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CULTURAL MADRID 26-10-2002 página 25
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CULTURAL MADRID 26-10-2002 página 25

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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proceso que culmina negativamente el (hom bre como maravilla) del humanismo. Ello hace que la pintura de Freud no sea, esencialmente. ni figurativa, ni realista ni abstracta. Lo visual está ahi, pero no importa como referente. Lo que importa es la huida de lo simbólico que proponia Lacan y la inclinación por lo vil, lo maloliente o lo informe aventurada por el disi dente del surrealismo Bataille, Ante sus modelos, sean hombres, lavabos, plantas o sillones yacios- -nada diferencia el ser humano del objeto- -se abandona a un fre nesi casi animal capaz de rasgar cualquier velo Aristada vida y de destruir cualquier pantalla protectora que ¿Qué es lo que hace hoy fascinantes las pin se interponga entre él y la realidad, En su pin turas de Freud, obras que a algunas miradas tura no hay ni simulacro, ni mimetismo ni ilu pudorosas- -moral y artísticamente- -les resul sionismo, ni menos, claro está respeto a lo que tarán quizá poco menos que impúdicas e in no lo merece. Pero si hay arte. Voy más a la cluso ignominiosas? Primero, puede seducir el National Gallery a buscar ayuda que al mé apellido Freud, con toda la carga histórica e in dico aunque ese ir al museo no suponga telectual que conileva. Pero ya de por si, Lu buscar modelos o referentes sino sólo fragmen cien Freud, nieto de Sigmund, posee una inte tos de existencias atormentadas, que puede resante biografía personal, laberintica- -sin haBar en Rembrandt, en Constable o en Goya, duda psicoanalizable, como todas, claro está- A Freud tanto le importa pintar a un mendigo que a un aristócrata, tanto a la Reina Isabel II como a su perro Pluto. No entiende de jerar quias ni de clases sociales, como tampoco en tiende de lazos de sangre ni de falsos pudores (pinta a sus hijas desnudas) todos los seres humanos, como él mismo dice, estamos involu crados en idéntica encrucijada de lo mortal. Es esta condición de lo mortal lo que le aparta- y también a su pintura- -del cuerpo en tanto que criatura suprema de la creación, y le acerca a algo más aparentemente prosaico y ri zomático como es la carne; carne palpitante que Freud trabaja de una manera voluptuosa. pero de una voluptuosidad transida de dolor y de desesperanza. Charles Saatchi de apoyar a artistas como Da mien Hirst y Janes Dinos Chapman, la efer vescencia creativa de los Young British Art i. sto los cada vez más polémicos Turner Prize, se conjugan con iniciativas como esta exposición de Lucien Freud que supone no tanto ponerse en paralelo o incluso a la cabeza de los nuevos giros del arte internacional- -entreellos, el de la vuelta a lo real- sino asentar esa vuelta en una de las pocas manifestaciones comprometi das, la de Freud, que restan de la mudable e in quietante tradición pictórica del siglo XX. la pintura es la persona Para Luden Freud el retrato- -yen general la figuración del cuerpo humano- surge de su descontento ante los retratos que se parecen a sus modelos. No hay más parecido que la pro pia pintura, la pintura es la persona, Su pin tura, perturbadora y seductora a la vez, se con vierte, entonces, en biografía y autobiografía. Al ser biográficos y autobiográficos, sus retra tos y sus desnudos yacentes o en pie en actitu des indolentes y despiadadas, son verdad y son belleza, una verdad y una belleza alejadas de la morbosa mascarada social al uso y próximas a la necesidad que todo individuo tiene de visua lizar lo nocivo, de descubrir lo absurdo en la realidad envuelta en celofán, de penetrar en los límites de la mente, del corazón y del espí ritu, Freud penetra en esos límites a través de una tolerancia lacerante y de un impulso des sublimador que le acerca, con ventaja en mu chas ocasiones, a buena parte de las prácticas anglosajonas actuales y. más particularmente, a los desnudos de Ron Mueck, Jenny Saville o incluso Marcus Harve que son trasunto de sus masas de cuerpos- carne. panorama del arte británico de las últimas dé cadas, un arte huérfano de grandes nombres y de figuras áuricas. En tal sentido, la exposi ción Freud. con lo que comporta de contra rresto de las pretericiones e incluso rechazos que durante años pesaron sobre el excéntrico y hasta cierto punto incómodo pintor, se inscribe en una amplia opel- ación que, desde finales de los años ochenta, y tras el vacio dejado por ar tistas como Henry Moore y Francis Bacon. lle van a cabo, servida por comisarios, criticos y artistas, diversas instituciones británicas. La consigna es clara: rescatar al arte británico (101 olvido y, lo que es más grave, de la condición de (provinciano a la que fue relegado por la mainstrean. j internacional. La vehemencia de críticos como Norman Rosenthal que se plasmó en el diseño y produc ción de exposiciones tipo Sensation o la más re ciente Apocatypses, la iniciativa del publicista que lo sitúa en la órbita del Picasso amante y repudiador de mujeres, pero que, a diferencia del malagueño, mantiene alejada del escapa rate de la vida. Y lo hace hasta el punto de que apenas se muestra en público- -susentrevistas son muy escasas- -y de que su rostro casi sólo es conocido por sus clínicos y nada compla cientes autorretratos, como lo son, por otra parte, clínicos y desapasionados- -peropinta dos pasionalmente- todos y cada uno de sus retratos, Creemos, sin embargo, que la fascinación de Freud no proviene tanto de esta aristada vida ni de su absoluta falta de autocomplacencia, sino del hecho de que con su pintura tradicio nal) participa del impulso des- sublimador con temporáneo, un impulso que se deleita en lo abyecto y en lo escatológico para evidenciar el pi- oceso de destrucción del ser o. al menos, de la estima humana, al que estamos sometidos, LucienFreud Ca, xaForum. Barcelona. Consarro: WiH, amFeaveí Hasta el 12 de erlerc de 2003 25 Blanco Nq r, Culiujíal o

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