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CULTURAL MADRID 24-12-1998 página 50
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CULTURAL MADRID 24-12-1998 página 50

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ABC Cultural (Viene de la página anterior) un arte total lleva a Wagner a transformar el tiempo en espacio musical. Las armonías modales de Parsifal desempeñan la misma función que el cromatismo en Tristán: suspender el flujo temporal que la tonalidad imprimiría. Para esta suspensión, el compositor suministra una materia sonora monumental, compacta pero también aérea y luminosa. La de Parsifal es música para ser liabitada, para entrar en ella y contemplarla desde el interior como si de un templo se tratara. El preludio parece diseñado al ritmo lento y solemne de las bóvedas de una catedral. Escenas grandiosas como la Marcha al Grial, en el acto I o el Encantamiento del Viernes Santo, en el acto III poseen la amplitud de los frescos de Grtjnewaid. El cuento de Gumemanz, ilustrado por los leitmotivs en la orquesta, produce el efecto de las historias narradas en las vidrieras góticas. Muchos aspectos hacen de Parsifal una obra iniciática, para adeptos. Sin embargo, su mensaje es ambiguo. ¿Iniciación a qué? ¿Redención de qué tipo? Parsifal propone una redención a través de la experiencia artística. Pero no ofrece más respuestas. ¿Qué representan los caballe, ros del Grial, o el Grial mismo? Parsifal es una floresta de símbolos, pero sin referentes con cretos. El arte sería así la contemplación sacra de una ausencia, de un vacío ontológico. Nietzsche se equivocaba. Bajo el envoltorio cristianizante, Parsifal habla el mismo lenguaje que Zaratuska. Mientras la liturgia de Bayreuth sigue su camino, la música wagneriana sigue otros. No ha de extrañar que Debussy prefiriera el jardín def mago Klingsor (único personaje humano) y que, al olfatear los perfumes de la exquisita escritura orquestal, cayera víctima de su poder encantador. Acaso ¿no será Parsifal el hechizo de un Klingsor llamado Wagner? Arriba, Robert Smith. A la derecha, Eva Marión LA de Parsifal es música para ser habitada, para entrar en ella y contemplarla desde el interior, como si de un templo se tratara El mito renace en Montserrat P OCAS escuelas operísticas han anidado con tanta fuerza en el público catalán como la wagneriana. La admiración por la obra de Wagner se arrastra desde hace más de un siglo por estas latitudes, y el Gran Teatro del Liceo no deja pasar más de una temporada sin programar algún título del creador de la obra de arte total Esta vez el Paiau de la Música Catalana acogerá- los días 27 y 30 de diciembre- una versión en forma de concierto de Parsifal, el festival sagrado cuya historia está íntimamente ligada al fervor wagneriano de los liceístas. Aquella mítica primera audición de La marcha del coro del concurso del Tannháuser, por los Coros de Josep Anselm Clavé en 1862 fue el comienzo de esta historia de amor. Al poco tiempo nacía la Sociedad Wagner y nada menos que Isaac Albéniz estrenaba en la Ciudad Condal las primeras selecciones de la Tetralogía en versión reducida para piano. Uno de los primeros biógrafos del compositor fue otro catalán, Joaquim Marsillach, quien en sus obras no ocultaba una crítica al género italiano. Los incondicionales barceloneses no pudieron soportar cuando, por sorpresa, el madrileño Teatro Real se les adelantó estrenando Rienzi, a lo que respondieron montando Lohengrin (1882) El 50 holandés errante (1885) y Tannháuser (1887) obras que se incorporaron de manera estable a las Temporadas locales. El espíritu wagneriano se extendió rápidamente por la sociedad catalana: se escribía de Wagner en los diarios, se programaba en las sociedades de conciertos, levantaba polémica y despidió el siglo XIX con el estreno de La Valklña y. el Tristán, seguidos de la Tetralogía completa. En 1901 se creó la Associació Wagneriana propagandística y divulgadora, -que publicaba los textos de las óperas de Wagner rimados y en catalán, llegando incluso a asegurar que el Espíritu Santo había inspirado al compositor a la hora de escribir su Parsifal. La admiración del wagnerianismo liceísta por este título superó todo lo visto cuando subió a escena en el Liceo a las 11 de la noche (12 en Alemania) del 31 de diciembre de 1913, año en el que expiraban los derechos de interpretación en Bayreuth, ade- lantándose a todos los teatros europeos que la habían programado para el 1 de enero de 1914, incluido el Real de Madrid. Este episodio demuestra el amor apasionado que Barcelona tenía por Wagner- declara Antonl Ros- Marbá, director de esta reposición liceísta- El wagnerianismo barcelonés es una cultura adquirida pero que se hizo propia, que se respira todavía como respuesta a esa devoción de hace un siglo Muchos han querido ver una estrecha, relación entre el Montsalvat de Parsifal y la colina de Montserrat, próxima a Barcelona continúa Ros- Marbá. El mismo Wolfgang Wagner, nieto del compositor, lo subraya en el catálogo de la exposición Richard Wagner en Barcelona, realizada en el Círculo de Liceo en 1993: El territorio español aparece en Parsifal cuando, como lugar de la acción, se indica un Paraje situado en las montañas del Norte de la España gótica, y situó la patria del Grial en la Península Ibérica Mito fascinante que llena de ilusión a Antoni Ros- Marbá porque me permite volver al Liceo después de siete años con una obra emblemática de la estética wagneriana, teniendo en cuenta la gran tradición que tenemos en Barcelona El director se pondrá a cargo de la Sinfónica y del Coro del Liceo- ambos conjuntos reforzados especialmente para estas dos funciones- y podré contar con un reparto de auténticas estrellas, todas de gran experiencia en este repertorio encabezado por Robert Smith, Eva Marton, Hans Sotin, Bernd Weikl, Nikolai Putilin y Robert Holzer. PABLO MELÉNDEZ- HADDAD 24 de diciembre de 1998

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