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CULTURAL MADRID 29-07-2000 página 10
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  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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VIAJAR EN LIBRO La India como parámetro Chantal Maíllard INDIA UNA CMLIZACIÓN HERIDA V. S. Naipaul Versión castellana de Flora Casas. Debate. Madrid, 1998. El texto de V. S. Naipaul, testimonio literario de primer orden, refleja una sociedad llena de aristas, castas y enfrentamientos en la que se mezclan tradición y modernidad. DIARIO ÍNTIMO DE LA INDIA Mircea Eliade Traducción y notas de Joaquín Garrigós. Pre- Textos. Valencia, 1998. Reflexión de Mircea Eliade sobre el impacto que la cultura y la filosofía hindúes tuvieron eñ su vida entre 1929 y 1931. I- I f- I UBO un tiempo en el que la I I noción de frontera iba inevitablemente unida a la de horizonte. La mirada del viajero se dirigía por igual a la línea de horizonte y al linde del territorio que pretendía franquear. Entonces, la metáfora de la frontera significaba el largo recorrido de lo propio a lo ajeno, de lo conocido a lo desconocido, y su paso, una iniciación. No había viaje sin frontera y ésta señalaba un obstáculo, algo que debía ser vencido, roto, abierto o, también, salvado. Pues abrir una brecha en el límite para poder pasar al otro lado no supone eliminarlo; a veces, las más, el límite se traspasa o se salta salvándolo: manteniéndolo como señal de que precisamente ahí ha sido necesario el salto, el esfuerzo, la pericia o la astucia. El horizonte es el límite de lo que abarca la mirada, y así era la frontera para el viajero: el límite de lo propio, esto es, de lo que ya se anduvo, la promesa de lo por venir en el trayecto. La frontera era un horizonte cuya particularidad consistía en que se podía alcanzar, un horizonte cuya línea podía convertirse en comba: una cuerda con la que jugar a perder o ganar lo ajeno: quien pisara la cuerda perdía, quien la saltaba podía seguir Asumir lo ajeno, ampliar así los propios límites, conocerse en lo otro, tal era la propuesta del viaje. Hoy, sin embargo, viajar se ha hecho más difícil. La dificultad del viaje es proporcional a la facilidad del traslado. Trasladarse no es viajar. En el traslado, con las maletas y los enseres, se acarrea generalmente las pertenencias que conforman la identidad: los juicios, las opiniones, los conocimientos, los deseos y los sueños. Lo que hacemos al trasladarnos es simplemente cambiar todo esto de lugar. Nunca logramos tocar lo otro, lo que habita en aquel otro lugar, porque, apehas lo alcanza, nuestra mirada ya lo ha transformado en algo fácilmente digerible por nuestro entendimiento. No vemos nada más, nada distinto de lo que hemos estado acostumbrados a ver, porque nuestros sensores, diestros en el arte de la traducción, han seleccionado los elementos y los han sometido a nuestras habituales reglas de construcción. De este modo, la frontera se ha convertido en lo fronterizo: lo que está al lado y vamos a buscar para sem ABCCÜLTURAL guir construyendo cuando el tedio se apodera de noso- tros. Pero no tardamos mucho en darnos cuenta de que lo otro, vertido en nuestros moldes, sigue siendo lo mismo. Entonces es cuando decimos que es tiempo de volver, sin darnos cuenta de que, en realidad, nunca nos hemos ido. La frontera ha dejado de ser horizonte aunque sigue existiendo, pero no ahí, sino adentro. La frontera es el juicio que no nos permite experimentar lo otro; la frontera es la opinión que se consolida con lo previsto; la frontera es el ojo incapaz, por ser propio, de desprenderse de sus hábitos de reconocimiento y la razón inhábil para desha- Vista de la ciudad de Fatliepur (india) cer sus pliegues, para alisar el tejido de la mente y vol- marse. Quien, en una estación de ferver a plegar de otra manera. rocarriles, con el tren a punto de saY es ésta, precisamente, la causa lir, haya experimentado el roce leve del choque que tantos occidentales de los saris mezclado con el olor de sufren al Uegar a India: la India gol- las harinas fritas, las voces de los pea los sentidos de tal manera que pa- mendigos y de los vendedores de raliza el proceso de discernimiento tchai, los cuerpos de los porteadores, habitual. La India golpea como un las manos, las miles de manos gestitodo y como un todo lleno se recibe. culando, agarrando, pidiendo, empuGolpean los sonidos, los colores, el jando, soltando, apretando, y los ojos, aire denso, los olores, golpean los mi- cientos y cientos de ojos oscuros que les de seres en movimiento, golpea el resbalan o hieren, indagan o se posan movimiento mismo, como una ma- en la piel, la propia piel, quien haya rea, como un golpe de arena en un de- experimentado todo esto y mucho sierto, como un cielo lleno de estre- más y haya sido capaz de hallar el sillas que cayera, golpea anulando- en tio adecuado para poner el pie, encaquien decide no defenderse de ello jar el cuerpo en la pisada y subir por con el rechazo atrincherándose en un fin a ese tren invadiendo el pasillo hotel de cinco estrellas para occiden- con la autoridad que resulta de satales pusilánimes o desesperados- las berse un punto más en lo múltiple, vías de conocimiento a las que está- ése, habrá emprendido el viaje. bamos acostumbrados para hacerle Entonces, empezará a iniciarse en sitio, paulatinamente, a otro modo de el arte de la contemplación. Sentado conocer que tiene su sede en la sensi- tras el cristal opaco y. enrejado, bajo bilidad y que actúa integrando las los ventiladores que escupen los filaimágenes: razón estética podría lia- mentos de polvo negro que los en- vuelven, aprenderá que la extrema diversidad de las formas es la manera en que se manifiesta la energía cósmica, que la unidad es un concepto que sólo se alcanza a partir de lo múltiple, que lo otro, sin dejar de ser otro, puede enseñarnos lo propio de tal manera que logremos verlo con la misma fascinación con la que mirásemos algo nunca visto. Aprenderá que todas las cosas, cada ente, cada ser entraña en sí la totalidad y que esa totalidad no es nada más que una palabra vana si no la encontraníos bajo las uñas de aquel niño que tiene el mismo color del suelo y que barre, con una escobilla hecha de ramas secas, los compartimentos de aquel tren en la parada. Es relativamente fácil, en India, lograr la conciencia de lo Absoluto. La experiencia mística no es algo extraño, lejano, reducido a las celdas de clausura de unas épocas tenebrosas o a lugares remotos y apartados del mundo La experiencia mística es, por ejemplo, ver zambullirse los btífalos en las aguas de un río y emerger sus grandes cuerpos y pasar, luego, con el cuero reluciente sembrado de escasos y largos pelos de tonalidad parda, el cuello estirado y los párpados semicerrados sobre esos ojos en calma que transportan todo el agua del río. La experiencia mística es algo tan común como esa falta de distancia entre quien contempla y lo que contempla. No hay distancia entre el búfalo y yo, pues yo he dejado de ser yo mientras contemplo al búfalo: yo soy el búfalo y. el búfalo soy yo. No se trata de unificarse con un concepto- y el Uno es un concepto. No se empaliza con un concepto; se empaliza con un ser, con un gesto, con algo, se empaliza con otro yo. Yo me deslizo en lo otro. Pierdo mis fronteras. Me sumerjo. Como el búfalo: me sumerjo en el río y soy río y soy búfalo y soy todo porque todo está eñ el búfalo y él búfalo es río y lo es todo. Hoy, lo que nos impide realizar el viaje es el terrible esfuerzo que supone, para nosotros, dejar de medir los territorios y definir sus contornos trazando límites en los que, luego, creemos. Nuestra incapacidad para comprender otras culturas no es sino ese empeño en ver a partir de lo ya sabido que nos deja sin recursos frente a la realidad cuando ésta se nos entrega sin traducir t 29 de: jtilio d é. 200 e

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