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CULTURAL MADRID 08-09-2001 página 26
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CULTURAL MADRID 08-09-2001 página 26

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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INFANTIL libros Leer debajo d e la e a m a ANA GUILLEN SALVADOR p ON la aparición en España de los libros de Harry Potter, se suscitó la polémica acerca de lo que estas novelas han aportado de nuevo a la literatura infantil actual. Pues bien, puede decirse que han aportado todo aquello que hacia falta en este momento. En el paisaje desolador de una España en la que los niños berrean por un ratito, o dos, o todo el día íirente a la exuberante Lara Croft, el monsüTioso Donkey Kong, dibujos animados de cada vez peor calidad, o, casi peor, frente a lo que sea que oferte la televisión, emerge un revulsivo que se enfrenta al borreguismo hacia el que nuestros niños, como autómatas, caminan sin remedio. Leía, no hace mucho, en un libro brillante y clarificador Cómo leer y por qué, de Harold Bloom (Círculo de Lectores, 2000) que La niñez pasada en gran medida mirando la televisión se proyecta en una adolescencia frente al onienador Analizada objetivamente, esta frase no tiene nada de original, no está dicha desde el dogmatismo, y no pretende ser apocalíptica. Es una simple observación que, sin embargo, hace pensar, una vez más, en el ya aparentemente irreversible problema de la falta de imaginación en los niños, y su proyección en una previsible incapacidad de madurar. Los dos aparatos a los que alude Bloom no son más que símbolos de lo que no se ve, de lo que no se vive, de la oscuridad de la cueva cuando no se sabe aún que se está dentro de ella. Defensa de Harry Potter Mi defensa de Harry Potter surge frente a la crítica frecuentemente despiadada, que estas novelas han sufrido en nuestro país. En un principio no creía que fuera necesario, pues me parecía que hablaban por sí mismas y que no escaparía a ninguna sensibilidad el hecho de que seguramente estamos ante uno de los fenómenos más brillantes de la literatura infantil. Se me olvidaba que en un país como el nuestro, en el que no terminamos de superar un terrible complejo de inferioridad, este producto extraño para los simplísimos logsianos, partidarios siempre de que el esfuerzo y el saber pueden producir graves traiimas en el desarrollo normal de una criatura (así nos va) no iba a escapar a la envenenada opinión de tan brillantes y privilegiadas mentes. Voy a hacer mi defensa desde la gratitud inmensa a J. K. Rowling, desde mi perspectiva de lectora, desde la sensatez. He notado cierta desorientación a la hora de ubicar las novelas de Harry Potter dentro de un contexto Harry Potter del que asirse, donde la crítica pueda tener un sentido. La literatura infantil y juvenil inglesa es en la que podemos entender la línea de las novelas, el desarrollo, las situaciones, y el mismo esquema narrativo argumental que parece molestar tanto a estos críticos de los que hablaba. Para los que crecimos leyendo El club del Pino Solitario, Torres de Malory. Las Mellizas O Sullivan, la serie de Aventura, las aventuras de Los cinco o Los Siete Secretos, incluso las pioneras novelas del tremendo Guillermo Brown, nada nos es ajeno. Al empezar a leer, unas voces te animcian el recuerdo mágico del que hace muchos años te desprendiste pero que siempre ha estado ahí, que te ha hecho crecer y madurar y que te ha formado como persona. De pronto, palabras, situaciones y paisajes te transportan a ese mundo que los escritores ingleses han sabido crear, formando al tiempo un imaginario propio, una tradición inigualable. Entienda que se debe desconfiar de los espectáculos y obras que generan atracción masiva, pero no hay que engañarse. La campaña de publicidad que ha llevado a cabo la editorial Salamandra ha sido intensísima y además está respaldada por el evidente friunfo de Harry Potter en todo el mundo, pero, estamos en el país de Europa en el que los niños leen me- nos, y en el que sin embargo está muy bien visto comprar y regalar libros. Los libros de Harry Potter, en especial este último, no son exactamente unas novelas para niños. No estoy muy segura de que un niño, de los que veo, de los que conozco (salvo contadas excepciones) sea capaz de acercarse mínimamente a la prosa mágica y sensible que nos ofrece J. K. Rowling, plagada de sentimientos y de aventuras que nada tienen que ver con la Nintendo, o con los dibujos J. K. Rowling nos ofrece unas novelas mágicas y sensibles, llenas de sentimientos y aventuras animados chinos, que, sin embargo, sí están al alcance de cualquier cabecita incauta. Lo que requiere esfuerzo (y puedo asegurar que para un niño de esta enseñanza primaria que tenemos, leer un libro de 635 páginas lo es) no está de moda. No es, por tanto, aconsejable que nos dejemos engañar por esas esperpénticas presentaciones, ni por las camisetas, ni por las gorras. Cojamos a uno de esos niños y preguntémosle qué es un muggle, y un siete, para qué sirven los polvos Flu, y cómo de fantásticos son los Hipogrifos, qué han sentido al imaginarse que acariciaban un bellísimo Unicornio blanco y cuánto han vibrado en los Mundiales de Quidditch. Preguntémosle, por último quién es Voldemort. Si alguno contesta a esto último seguro que no dice que un espfritu, dfrá que un mago malo malísimo venido a menos, enemigo mortal de Harry Potter. La desconfianza empieza cuando a ese público se le forma para concebir la literatura como una bulliciosa y vulgar fiesta en un centro comercial, en el momento en que la lectura ya no es un acto íntimo de gozo egoísta, de placentera soledad. Recuerdo los días en que rae metía debajo de la cama para que nadie me molestara (entonces cabía) y podía emocionarme y llorar y reír en la más absoluta de las intimidades, cuando leer no era una demostración pública de chabacanería ciase media alta. Por último quisiera decir que, pese a las dudas que se puedan tener, por supuesto que el libro genera preguntas y análisis en el lector medianamente sensible, que no se reduce al mismo esquema narrativo y nada más; ayuda al conocimiento real de la vida. La autora nos presenta un mundo mágico, frreal, pero no hay que ser muy despierto para apreciar las semejanzcis, los guiños, las significaciones (que en ese mundo no exista la televisión, por ejemplo) Y ayuda, sobre todo, a la percepción, no de aquel mundo (el de Harry, en el que todos hubiéramos querido vivfr) sino de éste, del que tenemos y que con libros como los que J. K. Rowling nos regala, puede convertirse, sin duda, en algo mucho mejor No puedo privarme de franscribir una de las muchas frases que me han dejado pensativa en la lectura de los cuatro tomos. La frase es del segundo título de la serie, Harry Potter y la Cámara Secreta. Es al final del libro cuando nuestro héroe desesperado por lo que considera que debía haber sido su destino, halla la paz y la respuesta en el encantador Dumbiedore (personaje de magisfral construcción y uno de los ejes fundamentales de ese esquema del que hablábamos) cuando éste le dice: Son nuestras elecciones, Harry, las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades Pues eso. Poco después de enviar este artículo a ABC Cultural, Ana Guillen Salvador falleció en accidente de tráfico a la edad de 23 años 26 ABC (JulluruW 8- 9- 20 ÜI

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