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CULTURAL MADRID 05-11-1998 página 58
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CULTURAL MADRID 05-11-1998 página 58

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ABC Cultural K UANDO los monos Rosencrantz y Macduff tocaban en una pantalla imágenes en un orden ascendente correcto, según el número de objetos que contenía cada una, recibían como premio un plato con plátanos J se mostraban treinta y cinco grupos de imágenes. Cada fotografía contenía un núniero diferente de objetos, que oscilaba entre uno y cuatro. Para no dar excesivas pistas a los monos, cada objeto tenía diferentes tamaños y colores. Cuando Rosencrantz y Macduff iban tocando en la pantalla imágenes en orden ascendente según el número de objetos de cada fotografía (por ejemplo una manzana, dos cebras, tres árboles y cuatro flores) recibían como premio un plato con plátanos. Gradualmente, los monos fueron elevando su nivel de aciertos, hiasta alcanzar un 60 por ciento de éxito en estas pruebas frente al 4 por ciento que liabían alcanzado en un principio, simplemente por una cuestión de casualidad. Es más, cuando el número de imágenes presentados era más reducido, el nivel de acierto fue del 90 por ciento. bado en Matemáticas. Esta calificación es bastante meritoria al tratarse de animales y no ser capaces de reconocer la palabra tres o su signo numérico 3 Es decir, no parece que haya necesidad de disponer de un lenguaje para saber contar. Esta conclusión tiene implicaciones importantes a la hora de abordar la investigación sobre el origen de la inteligencia humana. De los resultados obtenidos en el laboratorio del profesor Terrace se desprende una idea fascinante: los primitivos humanos pudieron aprender a contar antes que a hablar. Quizá no fue necesario que nuestros antepasados desarrollaran un lenguaje con el fin de co- Susan Brannon ha colaborado con Herbert Terrace en esta espectacular investigación con primates d icios, todavía no se ha presentado una demostración convincente de que los bebés puedan representar las relaciones ordinales entre objetos o imágenes con uno, dos y tres elementos, como señala en la revista Science Susan Carey, del Departamento de Psicología de la Universidad de Nueva York. Esta investigadora norteamericana señala que el trabajo de Terrace y Brannon, publicado en esta misma revista, apoya uno de los dos modelos postulados sobre la capacidad de representación numérica sin disponibilidad de lenguaje. Y se trata precisamente de aquel que propone que estos primates son capaces realmente de contar. Lo cierto es que en medio de un debate global sobre cuándo empieza realmente el nuevo milenio, dos monos Rhesus han arrojado luz sobre los procesos cognitivos que desembocaron en la inteligencia, y permitieron a los humanos formular complejas fórmulas matemáticas para construir naves espaciales o desarrollar modelos numéricos que nos permitirán, algún día, viajar a otros planetas y predecir el tiempo meteorológico que disfrutarán o padecerán las próximas generaciones que habitaron nuestro planeta. A. AGUIRRE DE CÁRCER J. M. FERNÁNDEZ- RÚA 5 de noviembre de 1998 j; Sin entrenamiento Pero el experimento no sólo quedó reducido a estas pruebas. Sin entrenamiento previo, Terrace y Brannon mostraron a los dos monos un conjunto dé imágenes que contenían hasta nueve objetos. Además y para mayor dificultad, la naturaleza de estos variaba, es decir, podía haber en una misma fotografía un plátano, un árbol y una cebra. Sorprendentemente, el grado con el que los monos iban seleccionando las imágenes, en orden ascendente del uno al nueve en función de los objetos presentes en cada una, era muy elevado. Concretamente, Macduff consiguió superar este nuevo desafío el 75 por ciento de las veces, mientras que Rosencrantz se quedó muy cerca, un 73 por ciento del tiempo utilizado. Como han afirmado los autores de este estudio, este nivel de habilidad numérica de los monos sería comparable al de un niño de dos años de edad. Sobre lo que no parece haber ninguna duda, insiste el profesor de la Universidad de Columbia, es que los monos habían conseguido un apro 58 t municarse entre sí, para poder contar el número de flechas necesarias para acabar con un animal y comérselo. De hecho, estos resultados con primates parecen lle- gar a conclusiones muy similares a las observadas previamente en estudios con niños de entre 4,5 y 8 meses de edad y que todavía no saben hablar. Aunque existen in-

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