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CULTURAL MADRID 19-01-2002 página 8
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CULTURAL MADRID 19-01-2002 página 8

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
  • Página8
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NARRATIVA Basura a la carta ALEJA DRO GÁNwit Ano de moda repudiar la basura que está te lanzan por la pantalla del televisor. pero queda bien hacer un poco de hermeneú tica, de sociologíao de psicoanálisis con alguna porquería en particular. Hace mucho tiempo que la cruda realidad está en manos de los in termediarios, igual que el pescado y los espá rragos. Ylo que pasa con la cruda realidad pasa también con las verdades clamorosas, de forma que si escribo o digo que los directores de pro gramación escupen basura por las tres cuartas partes de su tracto, me salto los modales de la contemporaneidad y automáticamente me con vierto en un antiguo, ya saben: aquella pátina de pana y aquel gesto de maestro concienciado que alegraron la vida de los años setenta. Dicen los modernos que dentro de poco el público tendrá televisión a la carta, con lo que se ha terminado esa entrañable y tradi cional figura que compone el espectador con el cuello congestionado y los ojos a un palmo de la órbita, imprecando con sonidos gutura les durante la media hora de anuncios, el fo lletin venezolano, la casquería sentimental o el telediario dadaísta. Ya no habrá enemigo- -meparece que la escasez de enemigos con sistentes acabará siendo una de las caracte rísticas de la época- -deseo de emparedarle, ni a no ser que consideremos el que todos lleva mos dentro. (Se supone que un tipo enfadado con la programación que él mismo se ha puesto en el plato, puede ser un peligro para su persona y que puede descargar sobre ella, como sobre el adversario más odioso, la frus tración acumulada. El futuro, según esta perspectiva, estaria poblado de individuos que se autolesionan y se autocritican sin pie dad mientras los directores de programación se pasean por calles silenciosas y sin ser mo lestados en compañia de su perro) Y EL in Arcadia ego Mambrú volverá no Todoestá bien La idea subyacente es que cuando la gente obtiene lo que pide, entonces todo está bien. Este consolador argumento puede que fun cione en espacios restringidos comola adquisi ción de un par de zapatos o la conquista de un amante, pero muestra cierta debilidad cuando uno lo lleva al campo, pongamos, de la educa ción, de la economia de empresa o de la polí tica, sitios donde por defmición nunca te dan lo que pides e incluso, a veces, es bueno que así sea. El caso es que en determinadas ocasiones hay que dar a la gente lo que pide y en determi nadas ocasiones no hay que dárselo. Esto ge nera conflictos, como ya se sabe, si no se aclara previamente quién decideeso. Por ejemplo, hay una mayoria de espectadores adictos a un en gendro que se llama Cinede barrio y yo puedo ser adicto a que se aplique la ley antiterrorista (lade Bush) a los responsables e incluso a va público. Alguien tendrá que aclarar a quién su a dársele lo que pide, si a ellos o a mí. Por otro lado, dudo sinceramente de que el futuro a la carta signifique que ellos y yo vayamos a satis facer por igual nuestros deseos, ya que la abun dancia lleva aparejado un inmenso sistema de recogida de basuras y el paisaje acaba erigién dose sobre montañas apelmazadas de detritus. Esq al menos, es lo que hemos visto. g iJ 8 Io: Y desde luego y con ser impor tante este rasgo en toda su obra, VICENTE SOTO no estaría de más decir que es en Premio lasArtes delas de y esta novela donde ese impulso ar cádico adquiere su conclusión Ciencias dela 2001 más acabada, actuando al modo Comunidad Valenciana de un anteojo puesto del revés: Alianza. Madrid, 2001 allí donde el objeto debería perci Belleza pictórica 168 págs. euros, 13,22 Z 200 ptas. birse a la altura de la nariz es jus De ahí que, y aunque las dife tamente donde se muestra como rendas sean muchas, esta novela algo lejano, donde las aristas me recuerde a aquella narración pierden su lado mordiente e, in de Adelaida García Morales, El mirada de donde esta no cluso, se difuminan; donde la crí sur, donde la remembranza se A vela parte no es nueva en tica se atempera a favor de reac alía a una poderosa visión poé la obra de su autor, uno de esos ciones más complacientes, blan tica. Desde luego que en esta escritores secretos que se han das. Y, por supuesto, todo ello obra de Vicente Soto no se halla desperdigado con inquietante li queda reflejado en el estllo: de esa intensa hondura intimista, beralidad en la reciente historia aquel realismo, muy de la época, quizá porque a los autores mis de nuestro país y a los que les per de que Vicente Soto nos dio mues mos les separe un abismo en judica para su cabal reconoci tra en Vidas humildes, cuentos cuanto a lo que entienden por esa miento una lejanía de años que humildes o en La prueba, se pasa palabra, pero sí hay momentos no se traduce sólo en mera dis tancia geográfica. Habría que re de montarse nada menos que a La En Mambrú no volverá, VicenteSoto, hay zancada, novela con la que Vi- noche, o sombras, o claroscuros que dejan cante Soto ganó el Premio Nadal atisbándolas del año 1966, para entender la es entrever las cosas, pecial visión que se espera alcan zar en esta Mambrú no volverá: hay aquí como allí una especial querencia por dar cuenta del ahora a un impresionismo capaz de una belleza que calificaría de paso de la niñez a la adolescen de difuminar los ambientes a fa pictórica. Desde luego las des cia, recurrente en el patrón ini- vor del apercibimiento de retazos cripciones atestiguan esa tenden ciático, incluso un voluntarioso muy concretos de realidad, como cia al cromatismo. De ahí que lo impulso por percibir el lado ama si el mundo se tomase entonces a de impresionista no sea sólo ble del recuerdo, como si exis bocados, pequeños pero plenos de cuestión de estilo sino que incide tiera una correspondencia sote significación. Ahora la intencio en la manera misma de mirar las rrada entre la distancia que nalidad no es social sino que va cosas, o de recordarlas. otorga el exilio y la lejanía no dirigida a los erráticos vaivenes buscada de la memoria. de la memoria. Juan Ángel Juristo Cabe ver que el modo en que están construidos los capitulos de la novela, numerosos al modo de pequeños cuadros que nos descubren los modos fugaces en que una personalidad se va cons truyendo, la del pequeño Javier desplazado a un intemporal Campoazor de improbable locali zación, esa buscada lejanía pre sente en todo el libro hace que los rasgos concretos desaparez can para que resalten aquellos comunes a cualquier pueblo es pañol, ayudan a otorgar a la his toria que se nos cuenta ciertos rasgos oníricos. Y ello poco o nada tiene que ver con la edad del protagonista sino con la cali dad de la visión del narrador. Hay momentos en el libro, por ejemplo, donde lo soñado se alía a un monólogo de excitada ima ginería surreal; pero no siempre es así porque en otros es justa mente una blasfemia o un mero insulto el que nos advierte que pisamos terreno abonado para el drama rural, el del atroz costum brismo a lo Jarrapeilejos o el ges tual expresionismo del Pascual Duarte: es sólo una advertencia, quizá producto de antiguas dis posiciones. Enseguida volvemos al rosario de anécdotas vividas sin tendencia alguna a lo dramá tico; enseguida retomamos la vi sión ensimismada de un Javier que convive con un espantapája ros al que sigue una lechuza. Como en Minerva es también aquí donde la sabiduría escoge las sombras para mostrarse. En la novela hay, pues, noche, o som bras, o claroscuros que dejan en trever las cosas, atisbándolas, y donde parece que la verdad se acoge mejor que a las dichas a pleno sol. L Q, It, ir, I 19- -1- 2002

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