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CULTURAL MADRID 03-12-1998 página 52
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  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ABC Cultural Concierto del violonchelista Yo- Yo Ma Un enigma llamado Goldberg El miércoles 9, Yo- Yo Ma actuará en Madrid, en el ciclo de las Juventudes Musicales. El violonchelista tocará obras de Stravinsky, Brahms y, especialmente, una serie de obras de diversos autores nacidas de la fascinación que no han dejado nunca de ejercer las Variaciones Goldberg, de Bach. Sobre esta obra, sus laberintos y posibilidades infinitas, reflexiona este artículo I N un lúcido artículo titulado Momento de Johann Sebastian Bach Fierre Boulez analiza buena parte de su presente y de un pasado inmediato que aún era referencia imprescindible. El presente es de 1948, época de las primeras obras, como la Sonatina para flauta y piano o la Primera sonata, por lo que el inevitable radicalismo de las ideas está más cercano a la lógica pasión de quien aún aprehende el camino de su propio lenguaje que de alguien que pueda encontrarse satisfecho ante las opciones del entorno. Las criticas a Stravinsky habiendo agotado un determinado número de fórmulas destinadas a pallar el derrumbamiento tonal, se encontró muy desprovisto, sin que la sintaxis arribara y las no menos incisivas a Berg por su empeño en justificar el arte de su maestro Schoenberg a través del paralelismo con el de Bach Al contrario de la obra de Bach, la obra de Schoenberg parte a la búsqueda de una nueva constitución del mundo sonoro; y creemos que en esto reside su principal y única virtud son el argumento para manifestar la admiración ante la obra de Webern o de Bártok, tan respetuosas con la tradición, como personales y empíricas. En el fondo, todo con la intención de elucubrar sobre la teoría de la música pura y el proceso de elaboración de la obra de Bach. Recordemos una realidad histórica ahora superada y nacida alrededor de los propios contemporáneos del Cantor de Santo Tomás en Leipzig: el reproche por la violencia de sentimientos de su música. El camino quedaba, así, abonado para que el siglo romántico, tan dado a fagocitar cualquier elemento susceptible de trocarse adalid de la causa, viera en una obra como las Variaciones Goldberg un elemento que había que conquistar. Bien desde un punto de vista anecdótico, como hizo E. T. A. Hoffmann en Las pasiones musicales del director de orquesta Johannes Kreisler, de 1810 Las notas cobraron vida, titilaban y brincaban a alrededor de las yemas de mis dedos salía fuego eléctrico hacia las teclas y el espíritu de que brotaban se impuso al pensamiento; toda la sala se llenó de un denso efluvio en el que las velas ardían con luz cada vez más tétrica bien desde la perspectiva de la historia, como se deduce de la tradición, todavía sostenida por alguno, y que Forkel fijó en 1802 a propósito de la composición de la obra y sus efectos terapéuticos contra el insomnio del conde Keyserlingk Querido Goldberg, toque una de mis variaciones pedía como paliativo del sueño) a la obra se le han adjudicado virtudes suficientes como para que, con relativa frecuencia, algunas interpretaciones nostálgicas e hiperexpresivas sigan dándose por buenas. No es éste el momento de entrar en disquisiciones sobre la llamada emoción y su presencia en mayor o menor grado en cualquier obra. Digamos, simplemente y en general, que la música como 52 Yo- Yo Ma busca desde su violonchelo ofrecer nuevos horizontes a la obra de Bach medio de expresión posee una inevitable capacidad de evocación, con mil caras y formas según el origen, presente ante todo en obras de pretendida dedicación como la de Bach: aun en sus obras más abstractas, elaboradas con el mismo propósito personal de servir de ofrenda a Dios Una aptitud respetable pero de la que queda al oyente de hoy sólo una ráfaga no siempre perceptible con esa intención. Por el contrario, hay quien omite deliberadamente la intención y analiza el resultado, especialmente el de estas variaciones, como ejemplo de música pura. Radicalismo complicado pues hoy sabemos que los intentos de estricta formalización musical nos han llevado a fracasos contundentes, pues una obra bien organizada no está necesariamente bien compuesta y viceversa, y, en muchos casos, el absoluto cumplimiento de determinados principios estructurales lleva a obras irreprochables que no distinguen entre forma y fórmula. Por eso, opera con más éxito la apariencia que la realidad, la ruptura mínima e Imperceptible de la forma prediseñada que el rigor de su presencia. No hay dos fugas en Bach que se parezcan pese a la firmeza del procedimiento empleado en su construcción, y en no pocos casos la admirada y sólida estructura se construye a partir de los propios elementos formales integrantes, ya sean cánones, simples imitaciones, variaciones, que dejan de lado el esquema para pasar a constituir en su propio desarrollo la sólida arquitectura de la composición. Ésa es la grandeza de su obra, el misterio de un formalismo transgredido que tiene en las Variaciones Goldbeg un ejemplo paradigmático. Sería demasiado simple poder resumir la obra sólo a través de su propia edificación. Siempre queda el misterio, la arrebatadora incertidumbre de que hay algo inalcanzable, que aquí se hunde en su propia existencia. Por ejemplo, a través de las incógnitas sobre su realidad; sobre la sorpresa de su íntima, aparente y atractiva simplicidad; sobre la sorprendente capacidad de construcción de su bajo generador de presencia tan disimulada; sobre el arrebatador atractivo de su estructura discursiva; sobre la modestia y aparente timidez de un aria de insospechadas consecuencias; sobre la complicidad y exquisita coherencia de un quodlibet final tan ajeno como de perfecta integración... Volvamos, para acabar, a Boulez y a su radicalismo, medicina para conformistas, que siempre hay, máxime en épocas como la nuestra: Es imposible asociarse a los necrófagos que se han servido de Bach como salvoconducto de sus actividades de sepultureros. ¿Cómo creer a estos profetas del retorno o de las reactivaciones diversas cuando su finalidad más evidente es la seguridad y su móvil principal la falta de valor? Habrá, con él, que aliarse del lado de quienes abogan por la necesidad de un empirismo no ajeno al arrebato mágico del azar: los famosos dados de Dios. ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE 3 de diciembre de 1998

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