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CULTURAL MADRID 10-12-1998 página 8
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CULTURAL MADRID 10-12-1998 página 8

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ABC Cultural Poesía Cantar con un cardo en la boca Peter Huchel. Carreteras, carreteras Traducción de Pablo Villadangos. Igitur. Montbianc (Tarragona) 1998. 164 páginas, 1.900 pesetas. M V 1 Peter Huchel, en Roma, en 1971 sí, con un cardo en, la boca cantaba Peter Huchei, el poeta de la naturaleza de inflexible conciencia ética- silenciado por la cultura oficial de la República Democrática de Alemania- cuya obra y biografía reflejan como pocas la accidentada historia de Alemania en el siglo XX. Nacido en Berlín pero criado en la granja de su abuelo en un pequeño pueblo de Brandenburgo, Hucíiel (1903- 1981) vivió dos guerras y el destierro interno antes de ver reconocida internacionalmente su poesía, a una edad ya avanzada. A partir de los años setenta, cuando se le permitió abandonar la RDA, su obra fue enterrada bajo un alud de premios y poco más se supo de ella, en parte porque en Alemania Occidental los intelectuales de izquierdas no supieron encuadrarla en los esquemas habituales, ya que Huchel fue considerado un autor apolítico: nunca se afilió a ningún partido ni hizo declaraciones públicas en la RDA. Su poesía, sin embargo, que combina exigencia estética con simplicidad de medios, transmitió siempre mensajes eminentemente comprometidos con su tiempo. Rosa Lentini y Ricardo Cano han publicado ahora en edición bilingüe, traducido y prologado con el acierto del conocedor por Pablo Villadangos, el segundo poemario de Huchel, acaso el A más importante de los tres que publicó en vida. Carreteras, carreteras apareció en 1963, justo cuando su autor había tenido que dimitir de la dirección de su revista Sinn und Farm y había caído definitivamente en desgracia, por lo que pasó ocho años en una especie de arresto domiciliario, vigilado constantemente y aislado por completo del resto del mundo. De su propia situación precaria, pero también de la atmósfera de creciente presión general en la época de la Guerra Fría habla este libro excepcional: Bajo la raíz del cardo vive ahora el lenguaje, no ajeno, en el fondo pedregoso. Ha sido siempre un cerrojo para el fuego. Pon tu mano sobre esta roca. Tiembla el rigido ramaje de los metales. Desahuciado está sin embargo el verano, vencido el plazo. Tienden las sombras en la maleza su red de pesca Las metáforas de la naturaleza que alimentan la poesía de Huchel, caracterizada por la fuerte presencia del mundo campesino y el paisaje brandenburgués, emanan de la experiencia clave de la infancia en el campo. Colgarle por ello la etiqueta de naturista sería, no obstante, quedarse corto porque, si bien escenario y requisitos de su poesía salen de la naturaleza, ésta sólo ofrece los signos- flora, fauna y geografía locales o mediterráneas- con los que interpretar el mundo o expresar experiencias in- mediatas. Éstas suelen ser muy concretas, y, en algunos casos, el vocabulario de lo rural presta metáforas de singular crudeza, como las de la guerra en Polibio La herida maloliente de la carretera cubierta de costras y de nuevo desgarrada. Y reses yacían hinchadas por el hocico de la putrefacción En sus momentos más optimistas, la visión del mundo de Huchel es nostálgica. El majestuoso lenguaje acompaña con cortos versos blancos una mirada que hilvana imágenes de instantes atempérales, descritos con precisión y contenida emoción. Por lo general, empero, se manifiesta en la contemplación del paisaje un sentimiento trágico de la vida, donde una naturaleza neutra de repente revela su rostro amenazador o, cuando menos, su indiferencia hacia la existencia humana: Puntiagudo rompe marzo el hielo del cielo. La luz se precipita desde una fisura agrietada, descendiendo en oleadas ardientes sobre hilos de telégrafo y desnudas carreteras Ya se ve: esta poesía no permite una lectura placentera. No obstante tiene un efecto consolador, porque es una poesía que aguanta la verdad. Y la verdad, decía Adorno, nunca es desconsoladora. CECILIA DREYMÜLLER 10 de diciembre de 1998 8

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