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CULTURAL MADRID 07-09-2002 página 15
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  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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1 Aibros Amor y odio FELIPE FERNÁNDEZ- ARMESTO el momento del ataque del N 11 de septiembre, todos los que queremos democracia y libertad tu vimos actos de conmiseración autén tica y profunda hacia los Estados Unidos. Ahora, en cambio, sentimos dolor por los afganos inocentes, vícti mas de una guerra con la que no tu vieron nada que ver, o por los ira quíes que, tras soportar una dicta dura inhumana, se ven amenazados por la venganza mal dirigida del pre sidente Bush. Porque lo cierto es que en el curso del último año el gobierno norteame ricano ha perdido- y aún rechazadola buena voluntad del mundo. Para Harold Pinter, decano de los intelec tuales ingleses, la gran superpoten cia se ha convertido en un monstruo dorado que sólo habla el lenguaje de las bombas Se trata de un juicio exagerado, pero perfectamente com prensible. El gran defensor de la civi lización occidental en el mundo islá mico, Ziauddin Sardar, ha denun ciado a los Estados Unidos por utilizar la violencia para conseguir un mundo conforme a u visión e in tereses. Según opina John Gray, el más sutil de los pensadores liberales de la actualidad, se ha perdido la con fianza en el sistema de valores esta dounidense, que parecía destinado a extenderse por el planeta, y ya no da la sensación de seguir vigente ni en la misma Norteamérica. La conclu sión ineludible es que la consecuen cia del 11 de septiembre para la su perpotencia fue una derrota moral, infligida por si misma. Es una autén tica tragedia: el heroísmo de las victi mas del ultraje y de los que se sacrifi caron para rescatados mereció algo mejor. Me da pena decirlo. Soy, posible mente, el mayor pronorteaniericano de Europa. Cuando permanecí en Es tados Unidos como catedrático invi tado adquirí un cariño entrañable hacia el país y sus habitantes. Me di cuenta de que los estadounidenses no son esa gente dura, esos individualis tas tan exagerados que acaban siendo egoístas retratados en las peli calas, ni esos horteras, sibilinos y materialistas que aparecen en sus propias series de televisión. Se trata, más bien, de un pueblo de virtudes solidarias y agudos sentimientos ci vicos, que se dedica al esfuerzo co mún de mejorar la vida de todos me diante la colaboración en comunida des de todas clases: vecindades, poblaciones, etnias, comuniones reli giosas, estados de la Unión y, final mente, la nación entera. Me con mueve la ingenuidad sincera con la que abrazan las ideas de libertad y democracia, así como su aspiración E El norteamericano esdesde un pueblo de virtudes solidarias y agudos sentimientos cívicos, que se dedica al esfuerzo Ingenuidadsincera común la propia declaración de indo a la búsqueda de la felici dad. pendencia El problema, sin embargo, radica en que si quieren comunicar esta as piración al resto del mundo, sin con vertirla en pesadilla, tienen que reco nocer que las culturas son todas distintas, a pesar del aparente mag netismo universal ejercido por el cine de Hollywood y el consumo de hamburguesas, La diversidad de sis temas politicos y sociales debe respe tarse, dentro de unas amplias nor mas democráticas, tanto como la di versidad de especies naturales o de entornos físicos. En Afganistán po demos observar claramente los efec tos de una intervención mal pensada en un país de tradiciones políticas di ferentes. Allí se cambió un gobierno diabólico por un demonio de go bierno. Límites de supoder El ejercicio del rango de superpo tencia es difícil. Ser la única superpo tencia es casi imposible. Tener la res ponsabilidad de vigilar todos los ex cesos del terrorismo internacional y de los Estados renegados es dema Felipe Fernández- Armesto es pro siado complicado para un solo país; fesor de Historia en el Queen Mary los conflictos entre los intereses na College de la Universidad de Londres cionales de los Estados Unidos y los y autor de Civilizaciones (Taurus) de los demás son inevitables, y sus obligaciones de imparcialidad ante problemas tan complejos como los de Israel, Irak, Corea o Afganistán impo sibles de satisfacer. Además, el coste de mantener un sistema interna cional dependiente de un sólo país es insoportable. En términos relativos- en comparación, por ejemplo, con el peso económico de la Unión Europea, o con el desarrollo chino- -Estados los Unidos son ya una potencia en de cadencia. Por todo ello, el primer paso para que puedan recuperar el respeto y hasta el afecto del mundo está claro: deben reconocer los lími tes de su poder y de sus posibilidades, volver al idealismo internacionalista de los grandes lideres del siglo XX, del presidente Wilson, profeta de la colaboración global en la búsqueda de la paz, y de Roosevelt, que protago nizó la creación de las Naciones Uni das, para intentar extender por el mundo, en lugar de una hegemonia insostenible, el principio cooperativo que dirige sus propias instituciones y la vida de su pueblo. 15 ABC Cuiturul 7- 0- 2002

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