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CULTURAL MADRID 24-12-1998 página 17
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CULTURAL MADRID 24-12-1998 página 17

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ABC Cultural Las visiones de Hildegarda A delsIgloXH Rógine Pemoud. Hildegarda de Bingen, Una conciencia Inspirada Traducción de Alejandra González Bonilla, Paídós. Barcelona, 1998. 164 páginas, 1.950 pesetas. SISTIMOS en los últimos tiempos a una renovación de los estudios medievales que no deja de producir cierto desconcierto, en especial cuando salen a la luz por esos resquicios abiertos en la historia figuras sorprendentes que rompen los clichés establecidos. Hildegard von Bingen (1098- 1179) ha cobrado repentina actualidad al celebrarse el noveno centenario de su nacimiento, y sin duda las dimensiones de su vida y de su obra justifican con creces el interés que pueda despertar. Esta monja alemana, visionaria, compositora, poeta, pintora, médica, teóloga, con profundos conocimientos de las ciencias de la naturaleza, que predicó en claustros y catedrales, ante el clero y el pueblo denunciando la corrupción, aconsejando a reyes y papas y proclamando la necesaria reforma de la Iglesia, ha sido considerada no sin razón como la conciencia política y espiritual de su tiempo. Educada desde los ocho años en el monasterio benedictino de Disibodenberg, elegida abadesa a los treinta y ocho, celosa siempre de su autonomía civil y religiosa se separa en 1150 de la comunidad masculina de Disibon para fundar el monasterio de Rupertsberg, Clarea de la ciudad de Bingen, lugar al que pronto acuden gentes de toda condición en busca de ayuda o de consejo, A los cuarenta y tres años un acontecimiento que ella misma nos revela introdujo un giro decisivo en su existencia. Atormentada según cuenta por visiones yjevelaciones desde muy niña, recibe en 1141 la orden siguiente: escribe lo que ves y oyes a partir de ese momento comienza lo que será una vida y una obra extraordinaria, tanto por su profundidad como por la amplitud y variedad de temas abordados. Dejando a un lado sus viajes y sermones, su inmensa correspondencia, gran número de poemas y cánticos, contamos con dos tratados enciclopédicos sobre medicina y ciencias naturales que aún hoy siguen sorprendiendo por la riqueza de sus conocimientos. Pero su obra mayor será el gran tríptico visionario fruto de sus experiencias: el Scivias o Conoce las vías (1141- 1150) El libro de los méritos divinos (1158- 1163) y El libro de las obras divinas (1163- 1173) Los tres se conservan en magníficos manuscritos iluminados, con un lujo infinito de detalles, en los que las visiones de Hildegard se convierten en imágenes bellísimas, pues no en vano la belleza, junto con la música, es una de las claves de su obra; Y de nuevo oí una voz del cielo: di estas maravillas tal como te son enseñadas y dichas Una visión de belleza la rodea, un universo abierto, penetrado por las energías cósmicas y divinas, en un juego fascinante en el que los vientos y los astros, el fuego y las aguas, la luz y el movimiento se corresponden en perfecto equilibrio y la vida se desborda en un concierto pleno de armonía; universo también decididamente humano, pues el hombre- mujer y varón- ha sido creado a imagen de Dios es su rostro, y así termina la visión: el ser humano es la consumación de las maravillas de Dios En un primer momento toda esta imaginería 24 de diciembre de 1998 j 1 c visionaria sobresalta, pero aquí entra en juego la maestría de Régine Pernoud, con su gran conocimiento de la Europa medieval, que nos acompaña en un itinerario que no es sólo biografía y del que ha sabido desaparecer para mostrar los distintos polos del pensamiento y actividad de Hildegard en medio de su mundo. Porque el mundo del siglo XII no es un mundo en paz: la Cruzada ha fracasado, e! Papa y el Emperador se hacen la guerra, los cataros se extienden... y a nada de ello escapa Hildegard, interviene, con una libertad espléndida, en un tono que sorprende incluso hoy. Como bien señala Pernoud, aquel mundo está muy distante de a blanda e hipócrita veneración hacia el poder y lo eclesiástico que reinará después, en siglos posteriores Todavía no se ha producido la ruptura, el universo permanece abierto, transido de belleza; su lenguaje es el del símbolo más que el del concepto, tan ligado al precepto. Mística y vida social se dan la mano; no es et tiempo de las rejas en clausuras cada vez más estrictas ni del dogmatismo de la letra: la tradición es comprendida como hálito, impulso de vida y creación. Todavía es posible encontrar la mirada deslumbrante y deslumbrada de una mujer que se siente obligada a gritar lo que la luz viva le dicta, que se considera boca de Dios y es reconocida como tal; que interviene en los grandes conflictos de la historia al tiempo que sabe apreciar las plantas más humildes, escuchar la armonía de los espacios infinitos y atender a las enfermedades de los hombres. Las visiones de Hildegard nada tienen que ver con raptos y éxtasis, es una mujer con los pies en la tierra y ella misma se cuida de afirmar que se producen en plena consciencia. atravesada por la Sabiduría en cuyo nombre habla. Los años que dedicó a escribir sus obras muestran que no se trata de improvisación, sino de lucidez que mide, examina y ordena et tesoro de conocimientos que posee. de esa razón iluminada de la que hablarán después otras místicas; es la suya esa palabra que ensancha la realidad y nombra lo que, si no es nombrado, termina por desaparecer. Pero su vida y su obra no son un hecho aislado, sino anuncio de esas grandes mujeres que vendrán tras ella, las boquinas; como ellas, y como tantas otras, Hildegard escribe no por razones literarias, sino por una exigencia, una necesidad interior- luz viva- que nadie podía acallar y que Régine Pernoud ha sabido recoger. MARÍA TABUYO 17

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