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CULTURAL MADRID 17-06-2000 página 8
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CULTURAL MADRID 17-06-2000 página 8

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ENSAYO que mientras hoy hay muchos colegios de pago, y que pueden por tanto contratar profesores más caros, que están en manos de laicos, en mis tiempos casi todos los colegios de pago eran de religiosos. Y esta diferencia aparejaba, además, lo siguiente: un colegio de jesuítas, por ejemplo, sacaba todos sus profesores, salvo raras excepciones, de la propia Compañía de Jesús; profesores, que, al estar sometidos al voto de pobreza, no recibían remuneración alguna, de modo que los colegios de pago de los jesuítas, por mucho que la Compañía se reservase un mayor o menor porcentaje de ganancia para las atenciones y finalidades de la propia institución, podían mantener los precios a un nivel por lo menos relativamente bajo, aparte de admitir un cierto número de becarios. Conozco algún ingeniero becario del ICAI que guarda un gran recuerdo de gratitud por el comportamiento y las atenciones que tuvieron con él los jesuítas. Por otra parte, estaría muy equivocado el que pensara que aquellos profesores jesuítas, sin salario alguno, fuesen mínimamente incompetentes en sus asignaturas respectivas; por el contrario, yo mismo, habiendo estudiado cuatro años en el internado de Villafranca de los Barros, puedo dar fe de la excelente calidad académica que en cuyos estatutos obligaban a admitir una becaria por cada niña de pago que tuviesen, de manera que la matrícula de cada niña rica costeaba a la vez la enseñanza de una niña pobre. Hasta aquí todo muy monamente cristiano, salvo que la segunda parte era que las alumnas pobres, vulgarmente designadas como las gratuitas traían unas batitas de rayadillo muy modestas frente a los elegantes e impolutos uniformes azules de las de pago entraban y salían por otra puerta diferente y no recibían, desde luego, las mismas enseñanzas: tal vez un barnizado de cultura general contabilidad para dependientas de comercio, acaso mecanografía y taquigrafía o bien costura a máquina y corte y confección... no querría ser calumnioso, pero parece que la idea era la de prepararlas para los oficios o empleos propios de su clase a lo que hay que alegar que las grandes diferencias de clase y económicas no las habían inventado aquellas monjas, sino que están ya en la estratificación, casi fosilizada, de nuestras sociedades, y ellas sabían que las familias pobres necesitan que sus hijos- hijas, en este caso- se pongan a ganar un sueldo lo más pronto posible. Peor estaban las cosas, sin embargo, en algunos colegios de monjas de otras órdenes menos distinguidas que la LA que parece que ya entonces lo tenía bien claro, era Santa Teresa: ¿La duquesa monja? ¡El convento está perdido! dicen que dijo cuando la Princesa de Eboli- Duquesa de Pastranaanunció su intención de meterse a carmelita descalza la vocación se le voló tan rápida como le había venido. Como quiera que sea, hay que decir que los colegios de pago religiosos, ajenos, por lo menos en principio, al furor del lucro, nunca podrían haber elevado sus matrículas hasta los niveles de la escala de precios que los actuales colegios de pago de carácter laico, y por tanto con el pleno derecho de regirse por el puro criterio de la maximización del beneficio empresarial, pueden llegar a permitirse alcanzar. Totalmente liberados hasta de aquellos cicateros escrúpulos de conciencia que frenaban a la enseñanza de pago religiosa- que con becarios o distanciamiento público, incluso a los reproches de manifiesta discriminación social a que estaban expuestos los colegios de pago de órdenes religiosas, sino envolviéndose de modo torticero entre los pliegues de la hoy triunfante y prestigiosa bandera del derecho de libertad de enseñanza (bandera que, no obstante, y de modo sólo aparentemente paradójico, la propia enseñanza religiosa ha ayudado a enarbolar) estos colegios de pago laicos, en cuanto empresas privadas plenamente modeladas con arreglo al principio liberal del beneficio, podrían llegar a multiplicar por 5 o por 50, a través de los precios de matrícula, la profundidad del escalón económico y social que ya antaño se interponía entre las niñas de pago y las gratuitas No queda más que defender la enseñanza gratuita, que hoy por hoy se nos ofrece como enseñanza pública estatal, pero teniendo en cuenta que los que propugnan la libertad de enseñanza no sólo apoyan en su nombre la existencia de enseñanza privada, sino que también coinciden en gran parte con los apologetas del Estado mínimo que a la vez gustan de autodesignarse como antiestatalistas o incluso, con arreglo a la superior corrección de Vargas Llosa, antiestatistas Lo único o casi lo único que éstos todas las asignaturas exigían y lograban los jesuítas de su profesorado. (Lo cual, por lo demás, pertenece a la gran tradición de la Compañía de Jesús, que desde su fundación cuidó de manera insuperable el saber de sus profesores, y al prestigio académico de sus aceleradamente crecientes fundaciones escolares se debió el inmenso papel de recuperación católica que se le reconoce en la Contrarreforma; recuperación de élites, desde luego, pero no por vanidad mundana, sino por pensar que dada la importancia capital de la opción religiosa de los príncipes cristianos y de sus Cortes, había que empezar por los de arriba Otro caso algo distinto era el de los colegios de pago femeninos de las monjas del Sagrado Corazón, 8 ABC CULTURAL del Sacre Coeur: allí las gratuitas ejercían literalmente funciones de criada con respecto a las de pago aunque, eso no, no cada una de ellas individualmente adscrita a una determinada niña rica, como en los conventos de Damas Nobles de nuestro siempre admirable Siglo de Oro, donde aquellas señoras solían e n t r a r en religión con todo un cuerpo de casa adscrito a su servicio personal. ¡Hasta ahí podíamos llegar! dirán ustedes. Ya me hago cargo, ya. Por lo demás, la que parece que ya entonces lo tenía bien claro, era Santa Teresa: ¿La duquesa monja? ¡El convento está perdido! dicen que dijo cuando la Princesa de Éboli- Duquesa de Past r a n a- anunció su intención de meterse a carmelita descalza. Pero gratuitas hacía tan siquiera una insignificante redistribución social de la riqueza- y, aún más, fortalecidos y reconfortados por la vieja doctrina liberal que condena cualquier forma de beneficencia o caridad como deletérea para la creación de riqueza y hasta socialmente perversa y moralmente corruptora para las clases más desheredadas, los actuales colegios de pago laicos se guardarán muy bien de incurrir en mezquinas debilidades filantrópicas, que saben socioeconómicamente contraproducente para el bien común como no sea tal vez- sí es que se da el caso, que lo ignoro- con vistas a una bien calculada desgravación fiscal que el Ministerio de Hacienda pueda concederles. Hurtándose, por su mayor querrían dejar en manos del Estado es lo que constituye justamente su función más antigua, la que para los teóricos es el rasgo definitorio del Estado mismo, o sea el control de la sociedad mediante el monopolio de las armas. En modo alguno trato de decir con esto que, puestos a privatizar, deberían empezar por los cuerpos y fuerzas de orden público, pues eso llevaría en poco tiempo a una sociedad cabalmente mañosa o gansteril: los magnates y grandes empresarios podrían pagarse verdaderas mesnadas personales, como las de la alta nobleza del siglo XV, y las gentes del común tendrían que adscribirse a su protección o quedarían totalmente indefensas; lo que pretendo insinuar es la sospecha de que contra lo que 17 do junio de 2000

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