CULTURAL MADRID 04-03-2000 página 8
- EdiciónCULTURAL, MADRID
- Página8
- Fecha de publicación04/03/2000
- ID0005547750
Ver también:
recibí desde Colonia una carta de Ricardo Bada documentándome ampliamente sobre el caso de un escritor de Huelva que publicó en los años 50 su primera novela y que, con 4- gran sorpresa por su parte, recibió una carta de Pío Baroja (con el que no mantenía ninguna relación) felicitándole con entusiasmo por el libro. El hombre quedó paralizado para siempre como escritor al sospechar que no podría ocurrirle ya nada mejor escribiendo que aquella carta del gran Baroja, al que no podía defraudar con una segunda novela que fuera inferior a la primera. Todos estos nuevos bartlebys que me llegan fuera de tiempo lo hacen de la mano de colaboradores a los que no he solicitado su ayuda. Decir esto me Ueva a explicar que, a lo largo del año en que he estado obsesivamente trabajando en Bartleby y compañía, solicité la ayuda de muchos amigos y conocidos (incluso la de gente anónima que encontraba en la calle) a los que pedía que me hablaran de casos de bartlebys que ellos conocieran. Ana Rodríguez Fischer, por ejemplo, me envió por correo el caso del argentino Enrique Banchs, que escribió un gran poema. La urna, y estuvo después 57 años sin escribir nada más. Comentando este extraño caso, preguntándose por los motivos que pudo tener Banchs para tan largo silencio, Borges, con su habitual imaginación e inteligencia, especuló de la siguiente forma: Tal vez a Banchs su propia destreza le hizo desdeñar la literatura como un juego demasiado fácil. Rodrigo Fresan, por ejemplo, me facilitó un bartleby al que tal vez yo no haHermán MeMlle, padre de Bartleby, ría tenido en cuenta, puesto visto por Stella Wittenberg que ni lo había leído ni tenía previsto hacerlo. Me refiero a Henry Roth, el autor de ese ge SUFRO sin pena la vida decía Pessoa. nial libro que es A merced de una corriente salvaje. Henry Roth, cuyo Parafraseándole, podría yo ahora decir que, desde silencio literario tras su novela Lláque di por terminado mi Kbro y cerrado el inventario malo sueño duró varias décadas, es un escritor que tomó una curiosa dede escritores del No, voy sufriendo sin pena cisión bartleby: la de publicar algún la aparición de nuevos bartlebys día algún libro más, siempre y cuando él sobrepasara de largo la edad de ochenta años; superó de largo esa edad, y entonces dio a la imprenta su obra maestra: A merced de una co Y es que, ya de antemano, desde el momento mismo rriente salvaje. La semana pasada, tras una conferencia que di en Milán en que di por concluido el Hbro, sabía que éste iba sobre los escritores del No, un señor a volverse infinito, que le esperaba una larga vida, del público me preguntó (buscando posiblemente encontrar en mi libro que era muy posiblemente el nuevo Kbro de arena 8 ABC CULTURAL una ausencia escandalosa) si había tenido en cuenta el caso de Henry Roth. Por supuesto que sí le contesté mientras interiormente agradecía de forma infinita a Rodrigo Fresan que me hubiera facilitado tan preciosa información. Antón Castro, por ejemplo, fue al homenaje a Pepín Bello en Huesca e interrogó al ágrafo español por excelencia expresamente para mi libro y arrancó de él unas frases estupendas sobre Ava Gardner, que ya forman parte de la literatura del No. Biel Mesquida, desde Mallorca, me dejó en el contestador automático el poema Vulcano Uno podría abandonar la escritura... de Derek Walcott, ese poema que tanto recuerda a Jaime Gil de Biedma- largos años bartleby al final de su vidacuando decía que al fin y al cabo lo normal es leer, reaccionando así a la gran cantidad de gente que le preguntaba por qué ya no escribía poemas, lo que le llevaba a él a otra inquisición más azorante: ¿Por qué escribí? Otro colaborador muy eficaz en mi búsqueda de bartlebys fue Jean- Yves Jouannais, el autor de Artistes sans oeuvres (Artistas sin obras) libro en el que citaba a los shandys de mi Historia abreviada de la literatura portátil y que me aportó información muy valiosa sobre el tema de los del No (que así es como llamo en privado a los bartlebys) tan valiosa como la de la existencia de esa Biblioteca Brautigan que acoge en Burlington, Estados Unidos, todo tipo de manuscritos rechazados por las editoriales. Mucha gente cree que esa Biblioteca Brautigan es inventada cuando no lo es en absoluto. No la he visitado, pero sospecho que debe contener algunos libros geniales. Jordi Llovet ha sido otro de los colaboradores- en este caso esencial- de mi libro. Llovet- que se esconde detrás del nombre de Derain en Bartleby y compañía- me envió el corpus intelectual del tema del síndrome de Bartleby, es decir, me mandó textos claves (Valéry, MaUarmé, Keats, Rimbaud, Broch... sobre la crisis del verbo en las literaturas contemporáneas, sobre la imposibüidad esencial de la materia literaria. En fin. Que aquí estoy yo sufriendo sin pena la aparición de nuevos bartlebys al tiempo que veo cómo se va alejando la estela de los míos. Los otros los dejo para mis lectores. Que inventen ellos ahora. 4 de marzo de 2000