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CULTURAL MADRID 29-04-2000 página 21
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  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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NARRATIVA Micrófonos y ultratumba ISMATL KADARE Spkitus Traducción del albanés de Ramón Sánchez Lizarralde. Alianza. Madrid, 2000. 324 páginas, 2.500 pesetas. Ismaíl Kadaré (Gjirokaster, Albania, 1936) ha escrito títulos tan conocidos como El general del ejército muerto, El concierto. El expediente H, El firman de la ceguera. El palacio de los sueños y Tres cantos fúnebres por Kosovo. NA sesión de espiritismo en una pequeña ciudad albanesa, la representación y posterior prohibición de La gaviota, la btísqueda de un micrófono, las torturas infligidas a un médium, el desenterramiento de un hombre que fue partido en dos por una excavadora... éstos son algunos de los hechos a los que un equipo de investigadores de fenómenos paranormales trata de encontrar una explicación. Ocurrió todo aquello en algún momento de la larga dictadura, y esos investigadores llegan algún tiempo después para recoger testimonios y confesiones, estudiar actas de reuniones del Buró Político, analizar órdenes secretas, revisar filmaciones, cotejar diarios íntimos, etcétera, y a través de este material hacerse una idea cabal del asfixiante clima moral que se respiraba en la pequeña ciudad albanesa y en general en el país entero durante la prolongada y feroz dictadura de Enver Hoxa. ¿Por qué investigadores de fenómenos paranormales? Sin duda porque la Albania de aquellos años no respondía a ninguna lógica racional, porque cualquier explicación que intente darse sobre aquella etapa de su historia escapa por completo a toda idea que podamos tener de normalidad. La Albania de la dictadura es otra vez el tema de la nueva novela de Kadaré. La Albania del período de la Gran Vigilancia, aquella en la que todos los ciudadanos eran al mismo tiempo vigilantes y vigilados y a cuya población los servicios de seguridad (la Sigurimi) habían conseguido inocular un poderosísimo sentimiento de culpa. Una Albania en la que, para amedrentar a los albaneses y disuadirles de abandonar el país, algunos soldados son obligados a representar por la noche el papel de muertos y en la que la simple participación en una inofensiva sesión de espiritismo es suficiente para que una persona pueda ser acusada de oposición a la ideología marxista 29 de abril de 2000 U leninista y torturada hasta la muerte. Una Albania también en la que, si alguien moría encarcelado, su cadáver permanecía en prisión hasta cumplir la totalidad de la condena. ¿Hay alguna lógica en esto? Sólo la lógica dislocada de lo kafkiano. Si los surrealistas descubrieron en México que allí el surrealismo existía desde siempre, los estudiosos del autor de La metamorfosis intuirán merced a estas páginas que el concepto mismo de lo kafkiano tiene su sitio en Albania. De ahí que Kadaré pueda permitirse la negra hiunorada de enviar a unos investigadores de fenómenos paranormales a desentrañar la esencia última de lo que fue aquella tenebrosa etapa de la historia de su país. El libro, estructurado en tres bloques titulados Caos Revelación y Vestigios nos franquea la entrada a una Albania que es como im reino de los viejos cuentos góticos y de terror. Todo, hasta el hecho más ins niflcante del ámbito familiar, hasta la menor muestra de apetito sexual, es perseguido y fiscalizado por los hombres de la Sigurimi, y el país entero vive atenazado por una manía persecutoria que es sin duda reflejo de la propia paranoia del hombre que lo tiene tiranizado. Éste, al que en la novela se alude siempre como el Dirigente vive obsesionado con la idea de que quienes le rodean aspiran a destronarle y ocupar su lugar. Viejo ya y casi ciego, ha comprado una inmensa partida de micrófonos LA Albania de la dictadura es otra vez el tema de la nueva novela de Kadaré. La Albania del período de la Gran gilancia, aqueÜa en la que todos los ciudadanos eran al mismo tiempo vigilantes y vigilados de fabricación china con los que controlar toda murmuración e imponer el silencio hasta en la intimidad de las casas. Gracias a esos micrófonos, Albania regresaría a sus raíces originales, al tiempo en el que el oído imperaba sobre la vista El país, por tanto, tiene que volverse ciego a la vez que su dictador y por medio de esos micrófonos depender de la voz y del oído, como el propio tirano. ¿Cabe imaginar un totalitarismo mayor? Acierta Kadaré a retratar la miseria moral de un régimen tan feroz como chusco, y no en vano ArlanVogli, un jefecillo local de la Sugirími, se sirve de uno de esos micrófonos chinos para espiar a una antigua novia suya en el lecho conyugal. La Albania del Dirigente, un país aquejado de una ceguera progresiva, vive al mismo tiempo atemorizada y fascinada por esos micrófonos que han pasado a incorporarse a la vida coti- diana y condicionan los actos más nimios: todo puede ser escuchado, el menor comentario que uno haga puede conducirle al cuarto de los interrogatorios y quién sabe si a la tortura y la muerte. Una de las historias centrales de la novela es precisamente la de la autorización de las representaciones de La gaviota, no una autorización definitiva, tan sólo por unas La revista Decana de Libros y Cultura Año XVI NM 12 Mayo 2000 pocas funciones, las suficientes para que los hombres de la Sigurimi y sus sastres de confianza puedan infestar de micrófonos los abrigos y chaquetas que el público ha dejado en el guardarropa. Otra de esas historias, prolongación de la anterior, es la de un hombre que ha sido enterrado con uno de esos micrófonos: el micrófono ha grabado el momento de su muerte y le ha acompañado a la tumba, y esa vigilancia más allá de la muerte macabro ideal de un régimen inequívocamente necrófilo, lo convierte en el regalo perfecto para el Dirigente en el día de su cumpleaños. Al final de la novela, realidad y leyenda han acabado fundiéndose, y muy diversas versiones de esta historia de micrófonos y ultratumba aparecen ya como arraigadas en el subconsciente colectivo, incorporadas a ese sustrato de narrativa oral del que se alimentan los mitos y las leyendas: en ese sentido, el país sigue siendo esa Albania en la que, según el dictador, siempre imperó el oído. Pero también esos hechos han sido recreados por un novelista (Skender Bermema, alter ego de Kadaré que, como él mismo, había ambientado la historia en algún lugar de China para escapar a la férrea censura) y lo que resulta más llamativo, por varias agencias de viajes, que los utüizan como pintoresco reclamo para turistas. Es ésta la última y definitiva humorada del libro: la de esta modernidad nuestra en la que el antiguo terror ejercido por un régimen diabólico termina decorando escaparates e ilustrando catálogos y folletos. Ignacio Martínez de Pisón ABC CULTURAL 21

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