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CULTURAL MADRID 05-11-1998 página 52
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CULTURAL MADRID 05-11-1998 página 52

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ABC Cultural Otras músicas José Alfredo Jiménez: Les diré que llegué de un mundo raro Modelo para otros muchos cantantes y compositores, que interpretaron sus canciones y lo Imitaron, José Alfredo Jiménez (1925- 1973) y su obra constituyen un alto ejemplo de la verdadera música popular mexicana. Eso es lo que pone de manifiesto el ensayista Carlos Monsiváis en este artículo: el auténtico sentido y la verdad de esa música. Con motivo de cumplirse ahora el vigésimo quinto aniversario de su muerte, se le dedica estos días en España un homenaje en el que participan, entre otros. Chávela Vargas, Joaquín Sabina, Lucrecia y Rancapino Carlos MONSIVÁIS A 0 A Chávela Vargas mado, porque el destino cambió mi suerte. Ya tu cariño nada me importa, mi corazón te olvidó pa siempre Desde Yo, el autor se presenta como el héroe que elige ser el antihéroe. No le interesa el prestigio social, nunca se entera bien a bien del tamaño de su fama, y las atmósferas de sus canciones hablan de sedentarismo y vértigo: borrachera, destino implacable, vagabundeo, desdén y adoración sin límite por la pérfida, autocompasión asumida con el placer del triunfo. (No es masoquismo es la creencia de los marginales: uno es más verdadero en la derrota. En esto José Alfredo no duda. En El hijo del pueblo, una canción de principios de los cincuenta, se proclaman el ideario y la autobiografía: Es mi orgullo haber nacido en el barrio más humilde, alejado del bullicio de la falsa sociedad. Yo no tuve la desgracia de no ser hijo del pueblo yo me cuento entre la gente que no tiene falsedad José Alfredo elige la marglnalidad de la nación entera. Cualquier otra sería insuficiente, sobre todo en medio del alborozo del descubrimiento: ¡la pobreza es el centro de los valores morales! Al adoptar esta creencia, José Alfredo responde en todo a la ideología del espectáculo y del populismo: Voy camino de la vida, muy feliz con mi pobreza. Como no tengo dinero tengo mucho corazón Ser pobre, ser mexicano, ser desdichado (se omite el ser feo) ser de origen indígena. ¿Qué más se exige? El orgullo del abismo, eso se puede pedir Descendiente de Cuauhtémoc, mexicano por fortuna, desdichado en los amores, soy borracho y trovador. Pero cuántos millonarios quisieran vivir mi vida, y cantarte a la pobreza sin sentir ningún dolor Como no tengo dinero tengo mucho corazón José Alfredo cree devotamente en la sinceridad, en la inspiración que le envía la melodía y en la mala vida que le dicfa las letras. Y el gran suministro de su energía es el ser múltiple y memorioso que ahorita mismo entona una de José Alfredo: Yo compongo mis canciones pa que el pueblo me las cante, y el día que el pueblo me falte, ese día voy a llorar De golpe, José Alfredo ofrece a la vez una obra, un sentimiento desolado, un sentimentalismo que va del rencor a la autocompasión y de regreso... y un personaje, ese compositor que viene de abajo, toma la letra de sus canciones como órdenes tajantes, y se inspira en el impulso que lo devora. Aquí también, letra y melodía no se pueden escindir. Las melodías son límpidas, memorables por memorizables, su arraigo se transforma en adicción, y con las letras culmina la corriente del feliz resentimiento. Esta noche me voy de parranda ¿Qué sucede en el mundo del espectáculo en México a principios de los cincuentas? Se vive el fin del nacionalismo cultural, aún resultan vibrantes las fórmulas de la autenticidad y la entrega romántica. Y al mezclarse la industria del espectáculo con la vitalidad divertida y lacrimógena de las comunidades, se da tal vez la última etapa de la gran creatividad que escapa a los designios del cerco industrial. En el caso de la canción ranchera, se produce un canje casi inadvertido de tradiciones. Desaparecen las escenificaciones puntuales o teatrales de lo rural y lo pueblerino, con sus sentimientos adjuntos. Y al campo lo sustituyen distintas propuestas de marginalidad y derrota. Las nuevas canciones son tradición de inmediato, por su poder evocativo, y por la devastadora entrega amorosa que postulan. A semejanza del melodrama de La Época de Oro del cine mexicano (1935- 1955, aproximadamente) armado por las verdades culturales de directores, argumentistas y actores, incapaces de ironizar, el compositor quiere igualar la vida con los acordes y las frases que brotan del alma. Una gitana leyó en mi mano En la obra de José Alfredo, la desolación, por razones del temperamento y la vida personal, es todo lo genuina que permite la industria del espectáculo, y algo más, como se va probando. Y si las melodías siguen el proceso de la sencillez imaginativa, las letras describen un proceso (el caos de las sensaciones) y ofrecen la lección de una conducta (la forma de la existencia desgarrada) No se encontrará una sola declaración de José Alfredo donde se ufane de sus logros. Estos, insiste, son del público. Y la falta de pretensiones es la vía de comunicación persistente con la inspiración, para José Alfredo la palabra clave. Puesta en escena: a) Se empieza casi por el final: Por tu amor que tanto quiero y tanto extraño b) Se quiebra el temple de la dignidad y se corteja el autocastigo: Que me sirvan otra copa y muchas más c) Se acepta el castigo 5 de noviembre de 1998 f los veinticinco años de su muerte, José Alfredo (inútil el apellido, usarlo denotaría falta de confianza) es para la vida popular, o para la vida de México para ser más exactos, una institución de instituciones. No sólo no pasa de moda, también sus canciones se cargan de significados imprevistos, y la recepción de los comienzos (multiclasista) tiene poco en común con la valoración artística y social de hoy, también a cargo de todas las clases sociales. Paulatinamente, la dimensión oculta o minimizada de la obra de José Alfredo resulta la más favorecida, y el vocero de la lírica cantinera se vuelve el poeta de la desolación marginal. Yo sé bien que estoy afuera... Queda claro: José Alfredo ya se libró de ser estrictamente producto de una época así lo haga posible la industria del nacionalismo cultural, y así dependa de lo que una época dicta; la invención de un pueblo y de un estilo nacional. Pero José Alfredo trasciende su ámbito formativo, y su mexicanidad aunque lo constituya, es las más de las veces elemento decorativo, y no es obstáculo ni para la fuerza de sus canciones ni para su éxito en el mundo de habla hispana. Y lo más probable es que la siguiente generación lo califique, y muy altamente, por otros motivos. Por lo pronto, no hay cómo envejecer a José Alfredo. Yo que tanto lloré por tus besos José Alfredo nace en 1925 en Dolores Hidalgo, Guanajuato, su pueblo adorado A los ocho años de edad se traslada a la ciudad de México. La falta de educación formal no modifica su devoción por la música. A los catorce años compone sus propias canciones, y así siempre requiera de los músicos profesionales que trasladen sus melodías al papel pautado, la fertilidad y la memoria musical están de su lado. A las preguntas sobre su formación suele contestar con vaguedades, pero de seguro lo formó lo que oyó desde niño, y su idea de las melodías bonitas y sencillas Otros datos: es jugador de fútbol en el equipo Marte de la primera división. En 1948 canta por vez primera en la XEX y más tarde en la XEW, acompañado del trío Los Rebeldes, cuyo primer guitarrista es el dueño del restaurante La Sirena, donde José Alfredo trabaja de mesero. En 1950 Andrés Huesca y sus Costeños graban Yo, el éxito inicial de José Alfredo, son sus versos desafiantes: Ando borracho, ando to- 52

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