CULTURAL MADRID 24-12-1998 página 32
- EdiciónCULTURAL, MADRID
- Página32
- Fecha de publicación24/12/1998
- ID0005481180
Ver también:
ABC Cultural Exposición sobre la Infancia y arte moderno en el IVAM de Valencia A rte de niños Las vanguardias fueron un revulsivo moral y una explosión de rebeldía estética, pero también fueron un juego de niños, como demuestra la exposición Infancia y arte moderno, que ha realizado el IVAM de Valencia, donde podrá visitarse hasta el próximo 8 de marzo. Se trata de la primera exposicipn internacional dedicada a las aportaciones que artistas como Picasso, TorresGarcía, El LissitzkV, Otto Dix, Rodchenko, Calder o Schwitters realizaron al mundo de la infancia a través de la creación de juguetes, diseño de mobiliario e ilustración de libros. Junto a la crítica de la exposición, e escritor Gustavo Martín Garzo, Premio Nacional de Literatura, glosa la figura de Jos artistas de las vanguardias como constructores de sueños E SCRIBE Derrida a propósito de la interpretación que el juego es el rompimiento de la presencia una suerte de interrupción natural del encadenamiento natural la inocencia arcaica que produce nostalgia e incluso remordimiento. En su esfuerzo por comprender el mundo, el ser humano dispone de una superabundancia de significantes, con lo que el juego vendría a ser una tensión con la historia que nos situaría en un punto equidistante entre la inmediatez y la pérdida. Nuestra capacidad para saltar como gatos de un universo plagado de signos, caras, actos rituales e imágenes a un micromundo hiperreal, por utópico, que no se siente amenazado ni amenaza con un enfermizo pathos cultural, siempre ha sido una gran lucha donde, como Hamiet, asistimos a la división del corazón, la mente y las percepciones. Nuestra tarea frente al juego es pues, prepararnos para la tragedia después de lanzar aquel grito fáustico que quiere combatir la desmedida lujuria de la realidad: Ahora gozo de m ¡hora inefable Es la eterna paradoja del ser humano sometido a la necesidad, que a través de la diversión y de desasosegadas fantasías desea convertirse en gigante de la voluntad. Tarde o temprano nos asalta el drama de la supervivencia: ¿Puede Orlando morir alguna vez? El juego y la estética, sin muerte; y el apotegma favorito de los que no quieren ver en la reducción freudiana- el anhelo del padre- el único recurso para sobrevivir. Es en las raíces de esas cabalas patriarcales donde deberíamos situar, en un ejercicio de estilización, la escena de nuestra vida sobre una cascara de nuez- de nuevo Hamiet- el juego de considerarnos los reyes de los espacios 32 24 de diciembre de 1998