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CULTURAL MADRID 03-02-2001 página 11
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CULTURAL MADRID 03-02-2001 página 11

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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El año 2001 ha sido siempre un hito para la ciencia- ficción, un género tradicionalmente relacionado con el futuro pero tan antiguo como la propia hteratura. ABC Cultural repasa los títulos clásicos y las ultimas novedades al tiempo que reflexiona sobre la vigencia del pensamiento utópico y sobre las relaciones del cine y el arte contemporáneo con una de las manifestaciones más radicales de la imaginación. Escriben Andrés Ibáñez- crítico hterario y autor de la novela El mundo en la Era de Varick- Miquel Barceló- director de la colección Nova (Ediciones B) y autor de Ciencia- ficción: nueva guía de lectura- Enrique Lynch- profesor de Estética y autor de La lección de Scherezade: filosofia y narración- Joan Fontcuberta- Premio Nacional de Fotografía y autor del ensayo Ciencia yfi icción- y Luis García Jambrina- crítico literario y profesor de Literatura Española y Cine- f i Cuatro mil años de ciencia- ficción Andrés Ibáñez T I OMEMOS, por ejemplo, Odisea marI ciána de Stanley G. Weinbaiun, publicado en 1934. El descubrimiento de los canales de Marte y la hipótesis de que se tratara de construcciones artificiales, había creado, como es bien sabido, toda una oleada de especulaciones sobre la posibilidad de que el vecino más próximo a la Tierra estuviera habitado por seres inteligentes. El relato de Weinbaum trata de un astronauta que se pierde sobre las arenas del planeta rojo y se va encontrando, en su caminata en busca de sus compañeros, con distintos tipos de criaturas. Primero, con una especie de hierba semoviente formada por millares de briznas bípedas que se van apartando a su paso. Luego con Tweel, una especie de gran avestruz con el que desarrolla ima intensa relación de amistad. El lenguaje de Tweel no tiene palabras as, por lo que es Tweel el que se ve obligado a aprender el lenguaje de Jarvis, que resulta mucho más simple. Caminan juntos días y días, hasta que llegan a lo que parece una lai a hilera de pirámides, no más altas que un hombre, construidas con ladrillos de sUicona y abiertas por arriba. Por el desgaste causado por la erosión, Jarvis calcula que las primeras deben de tener cientos de mUes de años de antigüedad, pero a medida que avanzan por la hilera, las pirámides parecen cada vez más recientes, hasta que llegan a una, la última de la huera, que está cerrada por arriba. La razón es que el ser que la ha construido está todavía dentro: al cabo de irnos minutos la cúspide se rompe y el constructor de pirámides, un extraño ser mineral y anaerobio (según explica Tweel en su rudimentario inglés) sale de su última obra maestra, se sienta sobre la tierra y comienza a vomitar lentamente el primer ladrUlo de süicona de su próxima pirámide. La cuarta clase de marcianos son seres que adoptan las formas de cualquier pensamiento que cruce por la cabeza de la criatura que se les acerca: Jarvis contempla en medio de las arenas dé Marte a la rubia Fancy Long, una estrella del entretenimiento visual de su planeta, y comprende que algo va mal. La quinta clase de marcianos son unos seres con forma de barrü, con cuatro patas, cuatro tentáculos y una hilera de ojos alrededor del cuerpo, que van empujando carretillas con detritos y restos diversos. Conducen 3 de febrero de 2001 a Tweel y a Jarvis por un laberinto de pasillos subterráneos que termina en una sala con una gran rueda central que tritura las basuras que llevan en las carretillas y bajo la cual se suicidan alegremente los seres uno tras otro, mientras otros seres que esperan se van llevando las carretillas que quedan desocupadas. Al lado de la rueda hay una especie de diamante que es capaz de curar todas las enfermedades. Jarvis lo roba y Tweel y él logran escapar de aUí perseguidos por los furiosos seres- barrü... Esto es lo que podemos llamar ciencia- ficción clásica. Está Uena de explicaciones y especulaciones científicas es enormemente ingeniosa y también, aunque no cabe duda de que éste es su principal encanto, enormemente ingenua. Nos recuerda a ciertos dibujos autorreferenciales de Escher o a esas descripciones de máquinas artísticas o sistemas Ugeramente enloquecidos que algunas veces intentaron los surrealistas y sus aledaños: por ejemplo, las notas de Marcel Duchamp para El gran vidrio, o el opúsculo Cómo escribí algunos libros míos de Raymond Roussel, o ese libro maravilloso donde Dalí explica su método pEiranoico crítico que se llama El mito trágico de El ángelus de Millet. Sistemas au- mente estremecedor) lavan los platos y se quetorreflexivos, sistemas que reflexionan sobre dan un rato juntos mirando el fuego. Antes de si mismos, sistemas que se generan a sí mis- irse a la cama, la mujer se levanta para apagar mos. las luces, y de pronto los dos ríen ante lo abPensemos ahora en La última noche del surdo de la situación. Luego se acuestan, se mundo de Ray Bradbury (está en El hombre dan las buenas noches y sé duermen. ilustrado) Trata, sencillamente, de una conPensemos ahora en ima obra más larga. La versación entre dos esposos. El esposo con- invención de Morel, de Bioy Casares, publicada ñesa que hace unas pocas noches soñó que el en 1940. El protagonista de esta novela Uega a mvmdo se iba a acabar esa noche. En la oficina una isla situada en alguno de los mares asiáticomentó el sueño con un compañero de tra- cos. Primero cree que la isla está deshabitada: bajo y éste, curiosamente, le dijo que él tam- luego descubre edificaciones y extrañas mabién había soñado lo mismo. Poco a poco, el quinarias, más tarde, personas que juegan al hombre ha descubierto que todo el mundo en tenis y una misteriosa muchacha que se sienta su trabajo ha tenido, en el curso de los últimos por las tardes para leer a la sombra de un árdías, el mismo sueño. La mujer le dice enton- bol. Los alegres juerguistas no reparan en él, y ces que eUa también ha soñado lo mismo y que la muchacha no le hace el menor caso cuando también lo han soñado todas las personas que él intenta llamar su atención. Poco a poco desconoce. A los dos esposos les parece curioso cubre que en realidad la muchacha y los deque no se hayan producido escenas de histeria más no son seres de carne y hueso, sino imágeo de pánico, pero eRos mismos se sienten tran- nes tridimensionales de personas y aconteciquilos, y sin deseos de hacer ni decir nada es- mientos pasados que las extrañas pecial. ¿Saben algo las niñas? se preguntan. maquinarias que ha encontrado en el interior No, desde luego que no. Como todas las no- de los edificios proyectan incansablemente. El ches, acuestan a sus hijas (un detalle franca- protagonista logra grabarse a sí mismo en el k 3 j Crs? X i p ABC CULTURAL 11

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