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CULTURAL MADRID 13-07-2002 página 21
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  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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Metáforasde Iberoamérica; 0 De cómo VirginiaWoolf encontrósu estio l SERGIO PrroL os jardines de Kew (Kew Gar dens) es un texto fundacional en la obra de Virgina Woolf, escrito en 1918 y publicado en 1919 por la Floggart Press, en una edición de tiraje limitado, con hermosos graba dos en madera hechos para esa edi ción especial por Vanessa BeIl. Ese texto es la primera señal de una revo lución literaria que se gestaba en In glaterra, que va a dar sus frutos eñ un año de prodigios, 1922, cuando aparece su novela El cuarto de Jacob; La tierra baldía, de T. 8. Eliot, y el Ulises, ¡nada menos! de Joyce. Se po dría decir que ahi comienza el siglo XX en términos literarios en Inglate rra. La aparición de esas obras, en es peciál la del Ulises, provocó una con moción de tal intensidad como pocas veces se había registrado en toda la historia de la literatura inglesa. Los académicos, los críticos, las glorias literarias nacionales, descargaron contra esos títulos, y contra sus auto res, torrentes de ásperas invectivas: Ulises era un libro incoherente, pési mamente escrito, las pocas páginas legibles revelaban una moral de gradada. Nunca se había visto tanta procacidad y podredumbre en una novela. Era un libro para leerlo en las letrinas. Las autoridades tuvie ron que tomar parte en el asunto, y el libro fue prohibido por más de una docena de años. Los tres autores fue ron tildados de esnobs e ineptos, que al no dominar el lenguaje ni conocer las reglas de construcción de una no vela o poema, habían perpetrado una escritura dislocada, con el fin de ma rear a un puñado de esnobs, como ellos, y presentarse ante el mundo como adelantados de una cultura nueva. Ninguno de esos argumentos tuvo los efectos buscados por los de tractores. Al contrario, la obra de Woolf, Eliot y Joyce ganó admirado res, aliados y cruzados dispuestos a luchar para defender las nuevas for mas. Buena parte de los escritores jó venes y algunos, muy importantes, de generaciones anteriores dieron pleno apoyo a las manifestaciones de poesia y novela vanguardistas. Hace más de medio siglo eran ya escritores de culto, minoritarios; luego se con virtieron en presencias indispensa bles, hasta llegar a ser lo que son ahora: clásicos, no sólo nacionales sino del mundo entero. Virginia Woolf se educó a la som bra de su padre, Stephen Spencer, no table critico e historiador de la litera tura. A la muerte de él, Virginia pasó a formar parte del grupo de Blooms bury, que incluia a escritores nota bles: E. M. Forster yLytton Strachey; pintores: Duncan Grant, Roger Fry, L Vanessa Bell; el economista 3. M. Keynes, algunos más. En ese circulo se podía hablar con entera libertad sobre psicología, pintura, economía, sobre todo de literatura. Estimulada por el grupo, Virginia comenzó a es cribir artículos sobre literatura y reseñas de libros. Comenzó tarde, sobre todo para los usos de la época, a es cribir novelas: El viaje (1915) y Noche y día (1919) Tenía treinta y tres al terminar su primera novela, y treinta y siete la segunda. El arte de la novela En sus ensayos discutió y pole mizó sobre el arte de la novela. Hasta el fmal de su vida, seguia estudiando las varias maneras de abordar ese tema. En una ocasión escribió un ar ticulo muy provocador sobre tres no velistas consagrados de la genera ción anterior a la suya, quienes le re sultaban agobiadoramente vulgares. Eligió a tres escritores hasta enton ces intocables: FI. G. Wells, John Galsworthy y Arnold Bennett para leerles la cartifia: Escriben sobre cosas que no tie nen importancia- -dicela Woolf- Gastan su inmensa capacidad y tam bién un inmenso esfuerzo para hacer que lo trivial y transitorio parezca verdadero y perenne... La mirada lii tenor y la vida, me parece, están muy lejos de ser lo que ellos creen. Examinese por un momento una mente ordinaria en un día ordinario. La mente recibe minadas de impre siones, triviales, fantásticas, evanes centes o grabadas con una punta de acero. De todas partes llega una ince sante lluvia de innumerables áto mos, y mientras caen y se asimilan a la vida de lunes y martes, el lenguaje va siendo diferente a cada momento. La vida no es una sucesión de escena rios simétricamente ordenados; la vida es un halo luminoso, una envol tura que nos rodea desde el inicio hasta el fm La novela que soñaba Virgina Woolf tenía que estar trabajada con los mismos elementos de que está he cha la poesía. No se trataba de hacer prosa poética, nada de eso, sino de que el cuerpo narrativo, los persona jes y su entorno estuvieran bañados de ese halo luminoso que es la vida. Romper las rutinas de ese realismo gris, pobre y melodramático que pre dicaban Wells, Galsworthy y Ben nett, aprehender, en cambio, el ins tante, darle forma y color a algunos de esos átomos que recibe la concien cia, detenerse en el detalle y tratarlo como si él, por minimo que parezca, fuera el Universo; disgregar por un momento lo que está unido, estudiar algunas de las porciones y luego de volverlas a la unidad, así la mirada del novelista podrá ver la porción y el conjunto. Es interesante que cuando ella es cribió su articulo sobre novelistas cuyos resultados le parecían torpes ya que describían mal algo que ellos llamaban realidad y eso les exigía una escritura cruda y rutinaria, por lo tanto epidérmica, y falsa, ella, Vi gina Woolf, estaba absorta en esos momentos en una novela, la segunda, Noche y día, que tenía las mismas ca racterísticas de las novelas que criti caba, con pequeñas diferencias, por ejemplo ella eliminaba en sus libros el melodrama y el énfasis, y evitaba cualquier clímax en su novela. Escapar del laberinto Después de Noche y día, su novela más débil, en donde parece perdida en un laberinto del que le fue difícil escapar, ella se planteó otros retos, los que, a su parecer, debían asumir los escritores mayores aludidos en su artículo, y escribió con pasión y rigor un texto breve, Los jardines de ES, para intentar hacer realidad lo que predicaba. Los jardines de Kew son un ejercicio de ruptura. Allí puso en juego su teoría del detalle, de la disgregación del escenario para al fmal llegar a la unidad. El re lato tiene mucho de poema. Alude en zigzag al amor, a la memoria, a la lo cura, a la trivia cotidiana, a un jar dín que es una translación del pa raíso, donde los macizos cargads de suculentas flores, descritos de una manera puntillista, son el espacio donde se mueven insectos y caraco les, y algunos hombres y mujeres de diferente edad pasean, se tienden en el pasto, hablan y hablan, y hablan y el lector no oye sino ecos de esas charlas, palabras sueltas, recuerdos de una hebifia de plata, el monólogo de un demente. Al final parecería que nada hubiera sucedido, pero eso es falso, ha pasado algo no designado con su nombre. Ha sucedido algo ma ravilloso, si, invisible y a la vez in deleble: por los jardines ha pasado, y también por el texto, ese halo lumi noso que es la vida. Los jardines de Kew es un intento para arribar a otra etapa, un ejer cicio de laboratorio necesario para llegar a El cuarto de Jacob, donde Virginia Woolf comienza en verdad su camino narrativo, y ha encon trado ya su estilo, sus procedimien tos novelísticos, su plena coloración. Después vendrían las grandes y asombrosas creaciones: La señora Dalloway; Alfaro, su obra maestra; Orlando, Las olas, y otras más. La novela que soñaba Virginia Woolf tenía que estar trabajada con los mismos elementos de que está hecha la poesía. No se trataba de hacer prosa poética, sino de que los personajesy su entorno estuvieran bañadosde ese haloluminoso que es la vida 21 ABC CuItunl 13 r 722 1

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