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CULTURAL MADRID 08-01-2000 página 27
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  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ENSAYO La máscara y el gesto ZEAMI Fúshikaden. Tratado sobre la práctica del teatro AA) y cuatro dramas Nó Edición y traducción de Javier riubifcra e Hidehito Higashitani. Trotta. Madrid. 1999. 297 páginas, 1.500 pesetas. pesar de que se hayan escrito muchos y muy buenos ensayos sobre los orígenes del teatro, no puedo evitar seguir preguntándome qué es lo que nos impulsa a reproducirnos en la ficción, a historiarnos, a contarnos una y otra vez y de mil maneras y, sobre todo, por qué gozamos con el espectáculo de esta representación. La pregunta se me fue deslizando paulatinamente- es éste un comportamiento habitual en las preguntas- hacia sus orígenes, es decir, hacia esa pregunta anterior de la que se espera la resolución o la clave de la que nos ocupa: ¿qué es lo que, en definitiva, representamos cuando nos representamos a nosotros mismos? ¿Quién es el protagonista de todas las historias? La lectura de los tratados de Zeami sobre el teatro Nó trajo a mi memoria ARQUITECTURA A la célebre frase de la Poética de Aristóteles según la cual la poesía (y por tanto la dramaturgia) es más filosófica que la historia porque es más universal. ¿Por qué si lo que nos presentan siempre son historias en las que los personajes viven sus dramas particulares en situaciones particulares? Es bien simple: toda historia representantiva es universal porque todo personaje de ficción es prototípico. La imitación, que parece ofrecernos tanta pluralidad hoy en día, lo es sin embargo de unos pocos tipos, de unas pocas emociones, de unas pocas y repetidas situaciones. La universalidad de la representación radica en su arqueología de los valores, de los sentimientos y de los gestos en los que podemos reconocernos y, como pensaba Aristóteles, aprender- nos. Tal como hiciera, ya en la India del siglo II, Bharata en su Tratado de la dramaturgia, Zeami se aplica en describir los tipos de personajes que pueden imitarse (la mujer, el anciano, el monje, el espíritu de un guerrero condenado, los dioses, los demonios y también, curiosamente, los asuntos chinos y la forma en que debe hacerse. Pero lo que le importa, sobre todo, es dar a entender a quien venga después a recoger la herencia del Nó aqueUo que le es necesario a un actor para que el espectáculo funcione transmite junto como tal, es decir, para que el especta- con la acción, y dor logre deleitarse con él. Esto no es en eUo está el gercosa fácil, y es la razón por la que los men del deleite y tratadistas tradicionales orientales la posibilidad, se empeñan en describir cada gesto, como refiere Zeami, de que el saruel tono de la voz, el maquülaje, el tipo gaku (la representación teatral) sea de vestimenta y su color, etcétera, es el divertimento de los dioses el arte decir, todo aquello que haga que el que suaviza el corazón de todos y propersonaje y o la situación sea recono- voca la emoción de nobles y plebeyos, cido por el público y a la vez le sor- aumentando así la felicidad y, por lo prenda como si fuese nuevo. En esta mismo, prolongando la vida. ambigüedad es donde reside probaEl teatro Nó, fruto de una evolublemente el encanto o encantamiento ción de fórmulas teatrales anteriores, que la representación produce en el tanto religiosas como profanas, fue coespectador dificado definitivamente en el siglo El Fúshikaden de Zeami, título que XIV por Kan ami y por su hijo Zeami; podría (según los traductores) tradu- éste logró la protección del Shogim, lo cirse como la transmisión de la ñor cual favoreció tanto el establecimiento y de los estilos de interpretación del Nó como parte de las prácticas ceson, pues, textos que tratan del arte remoniales como su refinamiento dendel actor, esto es, de su buen hacer tro del convencionalismo confuciano. de su genio teatral o, también, de su Este libro nos aporta un fragmento capacidad para intuir la esencia de la que hasta ahora nos faltaba, una pieza representación. En el teatro tradicio- importante en el puzzle cultural en nal, un solo gesto ha de procurarle al que consiste el arte de la representaespectador la plena sensación de lo ción para poder responder a esa inque significa; el gesto ha de quietante pregunta de por qué esa nesignificar, en su simplicidad, un es- cesidad que el ser humano ha tenido tado complejo, de tal manera que desde siempre de imitar, de imitarse, emerja en el espectador como si se hu- de verse representado, historiado, biese generado en él a partir de una ¿concluido? ante sus ojos. situación propia. Pero hay más: ese como si también está presente, se Chantal Maillard Sobre el escepticismo y el conocimiento JOSB Qie GWS Pasado a SmpkiÜ Pre- Te) (tos. Valencia, 1999. CoUegi d Arcpjitectes de Gataiun erona, 1999. 2 Ü 6 página. 2.00 D pesetas. S EGURAMENTE el escepticismo es una de las formas más sutiles de captar la atención. Lo escéptico, con su imprescindible componente de velada o explícita superioridad, atrae a menudo mucho más que lo didáctico, lo que se detiene a explicar con calma las razones de las cosas. Sin embargo, cabría preguntarse por qué los escépticos necesitan transmitir su escepticismo. Si consideran que casi nada debe ser tenido en cuenta, si pocas de las cosas nuevas que han podido conocer han llamado su atención, tal vez por conocer mucho, tal vez por no encontrar sorpresas en lo menos conocido, ¿no sería más coherente ser escépticos incluso consigo mismos y no considerar preciso manifestarse? Algunas veces, sin embargo, el escepticismo es un medio inapreciable para difundir el conocimiento, para sembrar la inquietud en quienes todavía no conocen pero desean conocer. Dice Quetglas en uno de los escritos de este libro, dirigiéndose a los es 8 de enero de 2000 tudiantes de arquitectura: En la Escuela tienes los mejores profesores. Cualquiera puede ir a escucharlos, no importa curso ni horario. No pasan lista Sí; te están esperando en la biblioteca, para darte clases particulares Escoge, deserta de las aulas. No vayas a clase. Que queden vacías. Ve a la biblioteca, ellos te esperan Seguramente no cabe mayor provocación al interés de un alumno, de cualquier alumno, que esa recomendación, displicente y entusiasmada a la vez, expresada por un profesor en activo. Incluso el encabezamiento de ese texto. Léelo y pásalo, supone una complicidad sumergida, la clase de consigna que todos podemos recordar de nuestro tiempo escolar, mucho más cercana a éste que al universitario, tal vez deseosa de aplicar a la Universidad sistemas más lógicos y eficaces que los que generalmente maneja. ¿Qué género de escepticismo es éste? Se trata de la manipulación del escepticismo como recurso para fomentar la ilusión. Y es que Quetglas en sus escritos denota atavismos escolares, repletos de velada intención didáctica pese a su constante deseo de dudar Ya el título del libro. Pasado a limpio, sugiere recuerdos que parecen desear confirmar lo ya hecho, recordarlo y mejorarlo si es posible. ¿No es eso deseo de enseñar? Nos encontramos con un libro que resulta ser una reunión de escritos. compuestos entre 1992 y 1997, Federación de textos de distinta longitud, hostiles a la esencia vacía del arte moderno dice su autor, textos que demuestran la capacidad de Quetglas para percibir las cosas y establecer relaciones insólitas entre ellas, entendido lo insólito como lo sugerente aunque inesperado, no lo arbitrario. Son los programas de los cursos impartidos por él en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, a veces aumentados con los guiones de las lecciones. En ellos, su deseo de enfrentar al alumno con lo que no conoce, con referencias completamente selectivas ajenas a toda difusión convencional del conocimiento, implica una constante postura escéptica con respecto al hábito docente establecido, un manifiesto crítico opuesto a la trivialidad de la actual enseñanza: Como hipótesis, supongamos estar en una Escuela de Arquitectura de una ciudad europea. Supongamos que escuchan gentes a quienes interesa la arquitectura y supongamos que está hablando alguien que tiene algo que decir. Las tres hipótesis son manifiestamente falsas dice Quetglas en el primer pá- llustraciones: rrafo de su programa Javier Pagóla p j. gl curso 1992- 93. Se trata, todo el libro trata, como expresa federación de su contenido, de un ejercicio voluntario de transgresión hacia lo ritual, opuesto a la transmisión del conocimiento a través de fórmulas constantes, incapaces de sugerir otra cosa que información. Quetglas, en cambio, sugiere subversión, ruptura de la versión convencional manejando para ello la incitación que supone el escepticismo: A ciertas edades, sólo vale la pena decir aquello que no pueda ser dicho por nadie más dice, sin complejos, Quetglas. Sin duda quien resulte capaz de seguir su doctrina transgresora conocerá episodios vedados a lo trivial, seguramente próximos a lo que cabría exigir de la enseñanza imiversitaria. Sin embargo, tal vez Quetglas sobredimensiona su militancia escéptica y se constituye en juez de las actitudes que no tolera aunque éstas no sean objetivamente intolerables. Tal vez sea la tolerancia el componente necesario para convertir en urgente su manera de transmitir. José Laborda Yneva ABC CULTURAL 27

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