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CULTURAL MADRID 29-07-2000 página 8
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CULTURAL MADRID 29-07-2000 página 8

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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VIAJAR EN LIBRO jero que se tenga por tal desprecia retóricamente a la mínima ocasión. Más que de, viajeros que escriben, estás tierras lo han sido tradicionalmente de escritores que viajan, de ahí que, felizmente, en sus libros de andar y ver se hayan preocupado más de la escritura que del viaje. Esto, en el fondo, da la razón a Josep Pía cuando dice que todo el mundo opina pero nadie describe. Estoy en España- escribe Víctor Hugo- Éste es un país de poetas y contrabandistas. La naturaleza es magnífica; salvaje como la necesitan los soñadores, áspera como la necesitan los ladrones Sería dificil encontrar una manera más hábil de mezclar opinión y descripción, algo que, en el fondo, constituye la sal del estilo viajero: el descaro subjetivo frente a la asepsia de una pretendida objetividad. Nacidas más para pintar lo descubiertQ que para retratar al descubridor, la Crónicas de Indias son, sin pretenderlo, la aportación más ambiciosa de los españoles a la literatura de viajes. Y una de las más inolvidables. Así, los Diarios de Colón, la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Díaz del CastUlo o los Naufragios de Cabeza de Vaca constituyen, a medio camino entre el relato, las memorias y la antropología, todo un género de antes de que existieran los géneros. ff) j í l C r- Camilo José Cela José Martínez Ruiz, Azorfn Con el mundo descubierto, lo que estaba por descubrir era el propio barrio porque, como recordaba los clásicos, quien corre allende los mares muda de cielo pero no muda de corazón. Frente a la visión exótica de España de los románticos europeos surgirá la visión realista de la generación que ha quedado como la gran peregrina en sü patria: la del 98. No obstante, antes de esa vuelta a casa, por el camino quedan las notas viajeras de ilustrados como Jovellanos o Moratín, o las experiencias de dos diplomáticos: Juan Valera en Rusia, Portugal o BrasU, y Ángel Ganivet en Finlandia. España- escribió Ganivet- es ima nación absurda y metafísicamente imposible Finalmente, puede que el úlABC CULTURAL j. yv iui. iuij j t L f t timo gran paseo por los alrededores sea el de Vicente Blasco Ibáñez, que, en 1923, cuando apenas le quedan unos años de vida, se embarca rumbo a América con la intención de recorrer el globo. La vuelta al mundo de un novelista es, así, la obra de alguien que tiene prisa, que parte sabiendo que la negra preocupación monta a la grupa del jinete y que vuelve después de haber comprobado que todos los hombres son lo mismo: en Nueva UN universo parecido al York, en Macao, o en la Jartum imaginada en su infancia. de Azorín en La ruta de Pocos años antes del periplo de don Quijote es el que Blasco, José Gutiérrez- Solana- que, como pintor, describe más que opinaencuentran el Unamuno había publicado- su particular vuelta de Por tierras de Portugal al pequeño mundo absurdo del que hablaba Ganivet: La España negra. y España y Baroja, que Que el libro se abra con el Prólogo de un muerto da al lector ima idea de lo recordará siempre las que va a encontrarse: m paisaje en el excursiones en automóvil que el tiempo se ha detenido en una fría tarde de luz tísica, una España de con Ortega al tiempo que ultramarinos y sotana de cura pobre, jabón de sosa, chorizo y estaciones afirma su vocación destartaladas que huelen a petróleo. de caminante Por esas mismas estaciones sentirá debilidad Azorín y a la de Argamasilla dedica grandes elogios hombre le dice: Ven, León, que te cuando, con una maleta de cartón y tengo mucho cariño. ¿Quieres un pitixma capa, se decide en 1905 a recorrer llo? Cuando León se le acerca, le da La ruta de don Quijote coincidiendo una bofetada que suena como vm tracon el tercer centenario de la novela llazo Y como no evita la descripción, de Cervantes. En tren, en carro, a ca- tampoco se guarda las opiniones. Al ballo y a pie, Azorín busca com- enterarse en Pastrana del pleito por prender los desvarios de Alonso Qui- unos tapices, apunta: ...con esto de jano, viajero de agua dulce en la meter todas las cosas de mérito en los cueva de Montesinos o el Toboso, y lo museos de Madrid, se está matando a primero que comprende es que la la provincia, que, en definitiva, es el otra cara del mundo de los periodis- país. Las cosas están siempre mejor tas- los que ponen las cosas en le- un poco revueltas, un poco en desoryenda los burócratas y los minis- den; el frío orden administrativo de tros es un universo de herreros, la- los museos, de los ficheros, de la estabriegos y artesanos. Un universo dística y de los cementerios, es un orparecido es el que encontrarán sus den inhimiano, un orden antinatural; compañeros de generación, empe- es, en definitiva, un desorden zando por el Unamimo de Por tierras Junto a Baroja, otro de los citados, de Portugal y España- andariego por por Cela en su viaje es Josep Pía, autor Braga, Gredos o Las Hurdes, allí de cientos de artículos viajeros y de xm donde, según él, los hombres no son impagable Viaje en autobús por el Amhijos de la tierra sino la tierra hija de purdán. Viajando en autobús, el vuelo los hombres- y por Baroja, que recor- es gallináceo escribe al hüo de unas dará siempre las excursiones en au- certeras reflexiones en las que viene a tomóvil con Ortega- que dijo de la decir que antes los viajeros eran enviobra del escritor vasco que era un diados por los sedentarios y hoy son, largo libro de viajes- al tiempo que más que nada, compadecidos, aunque afirma su vocación de caminante: no deja de afirmar que hay que viajar Yo soy un hombre- dice- que ha sa- para darse cuenta de que una pasión, lido de su casa por el camino, sin ob- una idea, un hombre, sólo son imporjeto, con la chaqueta al hombro, al tantes si resisten una proyección a traamanecer, cuando los gallos lanzan al vés del tiempo y del espacio aire su cacareo estridente como un grito de guerra No por casualidad, Baroja aparecerá Wocado en im libro que se abre en Madrid a la misma hora de los gallos y que ha terminado por convertirse en el gran clásico español de la literatura viajera de este siglo: Viaje a la Alcarria, de Camilo José Cela. El recorrido que Cela llevó a cabo en 1946 está, más que escrito, hablado en tercera persona con im estilo elaboradamente sencillo y lleno de una sabiduría que se quita importancia. El viajero- leemos- empezaba a pensar, después de la merienda, en pajarillos silbadores, mariposas gentües, niños errabundos y otras zarandajas. Las panzas llenas es lo que tienen: que pueblan la mente de ideas de señorita catequista Con todo, el viajero, antes de ponerse en el camino de Guadalajara o TendUla, no ahorra las escenas más absurdamente crueles: Por el andén pasa un mendigo barbudo recogiendo colUlas. Se Uama León y Ueva unas alpargatas color azul celeste. Un Javier Reverte Con todo, filialmente los Ubros citados- como algunos de Gómez de la Serna, JulioCámba, Alvaro Cunqueiro, Juan Goytisolo o Julio Llamazares- han salido generalmente de la pluma de autores que antes habían descollado en otros géneros literarios de mayor presencia. Entre nosotros, la literatura de viajes ha sido sobre todo, de Manuel Leguineche a Luis CarandeU, pasando por Jesús Torbado o Fernando Sánchez Dragó, una frondosa rama del periodismo de reportajes. Curiosamente, otro periodista, Javier Reverte, vendría en 1996 a remover las sedentarizadas aguas de la literatura reciente con El sueño de África, una apasionante búsqueda de los mitos blancos del África negra que ha conocido más de diez ediciones en apenas tres años y que se cerraba con los pensamientos de un viajero agotado pero deseoso de volver al camino: Ya no se puede viajar para explorar Pero el viaje puede seguir siendo aventura porque aventura es el recorrido de los sueños. Y el sueño es la naturaleza que conforma el corazón del hombre. Su destino es cumplirlos Todo está dicho, o mejor, todo está Josep Pía descubierto y casi todo está por decir. Para algunos, los que lo hacen por gusto, viajar es útU porque, en el fondo, hace trabajóir la imaginación; para otros, los que lo hacen porque no tienen más remedio, porque les aleja de una realidad oscura. Es la historia de éstos la que queda por contar, la que en unos versos de Bernardo Atxaga apenas es una pregunta: Aquellos que al tomar el tren desaparecieron en la transparencia de la tarde, ¿Hasta cuándo conservaron la ilusión de que podrían quedarse? 29 de julio de 2000 ifUOi al) u ¿íu oo

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