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CULTURAL MADRID 05-11-1998 página 40
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CULTURAL MADRID 05-11-1998 página 40

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ABC Cultural i Obras en los museos del siglo XXI El signo del andamio Los andamios se alzan en este fin de siglo conno un signo del destino de los museos de arte moderno, embarcados en proyectos y obras de ampliación o renovación, del MOMA de Nueva York al Beaubourg de París, del Reina Sofía de Madrid al IVAM de Valencia. Son tiempos de adaptación y de expansión, pero también de reflexión sobre el papel que desempeñarán en la ciudad del siglo XXI estas fábricas de arte y ocio, que se debaten hoy entre la reproducción de los clichés de la cultura- espectáculo y la recuperación de su valor tradicional como refugios de la contemplación I L eterno debate contemporáneo que obM sesiona a la crítica cuando se tratan temas relacionados con museos va dejando de tener sentido. La elección entre el museo como soporte y envolvente de la obra que muestra y el edificio protagonista, considerado en sí mismo como obra de arte y no demasiado atento a las condiciones de exposición, es ya un sinsentido. El debate, proveniente sin duda de una crítica de expertos en arte y conservadores hacia los arquitectos sobrevenidos en artistas no cabe en el medio en que nos movemos. La realidad es algo más compleja. Desde luego el museo no es la oportunidad de algunos arquitectos de implantar una nueva pieza de su imagen comercial. Tampoco es una adaptación edificada a una forma de mostrar más que discutible, aunque sacralizada, que propugnan los conservadores de museos. Un museo es más bien una acumulación de objetos que nace desde diversos propósitos y se desarrolla con el paso del tiempo en función de sus entornos. Hay una cierta forma de museo dedicada a la acumulación de información como base de datos que sirva para lo que más tarde puede liacerse. Un esfuerzo unas veces individual y otras colectivo por reunir las piezas de una idea compleja y a medio elaborar que sólo se construirá con el largo discurrir del tiempo. Este museo es un laboratorio de investigación, y puede contener tanto obras de arte como fiallazgos científicos. Es un museo al servicio de las ideas, un museo multitemático, aparentemente disperso, conducido por un objeto de pensamiento, no por un programa político. Este museo no existe. No coincide actualmente con ninguno de los construidos, pero es lo más parecido al lugar de la musas, a ese espacio mágico al que debemos acudir en busca de inspiración y que da nombre a esta tipología edificada. Sólo algunas galerías y partes de algunos museos remiten con exposiciones temáticas a la forma de estos museos todavía sin hacer. Sería éste un museo inconsciente, que reuniría diversas colecciones, tal vez en diferentes emplazamientos. Puede ser también un museo que existe dentro de algunos museos, puede formarse mediante la selección de las piezas necesarias, y debe ser siempre complementado por los medios de abastecimiento de información. El ejemplo más próximo es el Beaubourg, el Centro Pompidou, concebido más como un centro de convección cultural que como un espacio de exhibición. Este edificio se proyecta como una forma de poner a cubierto ciertos acontecimientos culturales y, con esa excusa, reunirlos para que se contagien. No es ciertamente un contenedor porque reclama para sí una muy pronunciada imagen, pero se comiporta como un albergue, donde las ideas provisionales pueden concebirse y mostrarse, pueden compartirse, dividirse, alterarse, superponerse y contaminarse. Su reforma actual está encaminada a dar cabida a nuevos medios de abastecimiento de información y cultura, y por tanto a facilitar los medios de contagio. El palacio del coleccionista Podemos diferenciar también el museo exhibidor como un aparato destinado a mostrar lo desconocido. El museo tiene también un extendido uso docente, una utilidad inmediata (aparte de las otras, tan discutibles) que es la de mostrar a los demás lo que es generalmente desconocido, para asombro y maravilla de los visitantes. Este museo es más bien una galería de mues- tras, un lugar de exhibición y explicación. Este tipo se reconoce en algunos museos construidos, pero la mayor parte de estas formas de exhibición forman parte de museos con otras tendencias, hasta casi poder decir que cualquier museo tiene esta aplicación docente que se superpone a los otros museos que representa. El museo del coleccionista es un palacio privado, un grupo de áreas de exhibición que en gran parte se contagian de lo doméstico en alguno de los modos que permite la arquitectura. En la escala, en la luz, en la composición, es una prolongación de las estancias del coleccionista. Tal es el caso de ia reciente producción de Piano para la Fundación Beyeler. Un grupo de salas de carácter anónimo pero ¡ntimista. O el aprovechamiento del Palacio de Villahermosa para el alojamiento de la colección Thyssen, que es en realidad un edificio pensado como vivienda (excesiva, desde luego, pero vivienda) que aloja las posesiones del barón y que le representa como si se alojara allí. Los museos de acumulación, que son más bien almacenes visitables, suelen ser los museos nacionales, puesto que tanto por el tamaño y la 5 de noviembre de 1998 40

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