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CULTURAL MADRID 21-06-2003 página 11
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CULTURAL MADRID 21-06-2003 página 11

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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París no era una fiesta Los días frágiles CARLOS PUJOL Edhasa. Barcelona, 2003 209 páginas, 15,38 euros E Un toque de ironía Considero que Los días frágiles hay que leerla en continuidad con aquéllas, a las que ha impuesto ahora un toque de ironía que, si estuvo presente siempre en su obra narrativa, alcanza en esta novela a ser el dispositivo central de su composición y modo de narrar. Para entender la propuesta estética que hace Carlos Pujol en esta novela, que considero de mucho calado, habría que referirse al comienzo de La Cartuja de Parma, cuando vemos a un Fabrizio del Dongo perdido en el fragor de una batalla (no sabía que se llamaría luego de Waterloo) y dando los palos de ciego de su propia incomprensión hacia los hechos, que en modo alguno se parecen a las batallas descritas por Tolstoi en Guerra y paz. Mientras el conde ruso narraba desde arriba, como un gran ajedrecista, cada movimiento, Stendhal, como se sabe, sumerge a su personaje en un perspectivismo falto de datos, y atento tan sólo a sobrevivir como puede. El héroe del nuevo realismo tenía que parecerse ya a este jovenzuelo que ningún atributo de valentía parece querer para sí, salvo salir ileso. No resulta raro que en la página 60 de Los días frágiles, de Carlos Pujol, se cite esta novela de Stendhal. Pero la mejor manera de homenaje no son las varias citas explícitas que a lo largo de la novela de Pujol se hace de la de Stendhal, sino haber convertido este horizonte estético de un nuevo realismo en el núcleo central de la escritura. Los días frágiles narra apenas tres días de un momento crucial del destino de la última gran guerra europea, concretamente los días previos a la definitiva entrada de las tropas de Hitler en un París reconocido aquí sobre todo en las inmediaciones del jardín de Luxemburgo, rue Cujas, plaza Sorbona, etc. es decir, una pequeña zona por la que deambula una curiosa troupe de personajes. La novela se centra toda ella en seguir lo que esa veintena de personajes hace en esos pocos días, tanto lo que hacen como sobre todo lo que hablan. La relación estética con el principio compositivo de aquel pasaje que he convocado de La Cartuja de Parma es bien clara: estos personajes de Pujol viven idénticas perplejidades, falta de datos, extrañeza y en definitiva la misma carencia de todo heroísmo y propósito, como no sea salir bien librados de una circunstancia que pasan toda la novela sin conocer del todo, ni en sus orígenes ni en sus consecuencias. El narrador, un español que ha huido de la España de Franco y se hace llamar Maxime, acompañado por un ciego, encuentra a la bella e intrigante Athénaïs, una especie de espía que tiene la delicada misión de ocultar joyas y objetos de valor. Pero lo importane en esta novela no es el argumento, sino precisamente que falte en ella la directriz de una omnisciencia, y por supuesto ese punto de conocimiento sobre lo que está ocurriendo esos días en París, que nadie en esta novela posee, salvo la certeza de que esta vez no se trata de una fiesta. Gente que huye Considero que Pujol ha ironizado muy claramente sobre los supuestos en que se apoya el realismo, haciendo ver que el verdadero espejo sería, como ocurre aquí, el de atrapar unos hilos que se resisten a otra trama que no sea la de gente que huye, que se encuentra con un clochard, que teme ver asaltada su casa, que es interrogada por una policía a la que falta también designio cierto. Es decir, un caos que tiene el interés de dibujar mejor que ninguna trama lo que ocurre cuando una ciudad va ser tomada por unas tropas extranjeras, y se hace extraña ella misma porque sus personajes no conocen qué va a pasar, no sólo con la Historia, que es lo de menos, sino con ellos, que es lo que les importa en definitiva. Es muy expresiva de esta propuesta la irónica nómina de personajes que Pujol sitúa en el cierre de su novela, y aún más el fragmento J. L. Jover N la extensa obra de Carlos Pujol los temas franceses ocupan lugar principal. No en vano Pujol es uno de esos españoles de cultura cosmopolita y refinada que han dado oxígeno durante años a las letras españolas, por la vía de un conocimiento profundo de las francesas e inglesas. Es traductor de la primera fila de narradores galos, entre los que cuentan ediciones de Proust o Balzac, pero también son conocidas (Pujol es fino poeta) sus traducciones de Baudelaire o Verlaine. Su amplio contacto con las letras francesas no se ha limitado a las traducciones, puesto que como novelista ha nutrido su imaginación de asuntos, referencias y personajes tomados de la historia y la literatura francesa. Así ocurría en los años ochenta del pasado siglo, que dieron tres novelas cuya temática y personajes recordaban sus lecturas de esa gran tradición. En La sombra del tiempo (1981) Un viaje a España (1983) o El lugar del aire (1984) podemos encontrar personajes que toman el nombre de Vidocq, de Rastignac, el duque de Guermantes o el baron de Charlus. que la concluye, que ofrece un mapa real de toda ella: Gente que huye de París sin saber adónde va, vecinos que contemplan la desbandada, funcionarios del Palacio de Luxemburgo, policía en bicicleta y a pie, una banda de músicos en pleno desconcierto, tenderos que cierran por si acaso... cínicos, aprovechados, estoicos, perplejos, víctimas y verdugos, clochards vagabundos que piensan que aquel trajín no va con ellos (páginas 208- 209) Cuando tantas voces hablan de la quiebra del realismo y de su agotamiento novelístico, Carlos Pujol, que domina como pocos esa estética, ha querido ofrecer una apuesta no exenta de ironía sobre lo que el cacareado realismo puede ser: el estilo de un desconcierto, la imagen de un pequeño grupo de personajes que, dejados de la mano de su autor, deambulan y discursean, ríen, se esconden y finalmente ofrecen ese trozo de vida en el gran espejo de la novela, que esta vez se ha fragmentado. La novela vuelve a ser por fortuna lo que ha sido siempre: una intervención en la realidad, y sobre todo un estilo. José María Pozuelo Yvancos 11 Blanco y Negro Cultural 21- 6- 2003

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