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CULTURAL MADRID 24-12-1998 página 16
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CULTURAL MADRID 24-12-1998 página 16

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ABC Cultural Contra la oscuridad del olvido Régine Pemoud. Para ac ar con la Edad Media Traducción de Esteve Serra. Olañeta, Palma de Mailorca, 1998. 156 páginas, 1.950 pesetas. N- gamos utilizando la expresión Edad Media -apenas un paso, o unos tiempos oscuros que conviene olvidar- para designar esos casi mil años de historia que separan la Antigüedad del Renacimiento. Quizás se deba a falta de curiosidad intelectual, o a cierta pereza mental alimentada de tópicos, o, por qué no decirlo, a ese hábito tan occidental de reducir todo a esquemas lineales, de progreso los llaman, que suele provocar una cierta sensación de superioridad y suficiencia intelectual, cuando no un dogmatismo estéril y esterilizante. Y así lo otro, lo diferente, lo que no encaja, sean personas, pueblos, culturas- o nuestra propia historia- puede mirarse por encima del hombro sin que importe un ápice su verdad o su belleza. Régine Pernoud (1909) medievalista. conservadora del Museo de Reims y posteriormente de los Archivos Nacionales de Francia, fundadora del Centro de Documentación Histórica Juana de Arco en Orleans, ha dedicado su vida a la historia- su pasión- y a tratar de deshacer los persistentes prejuicios, tejidos a menudo con hilos pertenecientes a siglos posteriores, sobre la época medieval. Su primera obra, A la luz de la Edad Media (1947) r supuso en Francia un giro en la atención de los no especialistas hacia ese periodo tan denostado que esconde sin embargo tantísima riqueza; desde entonces ha publicado numerosos trabajos sobre el arte y la vida medievales, ensayos y biografías, sabiendo siempre aunar el rigor documental con la sencillez. Hace veinte años apareció en castellano ¿Qué es la Edad Media? que ahora publica Olañeta con título más fiel y en una espléndida edición. Pernoud escribe este libro con la intención declarada de acabar con ese absurdo de reducir a la unidad un periodo tan extenso, convencida de que la historia es la memoria de los pueblos, que sin esa memoria no es posible disfrutar de verdadera libertad; convencida también de que la historia tiene su ámbito propio y deja de existir si no busca la verdad de que la exigencia de justicia no puede encerrarse en los límites de lo contemporáneo. Cuando se presta atención a esos siglos llamados oscuros no puede dejar de asombrar la luminosidad de su arte, la inmensa capacidad de creación que hace, por ejemplo, del más humilde capitel románico una obra única y, sin embargo, anónima; en un tiempo como el nuestro, en el que arquitectos y artistas en ge- neral parecen a punto de ser excluidos o sacrificados a la máquina y a la especulación, no está de más aprender la lección de esa época en que la utilidad no dañaba la belleza: el arte no es nunca algo añadido, nace por necesidad y es traspasado digamos por la gracia... desde el objeto más humilde a la música más alta. Se complace Pernoud en subrayar la originalidad- recreación del origen- del arte medieval, su hallazgo continuo y su continua invención (es tiempo de trovadores, y trovador significa quien encuentra, halla, imagina, crea imágenes, inventa) frente al mimetismo y el gusto por la copia más propios del Renacimiento; en ello verá la vena céltica liberada del yugo romano, Y ése es otro aspecto importante que ha sabido destacar. Se suele olvidar que la Edad Media comienza, en el siglo V, con la caída de un poder fuertemente centralizado, el del Imperio romano, es decir, el imperio de la fuerza; se olvida también la desaparición de la esclavitud, sustituida por la servidumbre, a partir de los siglos V y VI y su brusca reaparición a principios del XVL o que el célebre caso Galileo tuvo lugar en el XVII. El orden feudal es completamente diferente al orden monárquico, que le sucederá después mucho más fuerte y centralizado, aunque pesen sobre él, como muestra Pernoud, torpes leyendas acumuladas desde el XVI y divulgadas a partir del XIX. En realidad, queda por delante una inmensa tarea, nos dice, que ha de realizarse en equipo, pues son muchos los tópicos acumulados. Una de ellas, no me- ñor, sería la de revisar el concepto de invasiones bárbaras que entre nosotros encontraría una aplicación adicional en la adecuada relectura de la llamada invasión musulmana y la posterior reconquista Otra, que Pernoud no descuida, la de revisar el estatus y libertad de que pudieron gozar las mujeres en los siglos medievales, libertad que se ve sofocada en siglos posteriores y que emerge de nuevo en nuestro siglo. Y muchas más que la autora aborda no sin sentido del humor. Libro de una sencillez pasmosa, que parte de anécdotas y lugares comunes- demasiadostal vez vuelva a irritar a más de uno. Su punto de vista es muy francés, de ahí parte, pero su reflexión apunta más lejos empeñada en un diálogo constante, pues no en vano cree descubrir en las crisis y movimientos de revuelta actuales el mismo impulso, la misma sed de belleza y libertad de aquellos siglos que en alguna medida nos constituyen. Como crítica cabe apuntar su excesiva ortodoxia católica cuando de grupos heréticos se trata, quebrando su ¡dea de la investigación histórica como ascesis pero ello no basta para empañar sus valiosas aportaciones, necesarias además. La historia no nos da soluciones, pero puede iluminar y hacer que nos detengamos un momento al menos en la pregunta que nos lanza Pernoud, tras repasar los genocidios de los últimos tiempos: ¿Dónde existe una opresión mayor del hombre por el hombre, en el siglo XII o en el nuestro? TABUYO j; 16 24 de diciembre de 1998

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