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CULTURAL MADRID 08-06-2002 página 10
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CULTURAL MADRID 08-06-2002 página 10

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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pasantes; 0 NARRATIVA Lo bueno del mal rollo ALEJANDRO GÁNDARA Fábula de nuestrosdías L AS situation comedies, o sea, las series americanas que nos echan por la tele, son un engendro para que el espectador se ría todo el rato. Cada expresión y cada frase aspiran al chiste o a la gracia. Por si el chiste no fuera chistoso o la gracia tan graciosa, hay un sopone de risa enlatada, donde seres que a lo mejor ya están muertos se ríen por nosotros y en caso de acierto, con nosotros. El mandato es claro: reír sin respiro (de modo que los muertos enlatados son los que mejor ríen, ya que no respiran) En las series españolas la moda es otra: el mal rollo sin respiro. Uno se pone delante de Al salir de clasey que se prepare para mejoresami. gos que te quitan la novia, padres chungos di vorciados, compañeros de piso que te chulean y profesores con defectos. lb puedes reir, pero de que lo hagan en serio. Me he enterado de que los autores del guión son comunidades de vecinos estimuladas. La apoteosis del mal rollo se ex tiende a Gran Hermano o a los de Operación 7) iunfli en Eurovisión. Nos gusta. Nos va. Nos adiesfra para la vida cotidiana. Ya ves. ¿Habrá algo más profundo en todo esto que dos culturas antagónicas? Primera respuesta (muy probable y fuerte) cualquiera sabe. Se gunda (indiferente a la probabilidad y débil) los americanos se ríen tanto, porque confian en el mundo. lbpuedes reír de Bush, por ejem plo, porque a Bush, aparte de que le da igual, no le va a pasar nada. También te puedes reír de la Reserva Federal del lbsoro, de la institu ción familiar o del multiculturalismo, porque seguirán ahí cuando acabes de reírte e incluso sino paras. Por eso, siete de cada diez estadou nidenses siguen confiando en el FBI y en la CIA después del ll- S y de las pesquisas subsi guientes. (Quizá conflan porque se ríen de ellos) Cuernos JOAQUN LEGUINA Alfaguara. Madrid, 2002 240 páginas, eums 15,35 E amplitud de las direc la ciones en que se mueve la obra de Joaquín Leguina nos habla bien a las claras este li bro. Si a él le debemos, y va ya para algunos años, una suerte de biografla que indagaba en la figura de Louis Ferdinand Cé line, destacando ciertas cuali dades del mismo que interpre taciones camitas habían inten tado arrwnbar en el desprecio más miserable, y en calidad de tal coincidimos en un semina rio en El Escorial sobre la fi gura del autor del Viaje alfin de la noche en que Leguina se ex pláyó largo y tendido sobre ta les ignorancias, más tarde nos regaló una novela cuya historia se desarrollaba en Cuba y donde, curiosamente, no se ofrecía un solo modismo dialec tal de la isla, que, por otro lado, nos daba ya una pista clara so bre ciertas decantaciones esté ticas del autor y el uso bastante aquilatado que siempre ha he cho del lenguaje. Entre estos dos libros cita dos recuerdo la grata lectura de un volumen de relatos, Histo rias de la calle Cádiz, y, luego, dos nuevas novelas, La fiesta de los locos y El corazón del viento, que han hecho de Leguína un escritor de múltiples experien cias, desde el ensayo a la novela pasando por el relato, y que ahora retoma con este Cuernos, donde el hilo conductor que les une a todos ellos parece ser la traición, aunque, y parodiando D aquí la cita de Robert Walser que abre el volumen y donde se afirma que el fracaso en el amor es una dicha, diría que esa infidelidad de los senti mientos se torna en estas once historias que narra puro ma lentendido, lo que, en defini tiva, es una manera como otra cualquiera de enfocar el sufri miento, sólo que así queda atemperado lo que en otros ca sos podría resolverse en melo dramática tristeza. Tendenciaal objetivismo Con ello quiero decir que hay en estas historias una equi distancia buscada, algo que tiene que ver con una declarada tendencia al objetivismo, para no caer en ciertas tentaciones fadionas de mirar la desdicha, Y aquí enlazamos con lo dicho antes respecto al uso del len guaje. Tiene Leguina una he rencia, supongo achacable a su origen cántabro, por explicar nos lo que no debe tener expli cación, a extender los modos del lenguaje dentro de unos li mites contrapuestos al gesto ba rroco. En aquella novela sobre Cuba le parecía al autor que buscar adrede un habla colo quial similar a los modismos de la isla era falsear con una nota de color algo que de ese modo se daba prístino, es decir, que no chirriaba justamente por su sencilla honestidad. Probable mente tuviera razón. Desde luego la supuesta sencillez del lenguaje que emplea el autor en estas historias se debe a otras razones. Razones que, por otro lado, tienen todo que ver con una concepción muy determi nada de lo que debe ser lo litera rio. De ahí el tono de fábula, a Lo peory lo menos malo En cambio, aqui nos pasa como en la visita al dentista nos imaginamos lo peor para que pase lo menos malo. Lo que sostiene las institu ciones es el mal milo, dado que por lo general no funcionan o te averían las encías. Sólo nos faltaba reírnos en la sala de espera. Los obis pos vascos, el presupuesto de investigación ola huelga general son malos rollospara predispo nemos a nuestros temores y a nuestra patrió tica desconfianza. Nosotros ponemos lo peor de nuestra parte, y la vida, el resto. Por no conflai no confiamos ni en lo malo. Carecemos, pues, de confianza negativa. En Estados Unidos, uno de cada diez afroamerica nos (antes de la corrección política, negros) que nacen sabe que visitará la cárcel. Véase que el sistema funciona. En cambio, aquí uno de cada diez gestores de fondos, banqueros o politicos de la variante imaginativa ignora qué será de éL Lo mismo le lapidan que le con validan seis años de cártel por una medalla del mérito al trabajo. Desconfiamos hasta de nuestra culpabilidad y, por supuesto, descon fiamos de que nos castiguen con arreglo a nuestros pecados. No sabemos. No nos fiamos. Vaya rollo malo. Qué bien. veces parece que el autor ha te nido en cuenta los exempla lati nos o las silva de varia lec ción) de nuestra tradición, de estos relatos, pero donde lo di dáctico ha sido abolido en aras del rigor, Y no termina aquí el riesgo de las correspondencias. En el primer relato, por ejem plo, el titulado Enseptiem bre se nos da cuenta de un tema que es recurrente en todo recuerdo de adolescencia, el del primer desengaño amoroso. Así, el que sufre Manuel, luego de unos encuentros en un ve rano santanderino donde todo son promesas, justo al empezar una nueva vida, comienza a es tudiar Ciencias Químicas en la Universidad, por parte de Ana del Barco, así con apellido, in terna en un colegio de señori tas. Con ese fracaso, el primero, termina el relato, pero nos da mos cuenta que es el que deter minará los siguientes como si todos los demás fuesen, en reali dad, variaciones del primero. En cierta manera abre el volu men de manera cronológica, pero también como experiencia vital. Finalmente, luego de ejemplos donde se da cuenta de la variedad que el sufrimiento y el placer adoptan, desde el yo yeurismo de La habitación blanca al asesinato politico en Las dos inglesitas y Federico Urales donde se rinde un bello homenaje al padre de Federica Montseny, quizá el relato más luminoso de cuantos integran el volumen, se nos remite a una verdad elemental, la traición anida n nosotros mismos. De ahí ese rigor argumental que recorre todo el libro. JuanAngel Jurlsto lo ABC Cultural 8- 6- 2002 1

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