo es el símbolo central. legendario en el que se entrecruzan varias guerras. A lo largo del libro, se pone de relieve también una cierta vinculación y semejanza entre las tierras de España e Irlanda. Desde el punto de vista formal, destacan las sorprendentes imágenes telúricas, la fluidez y dominio del ritmo y la plasticidad y concreción del lenguaje: Aquí el tiempo no es un escrito de tiza por el que pasan a traición el trapo escolar tras esos hilos de aguacero, cuerdas de arpa, que cuelgan de cada alero roto Junto a ello, está el carácter épico de muchos de los versos y el tono unas veces visionario y otras sentencioso. El recorrido se cierra con un poema en prosa, titulado Sin victoria, paz una especie de calidoscopio lírico en el que Irlanda crece por encima de los años, las estaciones y los sentimientos Este libro es la culminación por ahora de una interesante trayectoria. Signos sobre la ceniza es la tercera recopilación de los ensayos y artículos críticos de Juan Manuel González. Antes había publicado La nieve en el espejo (1995) que obtuvo el Premio Atlántida de Cataluña de Crítica, y El viento de los juncos (1999) galardonado con el Premio de Ensayo de la Sociedad Internacional de Lectores. En esta nueva entrega, nos ofrece numerosas incursiones en la obra de autores españoles y extranjeros de diferentes épocas. Capítulo aparte merecen los escritores hispanoamericanos y portugueses y algunos no occidentales. El libro se completa con un Interludio poético dedicado a la poesía española, y una breve selección de entrevistas. De gran interés es el capítulo introductorio, titulado La tarea de escribir donde Juan Manuel González reflexiona sobre las relaciones entre literatura y política, las controversias entre escritores y el futuro de la condición de autor. Pero lo más importante es que estos textos críticos iluminan con nuevas perspectivas su faceta de creador. Signos sobre la ceniza. Autores y libros en el comienzo de siglo JUAN MANUEL GONZÁLEZ Prólogo de Luis Racionero Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil- Albert Alicante, 2003 441 páginas, 15 euros P 16 Máscaras sucesivas Estamos, por lo demás, ante una sucesión de evocaciones donde se funden los espacios y los tiempos, los paisajes exteriores e interiores y las máscaras sucesivas del yo lírico y del objeto amoroso, sobre un telón de fondo OETA, narrador, ensayista y crítico literario, Juan Manuel González (Madrid, 1954) es autor de una obra variada y abundante, pero unida por una fina red de vasos comunicantes. La llama del brezo, que ha obte- Luis García Jambrina Blanco y Negro Cultural 21- 6- 2003

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