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CULTURAL MADRID 31-12-1998 página 18
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CULTURAL MADRID 31-12-1998 página 18

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
  • Página18
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ABC Cultural Sobre la tolerancia Manuel Cmz. Tolerancia o barbarie Gedisa. Barcelona, 1998. 190 páginas, 2.000 pesetas. Michael Walzer. Tratado sobre la tolerancia Traducción de Francisco Álvarez. Paidós. Barcelona, 1998. 128 páginas, 1.425 pesetas. Ensimismados Ricardo Bofill. La ciudad del arquitecto Prólogo de Eduardo Punset Galaxia Gutenberg Círculo de Lectores. Barcelona, 1998. 128 páginas, 1.700 ptas. E L libro compilado por Manuel Cruz lleva un título (Tolerancia o barbarie) que, al evocar meridianamente aquello otro de socialismo o barbarie sugiere la sustitución de socialismo por tolerancia convirtiendo a ésta en lo decisivo del auténtico ideal político: la democracia, unida a esa virtud... Pero si vamos al libro, veremos que esa posible intención acaba por no ser tan clara: los ocho autores que colaboran no entienden siempre lo mismo por tolerancia ni están todos ellos dispuestos a asignarle un valor inequívocamente positivo. Sí lo está- pareceel compilador, aunque Manuel Cruz no ahorre en su artículo las cautelas; los otros siete (Aurelio Arteta, Antonio Escohotado, Francisco Fernández Buey, Salvador Giner, Leiser Madanes, Julieta Piastro y Juan Antonio Rivera) son casi todos ellos lo bastante conocidos como para presumir de antemano la diversidad, que en efecto se da. Siendo el libro como es, se entiende bien que no podamos ni empezar a dar cuenta de las abundantes cuestiones debatidas y argumentadas en cada artículo. Acaso el contexto general que mejor subsumiría su temática sería éste: el de una democracia actual que pretende generalizarse (con su inevitable reconocimiento de los derechos individuales) en un ámbito cada vez más intensamente multicultural (planteado, ante todo, por los fenómenos migratorios) ello añade problemas a los ya clásicos de la tolerancia (diversidad de religiones, de opciones políticas, dentro de la cultura occidental en que surgió la idea misma) Individualismo, comunitarismo, multiculturalidad: ése sería el marco de las reflexiones. Ya he dicho que son variadas. Alguna es estrictamente histórica (y más bien limitada a la interpretación de la tolerancia en Hobbes: artículo de Madanes) entre las que generalizan las hay que lo hacen admitiendo crudamente el relativismo cultural absoluto e invitando a escuchar a otras culturas desde el consabido mea culpa por ia nuestra (artículo de Julieta Piastro; más matizadamente, también el de Francisco Fernández Buey) otras proponen un universalismo racional- crítico más afecto a los patrones precisamente críticos de esa cultura r uestra (como hace Salvador Giner o, de modo más tajantemente individualista- liberal y menos complaciente con las diferencias culturales, Juan Antonio Rivera) Antonio Escohotado abomina de la palabra misma tolerancia y propone más bien el respeto positivo; por su parte, Aurelio Arteta (y permítase a quien firma esto, que no desprecia a nadie pero tiene también su alma en su almario, decir que su artículo es el que le parece más atractivo) hace un afilado análisis de lo que llamaríamos la actual patología de la tolerancia, convertida en pseudo- virtud que esconde el desdén escéptico por la verdad y la indiferencia moral... Tal vez un intento de acuerdo acerca del concepto mismo de tolerancia habría ordenado de otra forma el libro que, con todo, es bien interesante como está. Michael Walzer se mueve asimismo en el contexto que mencionábamos: hablar hoy de tolerancia supondría hacerlo en los marcos de democracias individualistas que, además, deben recoger la multiculturalidad, y compaginar P S aquel individualismo con los fenómenos asociativos, no ya sólo en los antiguos términos en que la ¡dea misma de tolerancia surgió (diversidad religiosa y su conexión con la política) sino en los del choque cultural en el seno de sociedades cuya estabilidad podría ser puesta en peligro por dicho choque... Michael Walzer habla en general (y analiza esquemáticamente cinco posibles regímenes de tolerancia) pero tiende a concretarse, pragmáticamente (el de la tolerancia sería, a fin de cuentas, un asunto político pragmático para Walzer) en el caso de los Estados Unidos de América, desde cuya problemática interna se mueve principalmente. ¿Parecerá curioso a algunos que Walzer considere un riesgo para la tolerancia el exceso de individualismo- en USA- y la decadencia del asociacionismo, así como sus dudas acerca de que la mera diferencia cultural sea, a secas, valiosa por sí sola? Por lo demás, Walzer ordena muy cautamente los problemas, aunque no siempre el malestar de que son síntomas se aquiete con una solución... VIDAL PEÑA ASARON ya los tiempos en que las profesiones como conjunto hermético eran ur. a garantía de solvencia. Por fortuna, las cosas son ahora más permeables, menos dogmáticas y ofrecen casi siempre la posibilidad de participar en ellas. Por eso nos inquitta) título de este libro. La ciudad del arquitecto, como i su rotundidad supusiera una forma de posesión desconocida por la mayoría, supuestamente superior en calidad o ingenio. Pero no es así: las ciudades son de todos; todos contribuimos a forjarlas y de todos nosotros depende que sean habitables o inioportibles. Los arquitectos seguramente tenemos más costumbre, mayores oportunidades para sugerir criterios, pero las ciudades no son nuestras; no podemos en modo alguno identificarlas con nuestra forma de sentir o pensar, ni nos es dado suponer que otros deban aceptar nuestra manera de concebirlas. Éste es un libro formad 3 por dos textos diferentes de dos autores distintos. Es Bofill quien compone el cuerpo principal, pero el prólogo de Punset, por su extensión infrecuente y su inevitable lugar preferente, debe ser considerado aparte. Así podemos comprobar cómo Punset se esfuerza por demostrar que conoce las ciudades, que está familiarizado con la arquitectura y posee recursos y sugerencias que pueden convenir al lector. Sin embargo, no encontramos en sus páginas sino un relato ensimismado, repleto de actitudes veladamente elitistas alejadas del complejo pulso de la arquitectura contemporánea y expresado a menudo mediante ampulosas evidencias. Punset prologa a Bofill mediante un relato independiente, desconectado del texto que sigue, casi como si de una lección con intención magistral se tratara. Tras él, Bofill nos ofrece nuevamente una actitud ensimismada, su tendencia a manifestarse como arquitecto cósmico que entiende su profesión como un ente abstracto enfático, omnipresente y omnisciente, poseedor del difícil camino de la verdad. Se trata de un relato personal de experiencias propias, en busca de una justificación pública de la arquitectura que convirtió la imagen del clasicismo en objeto de consumo indiferenciado, transgresor de la forma y de la historia. La actitud postmoderna, surgida del hastío, encuentra en Bofill uno de sus apoyos indispensables. Arquitectura epidérmica, capaz de trastocar con su presencia la estabilidad visual que cabe exigir a lo que pretende ser permanente. Se produce así el desencuentro entre la forma y la apariencia, la distorsión anacrónica, casi una escenografía ficticia compuesta, paradójicamente, por módulos que deben ser utilizados como cobijo. Sin embargo, en la última parte del libro, Bofill reconsidera posturas anteriores y aporta sugerencias válidas para la ciudad del futuro. Búsqueda de una nueva verdad más ceñida a la realidad de las cosas, pese a su firme convicción ensimismada, permanentemente en pos de su propio yo. JOSÉ LABORDA YNEVA 31 de diciembre de 1998 18

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